Ahora no hay dudas científicas de que el cerebro funciona absolutamente diferente bajo el deseo y el querer que bajo el deber. Matemáticamente: si uno quiere, el cerebro te presta las neuronas, pero si uno “debe” el cerebro se asusta y te da una o dos. Cuando el cambio es realmente querido por uno y no por tu jefe o por tu marido, el cerebro funciona mucho mejor porque es muy egoísta. Trabaja mucho mejor con todo lo que tenga que ver con él y su beneficio que si trabaja por los demás. Lo aseguró el biólogo argentino Estanislao Bachrach.





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