Mairu Agustina Herrera tiene diez años y no debe medir más de un metro treinta, pero ya sintió el dulce sabor de la victoria en un ámbito tan competitivo y casi exclusivamente masculino como el del automovilismo. Mairu conduce un karting que la triplica en tamaño, y maneja tan habilidosamente, que logró consagrarse campeona provincial en su categoría en la que la mayoría de los pilotos son varones de hasta trece años. Todavía no llegó la confirmación oficial pero también es posible que esta morocha de enorme sonrisa y mirada inteligente sea la primera campeona misionera en competencias mixtas en todas las categorías del automovilismo argentino, un récord que la coloca en un pedestal que excede lo deportivo. Ella, tan pequeñita, tan elegante con sus vestidos con volados y grandes moños en la cabellera, y tan canchera cuando tiene que vestir el típico traje antiflama, también se transformaría así en una campeona del género, como muchas otras que la precedieron siendo pioneras en ámbitos poco “femeninos” hasta que, gracias a ellas, empezaron a serlo. Tenía siete años cuando se subió a un karting por primera vez para acompañar en una vuelta en el Circuito de Alem a su papá, Oscar Herrera Ahuad, el médico que hoy es vicegobernador electo de la provincia. No muchos conocen la afición del doctor por esta categoría del automovilismo, nacida en tiempos de su juventud gracias al vínculo de amistad entre su familia y la del “Mono” Hugo Stanganelli, un histórico de las pistas. Mairu se acuerda de aquella primera vez y se ríe cuando cuenta que simplemente “le encantó”. Pasado un tiempo y después de insistir mucho para quebrar la resistencia de los progenitores (que de todos modos aman este deporte, por lo que saben de los valores que lo sustentan), los Stanganelli le prestaron un karting para que probara por su cuenta. Al susto inicial por saberse conductora en un circuito de prueba, le siguió la impresionante necesidad de volver a hacerlo. La mecha del vértigo y la velocidad ya estaba prendida. Decisión familiar y apoyo Ante el entusiasmo y la pasión evidente, la decisión familiar fue apuntalarla. Martín Stanganelli, hijo del Mono, comenzó a entrenarla dos veces por semana y llegaron las primeras competencias en las que nadie pudo dejar de notar la pequeña presencia de Mairu debajo del casco rosa decorado con mariposas y flores. Poco a poco, competencia tras competencia, comenzó a sorprender por la manera de trasponer a quienes tenía adelante, generalmente varones, claro. Aprendió a calcular la potencia de su vehículo en cada curva y a buscar el “hueco” por donde colar el karting para escalar una posición más con miras al podio. En ese derrotero hasta hubo algún que otro pequeño piloto que se bajó llorando del karting porque “le pasó una nena”. Y de pronto la habilidad, la pasión, el entrenamiento al que no falta así tenga que dejar de ir a un cumpleaños, comenzaron a llevarla por otros circuitos en otras provincias, en los que hasta conoció la ovación y el aliento del público. El 21 de noviembre finalmente tuvo que hacer mucha fuerza para levantar un trofeo casi tan grande como ella cuando salió campeona misionera en la categoría 110cc. Paralelamente estaba corriendo la copa rotax en la que quedó tercera porque ya no pudo participar en dos fechas. Es que su pequeña contextura no le permite todavía soportar semejantes niveles de exigencia física, ya que manejar el karting de 130 kilos, que alcanza velocidades de hasta 80 o 100 kilómetros por hora, requiere de una preparación corporal de alto rendimiento, y una disposición psicológica adecuada que le permita amortiguar el estrés. Divino tesoroMairu asiste al Instituto Madre de la Misericordia de Posadas, donde es alumna “desde los cinco años y medio”. Es que cuando cursaba el jardín en San Pedro -donde nacieron ella y su hermana mayor- al papá doctor del hospital público le salió un traslado para hacerse cargo de nuevas responsabilidades. Sus 33 compañeros del quinto grado saben que es campeona pero la tratan igual que a cualquiera. La niñez tiene esas cosas maravillosas: iguala, no hace diferencias. Mamá Graciela no puede evitar la preocupación y siempre está en las tribunas de los circuitos, pero no mira la carrera hasta que termina y ve a la menudita Mairu bajar del karting, intacta. En el grupo de WhatsApp “Mairu Team” están ella, la hermana, el papá, la oma, la tía y Martín Stanganelli. Son el soporte que se turna para acompañarla en las giras y competencias, y le dan aliento. A la “oma” además le toca la misión de preparar cosas ricas para cada encuentro en las pistas. Mairu, por lo pronto, compite y se divierte, y cuando llegue el tiempo de cambiar de categoría decidirá si sigue con el karting o arranca con gimnasia artística, disciplina que también le encanta. Si continúa en el mundo de los fierros tiene claro a dónde apuntarán sus esfuerzos: sueña con manejar en categoría de fórmula, que por ahora sólo vio en la tele. Mientras, su infancia transcurre entre amigas, tareas, dibujos animados, historias de princesas, circuitos terrados, trofeos y cascos de piloto con flores y mariposas. Por Mónica [email protected]




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