Un vacío en el alma. Esa quizás sea la mejor definición para explicar el dolor por la muerte de un hijo. Al menos esa imagen es la que utiliza Elvio Rojas para graficar estos últimos tres años sin respuestas por el crimen de su hijo, Miguel Ángel Rojas (23), hallado mutilado y amarrado a un árbol en un pinar de Mado, en el norte de Misiones, el sábado 29 de diciembre de 2012.“Necesito una respuesta de la Justicia para seguir viviendo. No tengo más nada que perder, me siento vacío desde que todo esto pasó”, confiesa ante PRIMERA?EDICIÓN el hombre, con la voz quebrada en dos, ayer, horas antes de otro triste aniversario. “Siempre actué sinceramente. Por eso no tengo miedo de nada ni de nadie, no tengo nada que esconder. No temo porque no le debo a nadie”, dice firme Rojas al otro lado del teléfono, en su casa de Puerto Esperanza, donde vivía junto a Miguel Ángel. Y lo subraya. Es que para él, su hijo fue víctima de una mafia que opera en la zona y que hizo pagar a su hijo por algo que no hizo. “Alguien se lavó las manos con él, es lo que siento y lo que escucho en la calle. Él no tenía nada que ver con nada, era un trabajador como yo, sin nada raro detrás”, apunta.El joven desapareció el lunes 24 de diciembre de 2012. Fue visto alrededor de las 15.30 a bordo de su remís, un Peugeot 405, y con dos presuntos pasajeros en una estación de servicio de la zona. Después, se lo tragó la tierra.La noticia del hallazgo sorprendió a todos y llegó incluso a los medios nacionales. Fue uno de sus tíos quien encontró los restos del joven. El cuerpo apareció amarrado a un árbol en un pinar al norte de Mado, a unos tres kilómetros de la ruta nacional 12, cerca de las 19 del sábado 29 de diciembre de 2012. Se habían acabado casi cinco días de misterio.Horas después, la autopsia confirmó la sesión de torturas que debió soportar Rojas antes de morir. Los forenses establecieron que primero fue apuñalado varias veces, luego empalado y finalmente le mutilaron sus partes íntimas.“Mi pedido de justicia sigue en pie hasta hoy, porque después de tres años me sigo sintiendo vacío. No sólo yo si no también toda mi familia. Mi hija me pregunta qué fue de su hermano y yo no sé qué responderle, ella me pregunta cómo esto puede quedar así nomás”, dice al borde de la emoción Elvio, que pese a todo no pierde esperanzas en el esclarecimiento del hecho. “Tengo una ligera esperanza con todo este cambio en las distintas esferas, pero necesito una respuesta”, afirma.El horroroso episodio tuvo algunas respuestas de las autoridades algunos meses después, con la detención de un par de sospechosos. Se entretejieron diversas teorías, pero finalmente ambos fueron liberados por falta de mérito. Y desde entonces, la causa no volvió a registrar novedades de interés.“Lo repito, yo no tengo miedo y tengo la conciencia tranquila, así como mi hijo también la tenía, porque somos todos laburantes. Si tuviésemos algo que esconder tendríamos otro tipo de vida, pero lo nuestro es ganarnos el pan todos los días en la calle y eso la gente de Puerto Esperanza lo sabe”, afirmó Rojas.En pocas horas, cuando el resto del pueblo y de la provincia celebren la llegada del año nuevo, Rojas y su familia tendrán poco para festejar. “En mi casa no hay más fiestas, estas fechas son una cena y nada más. El fin del año dejó de ser una fiesta para nosotros”, finalizó Elvio, con la voz impregnada de dolor.Nada que ocultarLa hipótesis de un “ajuste de cuentas” es, para los investigadores, la principal teoría en base a la saña con la que actuaron los asesinos. Sin embargo, las motivaciones del salvaje homicidio nunca estuvieron claras.Las líneas hablaron de un episodio ligado al narcotráfico o de una cuestión vinculada a una venganza de índole sentimental. Elvio Rojas, el padre de Miguel Ángel, se encargó de echar por tierra esas hipótesis.“Fue un lavado de manos, se lavaron las manos con él, para nosotros lo usaron en lugar de otra persona que tenía que haber pagado por algo que hizo”, sentenció el padre de la víctima, quien subrayó que no tiene miedo porque no tiene nada que esconder, al igual que sucedía con su hijo.“Porque no tengo nada que esconder es que doy la cara, no tengo siquiera un poquito de miedo, estoy tranquilo porque no debo nada a nadie”, sintetizó.





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