Señora Directora: Mucha agua ha corrido bajo el puente desde la primera fundación aquel lejano 2 de febrero de 1627. Después de aquella magnífica experiencia jesuítica de más de cien años de gloria, vinieron tiempos de aciago y confusión. `Una historia de exilios y desarraigos forzosos, con altibajos (más bajos que altos) que frenaron más de una vez el progreso y crecimiento comunitario contextualizándolo en una mentalidad arcaica que limitó la inmigración innovadora. En la creencia popular se culpó a la Virgen patrona (según la leyenda) que yace cabeza abajo en un acto involuntario forzado por la huida de los jesuitas en su expulsión por Carlos VII, al continuo “retraso” del pueblo… Lo que realmente se evidenció a través de la historia es que fueron pocos los administradores municipales y religiosos que trabajaron honestamente por el bien común logrando avances visibles. Honorio Davedere, el padre Keiner y Rohling constructores del templo católico, los hermanos Anastacio y Juan Cabrera, Amalio Díaz, el padre Rodolfo Michalik constructor de capillas y templos en las colonias aledañas; verdaderos próceres locales, emprendedores de voluntad férrea a favor del bien común. Hoy, después de varias décadas de desidia y controversias, nuevamente renace la esperanza de que nuestra amada Candelaria renazca de sus cenizas ocupando el lugar merecido.





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