Existen dos mundos bien definidos: uno de ellos despierta con las primeras luces del día y bajo su predominio las personas salen de sus hogares para realizar sus labores diarias, esas obligaciones que llevan a mantener sus estándares de vida en los cuales están regidos hasta el final de sus vidas.Pero cuando esta costumbre duerme, buscando ese efímero descanso, una tregua para enfrentarse nuevamente a un nuevo día, desde las profundidades de un mundo de luz tenue que espera a que esas almas se congreguen; en algún bar, el banco de una plaza o quizás sobre alguna cama.Almas confidentes que esperan la oportunidad de encontrar a su confesor para sentirse aliviadas de cualquier problema que la aqueja, tal vez en busca de alguna respuesta o simplemente poder ser escuchadas. Almas en las que las obligaciones de los días hicieron que se alejen, y la noche piadosa les brindó un momento para que se reencuentren y compartan sobre una mesa todas esas vivencias que urgen de ser contadas. Almas que salen al encuentro de unos hermosos ojos a los cuales confesarán un amor verdadero, a la espera de una dulce voz que le susurre a oído un atrevido: te quiero.Almas que se entrelazan sobre unas sábanas convirtiéndose en su solo cuerpo, que busca en la oscuridad de un cuarto ese secreto que nadie puede saberlo. Hay otras almas que simplemente prefieren la noche para caminar y ser sorprendidas por la tenue luz de una luna llena, que se convierta por momentos en su guía ¿qué secretos le dirás? Tal vez le contarás alguna pena o simplemente cargarás sobre tus espaldas algún recuerdo impregnado de ausencias. Almas nocturnas que no tienen miedo porque se transformó en curiosidad, acompañadas de un silencio que transformó ese momento en un lugar de tranquilidad. Almas que dibujan en el contorno de las sombras un sinfín de las historias que se viven en el día, pero que se escriben en la clandestinidad de la oscuridad.Almas que sienten el frío del húmedo rocío que los envuelven en el manto de una noche que los cuida, porque se sienten perdidos, entonces ella los atrapa enseñándoles su misterio.Almas que en las noches encuentran un dial cargado de historias y músicas sin tiempos, que hacen recordar un amor lejano que quedó en otro puerto. La noche es testigo de esas osadas almas que se juegan en la ruleta de la vida, apostando algún amor que -como el cobre-, se diluye entre sus dedos. Almas solitarias que buscan su inspiración en un vaso espirituoso y en la lumbre de un cigarro y para encontrar esas palabras escurridizas que se esconden en la intermitente luz de un letrero y con ellas formará el nombre de algún recuerdo que lo desvela.Así es la noche: serena, callada y cargada de matices, donde cada alma nocturna encontrará su lugar y tal vez alguna respuesta. La noche se trasforma en esa estrella cargada de deseos que con su paso fugaz alimenta de ilusiones que aunque sea por un momento, serán verdaderos. Almas nocturnas que miran obsesionadas las luces de una ventana que se encuentran detrás de ese silencioso balcón, esperando que salga un alma cargado de luz para que compense esos momentos de espera que ella ni siquiera podrá imaginar. Algunas almas son hijos de la noche, tal vez porque guardan verdades que vagan por las húmedas calles buscando ser escuchadas, pero muchas son discretas hasta encontrar ese alma confiable. La noche no es para cualquiera, es para las almas que hablan con el silencio, que encuentran en un rincón su lugar donde con sus pensamientos detienen el tiempo, donde vencen el vértigo de la vida y cada noche desenmascaran a la rutina. Por Raúl [email protected]





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