Como cristianos estamos viviendo un Adviento muy especial, ya que se desarrolla en medio de tantos acontecimientos transcendentes en nuestra vida como sociedad y como nación. Sin duda, es un tiempo que nos invita a detenernos para la reflexión y a la espera del Salvador. Y en este 2015 se suman una serie de oportunidades que enriquecen nuestra reflexión: en este día justamente celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción, motivo por el cual miles de devotos caminan hacia los santuarios de la Virgen María, implorando su intercesión. Además hoy iniciamos el Año de la Misericordia, que el papa Francisco nos ha invitado para que fuera la clave de nuestra vida de fe, el próximo año. Sumado a todo esto, el 10 de diciembre, nuestro país recibirá a las nuevas autoridades que en los próximos cuatro años conducirán los destinos de nuestra patria. En medio de tantas novedades que Dios nos ofrece, este Adviento nos llama a centrar todo nuestro accionar en el autor de las bendiciones, que es el mismo Dios quien viene a nuestro encuentro. Es una gran oportunidad para experimentar una profunda conversión, para que el reino de amor y justicia llegue a nosotros y que la misericordia de Dios no sea un concepto que quede en lindas palabras, sino que se haga realidad en nuestra vida cotidiana. Este es el gran desafío: dar los primeros pasos en este Adviento, abriéndonos a un mundo que necesita de amor y misericordia, y sumarnos así a la gran misión de la Iglesia y de la humanidad entera; ser testimonio de misericordia.Para ello, el mismo Santo Padre, al convocarnos a iniciar el año de la misericordia nos recuerda: “Es un camino que se inicia con una conversión espiritual, donde se coloca en el centro la misericordia de Dios”. Por eso en este adviento, vivamos profundamente esta conversión, para que el amor y el perdón destierren el egoísmo y los deseos de venganza. Que en medio de tantas olas de violencia que vive el mundo, el Adviento nos traiga signos de amor, perdón y misericordia. El papa Francisco no deja ninguna duda sobre lo que quiere que hagamos como cristianos: “ En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a quienes viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad…” y generemos acciones concretas que sirvan para erradicar esas realidades.Ojalá que también, las nuevas autoridades que pronto asumirán, acepten la invitación de nuestro Santo Padre de ser misericordiosos como el Padre, llevando adelante propuestas de trabajo en las que se ocupen de las necesidades de todos los ciudadanos, con una actitud de servicio generoso y desinteresado, desde el amor y en clave de paz, dejando de lado los intereses egoístas, los deseos de venganza, etc, que sólo destruyen la armonía de una nación. También como comunidad, sería oportuno que asumamos el compromiso de vivir en la “Misericordia”, dejando de lado los rencores, la violencia y la venganza, actitudes que son necesarias descartarlas para vivir en el amor y en la felicidad. La Madre María nos llama a comprometernos con los planes de Dios para con la humanidad: la salvación para todos, sin exclusiones ni divisiones.Que sea un nuevo adviento, colmado de Misericordia, para que la paz y el amor de Cristo, reinen en nuestra patria y en el mundo entero.





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