El Gobierno de Mauricio Macri ya consumió más de la mitad de sus primeros 100 días de gestión. No se trata de una cifra caprichosa. Expertos en política aseguran que ese lapso en el que se inicia una nueva administración es sumamente crítico. Una vez que se pronunciaron las urnas y con un nivel de confianza y de expectativa en niveles elevados, los funcionarios cuentan con una ventana de tiempo para aplicar los principales lineamientos de su política económica. Muchas veces, se trata de medidas poco simpáticas para la opinión pública. A punto tal que requieren de un gran caudal de apoyo por parte de la ciudadanía.Así, el riesgo de demorar la toma de decisiones, conforme avanza la gestión, es no contar luego con esa espalda y ese respaldo. Uno de los casos más cercanos lo protagonizó la expresidenta Cristina Kirchner cuando, tras haber logrado una aplastante victoria en los comicios de 2011 -sacándole 37 puntos de diferencia a la principal fuerza opositora-, a los pocos días decidió avanzar con el controvertido cepo cambiario. La estrategia de aplicar reformas de un “sacudón” o ir dosificándolas suele dividir las aguas. Macri lo vivió en carne propia cuando estaba embarcado en plena carrera electoral y le disputaba la Presidencia a Daniel Scioli. El candidato del Frente para la Victoria se presentaba como la opción “gradualista”, al tiempo que pintaba al referente de Cambiemos como el propulsor de un ajuste tipo “shock”. Transcurridos más de 50 días de gestión, y luego de haber tomado medidas de alto impacto -como el salto del dólar, el desarme del cepo, la quita de retenciones y el “plan achique” del Estado- la dicotomía vuelve a plantearse.La diferencia es que la pulseada ahora se está jugando en el propio seno del Gobierno, con el riesgo de que la contienda derive en un creciente desgaste político. Los protagonistas de la interna son Carlos Melconian, economista histórico del PRO y actual titular del Banco Nación, y Alfonso Prat Gay, ministro de Hacienda y Finanzas. Ambos funcionarios tienen dos miradas totalmente diferentes de lo que debería hacer el Gobierno para contener la inflación y recuperar el crecimiento de la actividad.Por eso, todas las miradas están puestas en la intensidad del ajuste fiscal que debería implementarse de ahora en más. Luego del malestar que se generó en ciertos sectores de la sociedad tras el combo que incluyó despidos en la administración estatal y subas de hasta el 500% en los servicios públicos, lo paradójico es que la pelea no es porque una facción del Gobierno pretende levantar un poco el pie del acelerador. Por el contrario, el malestar que se está viviendo en el Gabinete macrista y que amenaza con agravarse día tras día, responde a que un sector que responde a Melconian está pugnando para que el recorte del gasto público sea mucho más profundo que el que viene aplicando Prat Gay. Esta disputa se está dando en un momento poco propicio, dado que sería el segundo foco de conflicto luego de la crisis política que estalló entre el ministro de Producción, Francisco Cabrera, y la canciller Susana Malcorra por el manejo de la fallida Agencia de Inversiones. Visiones contrapuestasComo sucedió durante la última campaña entre los equipos técnicos de Macri y de Scioli, la divergencia vuelve a ser la de “shock” versus “gradualismo”.La diferencia es que en aquel momento, la discusión era sobre el levantamiento del cepo y la devaluación, y ahora está vinculada con la cuestión fiscal.Sin resignarse al papel protagónico que ganó Prat Gay y fiel a su posición histórica, Melconian continúa predicando acerca de la necesidad de un ajuste fiscal mucho más audaz. Entre sus colaboradores argumenta que el esquema actual -que se reduce a una suba de las tarifas- se queda a mitad de camino.En la vereda de enfrente, desde distintos despachos oficiales creen que la meta de déficit fiscal anunciada por Prat Gay, lejos de ser “light”, es muy difícil de cumplir.En concreto, el ministro pronosticó un rojo del 4,8% hacia fin de año. Desde otras áreas económicas del Gobierno creen que lo más probable es que el déficit sea muy parecido al de 2015, es decir, de entre 6,5% y 7%.¿Cuál es la postura que prevalece en Macri? El Presidente, por ahora, se muestra más proclive a una salida “gradualista”. En esta puja, aparecen otras dos figuras clave que explican esta decisión: una es la del jefe de Gabinete, Marcos Peña, y la otra es la del asesor del PRO, Jaime Durán Barba, sus grandes aliados estratégicos que lo llevaron a ganar la contienda electoral.“Macri siente que llegó a la Casa Rosada gracias a los consejos de ambos y por eso les da la derecha siempre”, comenta un funcionario con acceso al primer piso de Balcarce 50.La estrategia diseñada por el tándem Peña-Durán Barba se basa en evitar un ajuste fiscal mucho más duro durante el primer año de gestión. Y utilizar todo este tiempo para acumular poder y “gobernabilidad”, la palabra más pronunciada por los principales funcionarios macristas.En la Casa Rosada creen que un fuerte ajuste fiscal, como el que sigue pregonando Melconian, pondría en serio riesgo la gobernabilidad.Levantado el cepo y asumida la devaluación, el “ala política” se plantea una eficientización del gasto público, que incluye el corrimiento de los “ñoquis” que dejó el kirchnerismo. Y, como quedó anunciado, una reducción de los subsidios a la clase media.Un funcionario central de la campaña de Cambiemos comentó a iProfesional un dato que puede ser decisivo para el manejo de la actual administración: “Aprendimos de los errores de la Alianza y también del kirchnerismo. En la Argentina, es clave mantener la autoridad presidencial y el manejo de la caja. Así se construye poder todos los días”.No hay magiaComo en la economía hay que administrar la escasez, Macri entendió que era preferible financiar el déficit fiscal con futuras emisiones de deuda pública antes que someter a la ciudadanía a un ajuste mayor al actual, difícil de digerir.Todavía no se hizo público el plan de financiamiento, pero sí existe una estimación de los fondos que el Gobierno podría buscar en los mercados.En los principales bancos de Wall Street estiman que la intención sería colocar u$s7.000 millones a lo largo del año, aunque algunas entidades estiran esa posibilidad más cerca de los u$s10.000 millones.“No es cuestión de magia, pero de algún lado saldrán los recursos. Entendemos que los inversores tendrán limitaciones para financiar nuestro desbalance. No hay que hacerse ilusiones ni basar nuestras expectativas sólo en lo que pueda aportarnos Wall Street”, confiesa un economista enrolado entre los más ortodoxos de la administración.La duda planteada no es descabellada. Todo lo contrario, si se tiene en cuenta el viento frío que sopla en la economía global, c
on los mercados emergentes como expulsores de capitales, a contramano de las épocas en que eran "imanes" para los fondos.El “ala más técnica” de Hacienda considera que la Argentina no tiene demasiadas chances de diferenciarse del resto de los países de la región.Brasil, por caso, acaba de suspender emisiones de bonos para no afrontar costos abusivos. ¿Lo hará la Argentina?





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