La existencia de casos no aclarados de muerte por dengue en Iguazú, la denuncia de una muerte por la misma causa en Posadas y la percepción de que, al menos en estas dos ciudades, pese a la declaración de emergencia la actividad viral sigue expandiéndose sin control, generan incertidumbre. Ante un brote epidémico a nivel país que tiene a Misiones como centro neurálgico, cabe advertir, se tendría que apostar a una intensificación de las acciones de control y prevención que no se conformen con ir detrás de los hechos consumados, como ocurre hoy. Desde 2009, año en que se registró el mayor brote hasta el presente, el combate a la enfermedad es una tarea ineludible en la agenda sanitaria regional y especialmente en nuestra provincia, ubicada en el corazón de una zona particularmente afectada por la actividad vectorial. Las políticas desarrolladas hasta el momento, sin embargo, además de contener insuficiencias notorias incurren en una suerte de naturalización de una problemática sanitaria excepcional y de impredecibles consecuencias. De esta forma, por acción u omisión, se subestiman los efectos de una acumulación constante de condiciones que, objetivamente, incentivan la actividad vectorial, entre ellas la construcción de grandes represas hidroeléctricas y la deforestación incontrolada. A lo que se agrega la tolerancia hacia la permanencia y propagación de crecientes bolsones de pobreza urbana. Misiones no registra, afortunadamente, casos positivos de zika y chikungunya, enfermedades virales aún más perjudiciales para la salud que el dengue, transmitidas por el mismo vector, el mosquito Aedes aegypti, pero la amenaza está latente. No es posible ignorar a esta altura de los hechos, por ejemplo, que según la OMS el país más afectado por el virus del zika es Brasil, que ha identificado unos 3.900 casos de microcefalia y 49 muertes de bebés con malformaciones congénitas, de las cuales en cinco se ha podido comprobar la relación con la enfermedad.





Discussion about this post