Cada vez son menos los que la recuerdan pero fue una tragedia que sacudió las entrañas de la sociedad posadeña. La imagen de la bola de fuego en la que se transformó la lancha Pirizal en la madrugada de aquel 8 de enero de 1973, en medio del Paraná, quedó grabada en la retina de buena parte de la población del momento. Así, un viaje de placer, de regreso del casino encarnaceno, dejó más de cuarenta muertos y una veintena de sobrevivientes.Mario Martínez era taxista y junto a otros compañeros aguardaba la llegada de los habituales pasajeros que venían en esa embarcación de bandera paraguaya. “Me acuerdo de todo, como si fuera ayer porque ahí murieron conocidos nuestros. Estábamos esperando en el puerto y de repente vimos una bola de fuego. Y dudamos en pensar que era ella, pero era la única que venía a esa hora”, disparó.A su entender, los lancheros paraguayos eran muy cuidadosos de su trabajo pero “se confiaron que la lancha andaba bien. No sé como no sintieron el olor a combustible. Tenía la sentina sobre la que se escurre el agua y ahí recalaba el combustible que perdía el tanque. Uno de los pasajeros encendió el cigarrillo y se produjo el incendio. Fue una catástrofe increíble”.Recordó al marinero Humberto Rivero, que fue quien sacó del agua a una considerable cantidad de pasajeros. “Era oscuro, había que conocer el agua. Él fue con la lancha de Prefectura pero no pudo llegar muy cerca por el calor. Y se largó a nado a salvar a la gente. Él fue un héroe, y hoy nadie lo recuerda”. Según Martínez, hubo cadáveres que fueron a parar a la Isla del Medio y otros que llegaron hasta la misma ciudad de Ituzaingó. “Es que cayeron justo en el canal, donde el agua es muy torrentosa, y hasta la isla los fueron a buscar. Había más mujeres que varones, de edad y de clase”. Dijo que Encarnación tenía ese único casino que estaba sobre la avenida Bernardino Caballero. “Iba mucha gente, no sé si porque había más posibilidades de ganar que acá o qué pero por lo general dos lanchas hacían el paso. Ese día no lo podíamos creer porque vimos que explotó. Los que se salvaron fue porque tenían un Dios aparte porque en el medio del río, el canal es hondísimo”.La crónica especifica que una vez divisadas las llamas desde la costa argentina, alrededor de las 2.35, salió la lancha patrullera L.P. 211 de Prefectura Naval Argentina, llevando personal de la repartición para prestar auxilio mientras la lancha siniestrada se desplazaba al garete. Como si la situación no fuera dramática por sí misma, una fuerte tormenta se desató al momento del naufragio. Cerca de las 3 las ráfagas alcanzaron los cien kilómetros por hora. Recién cuando mermó el mal tiempo pudieron proseguir con la tarea de búsqueda de sobrevivientes con la colaboración de reparticiones oficiales y gran cantidad de voluntarios.Durante todo el lunes 8 de enero continuó la búsqueda de sobrevivientes y cadáveres, a través de diversos medios. Mientras tanto, numerosos vecinos se hacían presentes en Prefectura, tratando de localizar familiares entre los accidentados e identificando a los fallecidos, habiéndose producido escenas de hondo dramatismo, como así también de alegría, a medida que llegaban los sobrevivientes.Domingo Amarilla, paraguayo, patrón de la Pirizal, había manifestado en medio de la consternación que la lancha siniestrada se encontraba en perfectas condiciones de navegabilidad, que estaba construida de lapacho y que medía 13,50 metros de eslora, por 3,00 de manga, con un motor Packard 8 cilindros modelo 1962, de 40 HP. Tenía una capacidad para 62 personas sentadas y llevaba 63 salvavidas y 5 granadas anti–incendio, de las cuales fue utilizada únicamente una.Helicópteros con los cadáveresPara el profesor de historia, Alejo Gómez, el trágico naufragio de la Pirizal fue un impacto para toda la población. “Recuerdo como si fuera hoy cuando comenzaron a recoger los cadáveres que iban sacando de diferentes lugares del Paraná. El helicóptero de la provincia tenía una especie de canasta especial donde colocaban los cuerpos. El tema era que como la casa de mis padres estaba en Villa Sarita, pasaban por encima del barrio y era impactante ver los cuerpos colgando. Era un escenario dantesco”, manifestó. Agregó que hubo personajes importantes que fallecieron en ese hundimiento. “Entre ellos el dueño de una farmacia del barrio. Pero lo que más me impactó eran los cuerpos que pasaban por encima de casa y que la ciudad estaba conmocionada”. A este hecho también se refirió la doctora en historia, Yolanda Urquiza, al relatar que los habitantes del barrio Los Aguacates se quejaban porque decían que los helicópteros sobrevolaban con los cadáveres “colgando”. Nómina de pasajerosSegún registros de la época, la nómina de pasajeros registrados en Encarnación era la siguiente: José Pantreli, Gladys Domínguez, Elena Azuaga, María Lodol, Elida Ortega, Eduardo Brun, Leopoldina Rodríguez, María Dolores López, Juan Adorno, Ramón Cáceres, Oscar Ridy, Roberto Peñaloza, Emilio Slenis, Ubaldo Benítez, María Arce, Roberto (no se consignó el apellido), Obdulio Gutiérrez, Oscar Segovia, Aurelio Borja, Mercedes Espinoza de Sforza, María Espinoza, Alejandrina Espinoza, Miguel Díaz, Marcos Benítez, Isaac Cohen, Justo Ulloa, Cesar Braga, Erna Laszeski de Rottoli, Miguel Badillo, Dora Basilio, Elida Milde, Segundo Gorosito, Cesar Obregón, Juan Villalba, Heriberto Ayala, Adolfo Borano, Guillermo Camino, Miguel Montecino, Oscar Bressa, Miguel Navas, Juan Donachelli, Higinio Peroni, María Machado, Julio Ceballo, Oscar Dergio, Elida Esunka, Nelly López, Sara Ocampo, Juan López, Ana Zaracho, Ángel Brítez, Juan Montero, Julio Gorosito, Marcos Cáceres, Gerardo Bazani, María y Amalia Fugistaler y los tripulantes Domingo Amarilla y Bienvenido Céspedes. Según trascendió, se encontraba también entre el pasaje María Barsall y Juan Reinaldo Ballon. Más adelante pudo saberse que hubo otras cinco o seis personas a bordo de la lancha accidentada que no figuran en la lista oficial.





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