La investigación por el hecho no se detuvo y con el correr de los días surgieron algunos detalles reveladores que, en cierta forma, ayudarían a explicar el irracional accionar de dos agricultores, quienes se mataron entre sí en un sangriento duelo. Es que según fuentes del caso, en el medio del conflicto había una mujer, que no era la esposa ni la amante de ninguno de los implicados. Se trata de la hija de uno de ellos que habría sido pretendida por el otro.El lugar donde supuestamente se produjo el intento de seducción fue en un baile realizado en la zona. Lo llamativo dentro del macabro cuadro de esta historia es que esto habría sucedido hace dos años. Al parecer era una "bronca" de vieja data. Un encono que el padre de la chica no habría podido superar con el paso del tiempo. Una furia que quizás se fue formando como una tormenta y que finalmente se desató, ocasionando un mortal desenlace. Tal como publicó este Diario, ese trágico día llegó el pasado jueves 19 de noviembre, al filo del mediodía.Paradójicamente el clima estaba "bravo" esa jornada, a decir de los lugareños del paraje Las Tunas, una zona de chacras ubicada a unos 35 kilómetros de San Vicente. Ese día algunas gotas ya presagiaban un temporal, pero nadie hubiera imaginado en su sano juicio que también eran los momentos previos a un verdadero baño de sangre. La tormentaSegún pudo averiguar la policía, aquel mediodía Domingo Oscar Giménez (48) se enteró que Víctor Manuel Kehl (35) cortaba madera en una chacra cercana a la suya. También habría recordado un episodio ocurrido hace dos años, cuando ese mismo hombre habría pretendido a su hija. Giménez le dijo a su pareja que se alejara unos mil metros, que vaya a buscar tabaco. Se presume tal vez para ponerla a resguardo porque sabía que algo podría salir mal. Muy mal. Los investigadores presumen que por esta actitud estaba preparando una emboscada. Buscó una escopeta y fue al encuentro de quien se cree consideraba su enemigo. Sabía además que para salir del otro terreno, el hombre al que le habría declarado una guerra personal, tenía que pasar por un camino que atravesaba su propiedad. Los nubarrones eran cada vez más negros. Lloviznaba en la zona. Fue entonces que ambos hombres se encontraron. Kehl iba en su camioneta y llevaba uno o dos machetes. No se sabe a ciencia cierta porqué descendió del rodado si seguramente vio que Giménez llevaba el arma larga, tal vez imaginó que la cosa no iba a llegar a mayores. Tal vez intentó dialogar. Lo cierto es que recibió un disparo a quemarropa que prácticamente le perforó la boca del estomago. "Me dio un tiro y tuve que…"A varios metros de distancia un vecino escuchó el disparo. No era un trueno, seguro, aunque se avecinaba una tormenta. No había nadie cazando en la zona. Se preocupó porque al igual que otros vecinos sabía de la vieja enemistad, manifesta, entre ambos involucrados. Al llegar encontró un cuadro dantesco. Giménez se estaba arrastrando con sus últimas fuerzas y sangraba abundantemente, producto de múltiples machetazos. Kehl también estaba con vida. Pero tenía un orificio enorme producto del escopetazo a la altura del estómago y un corte profundo de arma blanca en la cabeza. Advertido del hecho llegó a la escena el hermano de Kehl. A quien habría llegado a decirle "me dio un tiro y tuve que…". Es más que obvio que habría justificado el brutal ataque a su agresor. Giménez falleció a los pocos minutos por la severa hemorragia que sufrió, no hubo nada que hacer. Tenía una decena de machetazos, tenía amputado un brazo, una de sus orejas, y cortes profundos en cráneo y espalda. Para los pesquisas resultó increíble, pero no improbable, la secuencia de lo sucedido. Pese a tener un disparo mortal en la boca del estómago, Kehl se hizo de fuerzas para atacar al hombre que le disparó a machetazos. Lamentablemente también falleció, camino al hospital donde lo trasladó en un vehículo su hermano. La Policía se enteró del terrible episodio cuando el hombre entró al nosocomio. La investigación posterior, a cargo de los hombres de la Unidad Regional VIII, con asiento en San Vicente, develaría que la chispa que hizo explotar la desgracia había comenzado hace dos años, en un baile.





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