Ambas son hoy profesionales reconocidas y muy respetadas dentro de su campo profesional: la medicina. Ambas son mamás de tres hijos y quedaron embarazadas cuando estaban en la facultad, en la Universidad Nacional del Nordeste (Unne), lejos de sus padres que podían ayudarlas con la maternidad. La remaron con mucho esfuerzo junto a quienes en ese momento eran sus parejas y no sólo se recibieron sino que se especializaron. Hoy, que sus hijos mayores ya tienen 20 y 21 años, hablaron con PRIMERA EDICIÓN sobre el desafío de ser madres muy jóvenes y ejercer una carrera tan absorbente como la medicina. “Fui mamá de Matías a los 22, cuando cursaba el último año de Medicina. Fue muy difícil… pero no retrasé mis estudios, me costó tres veces más pero terminé la carrera incluso antes que varios compañeros míos. Hice una especialidad compleja (cardiología), de cuatro años, aunque desistí hacerla en Buenos Aires porque iba a ser todavía más complejo con mi hijo. Sólo estábamos mi esposo y yo… Matías sufrió las consecuencias”, contó emocionada Mariela Patricia Fontana, médica cardióloga que atiende en los sanatorios Nosiglia, Posadas y IOT, además del hospital Madariaga).“Volvía a casa cada dos noches”Después de terminar su residencia en el Instituto de Cardiología de Corrientes, Mariela continuó trabajando allí. “Mi hijo era muy chico y yo prácticamente no estaba nunca en mi casa… hacía once guardias mensuales y cuando salía de las guardias me quedaba en mi jornada laboral hasta la noche, o sea que cada dos noches volvía a mi casa”, recordó. Sin temor a mostrar sus sentimientos, reflexionó que “somos una generación de madres con culpa, sentir culpa es inevitable pero uno lo va sobrellevando. Hay momentos claves donde uno se da cuenta de cuánta ausencia genera en el niño. A mí me tocó viajar a Estados Unidos, estuve tres meses en una rotación en el extranjero que tenía que hacer como parte de mi formación. Estaba embarazada de cuatro o cinco meses de Tomás (su segundo hijo que hoy tiene catorce) y Matías tenía seis años. Me contaba mi esposo (después nos divorciamos) que Matías dormía con una foto carnet mía… era muy chiquito”, dijo sin esconder sus lágrimas. “Estos recuerdos duelen, pasa el tiempo y nos siguen doliendo. No hay forma de resolverlos, pero tampoco hay otra manera de manejarlos. La cardiología es una especialidad que exige mucho tiempo de formación, uno deja en el camino muchas cosas”, analizó. Sobreexigidas Sin embargo, Mariela confesó que nunca escuchó un reclamo por parte de su hijo mayor pese a que fue el que más sufrió su ausencia. “Los más chicos (Tomás de catorce y Lara de doce), nacieron cuando estaba en otra etapa de mi carrera, más organizada, pero son los que más me recriminaron en forma indirecta por faltar a los actos o reunieron escolares. Me decían, por ejemplo, que le explicaron a sus maestras que yo no podía ir a las reuniones porque siempre estaba de guardia”, recordó con una sonrisa. “Es muy complejo pero creo que es la época que nos tocó vivir. Las mujeres en general tenemos una sobre-exigencia: tenemos que ser excelentes profesionales, buenas madres y buenas esposas, estar lindas y disponibles, todo el tiempo de buen humor… y tanta exigencia hace que hagamos todo a medias y siempre sintiendo culpa por algo, porque no atendí a mi paciente o porque dejamos a la criatura sola con la niñera”. A Mariela se le oscurece la mirada cuando se acuerda de sus ausencias, “una noche, mi marido me llamó para avisarme que a mi hijo mayor lo estaban internando porque se había deshidratado con una diarrea y yo estaba de guardia. Sólo pude ir a verlo un ratito, hablar con el pediatra y tuve que volver a la guardia porque era residente de primer año y no tenía quien me cubriera”. Ya en Posadas, cuando era jefa de la Unidad Coronaria, y mi hijo del medio se operó de las amígdalas y cuando salió del quirófano el médico de guardia no pudo venir y yo tuve que quedarme de guardia en la terapia. Cuando mi hijo salió del quirófano se fue con su papá a su casa y yo tuve que quedarme a trabajar. Sé que era una cirugía menor pero no pude estar ahí para darle el heladito, cuidar que no sangre, que no tenga fiebre… lo que hacemos todos los padres. “Nada es más importante que los hijos”Al igual que su colega y amiga Mariela Fontana, la médica clínica y nutricionista María Celeste Aphalo quedó embarazada mucho antes de recibirse. “Mi hija nació cuando estaba en cuarto año de la facultad. Estábamos solos con el padre de mi hija, que en ese momento era mi pareja, y nos fuimos arreglando con ayuda de los compañeros. A pesar de lo difícil que era estudiar con un bebé tan pequeño, terminé la carrera sin contratiempos. Por supuesto que no salía a bailar, ni casi a ningún lado que no fuera la facultad. Me ayudaban mucho mis compañeros de estudio y el padre de mi hija, Agustina se crió entre estudiantes y libros”, recordó. Cuando su hija tenía cuatro años, María realizó un internado con el objetivo de sumar puntaje para poder entrar a la residencia de psiquiatría. “Por ese entonces quería hacer psiquiatría, pero finalmente entré a Clínica Médica cuando mi hija tenía casi cinco. Hice la residencia en Posadas, ya estaba separada y en la residencia conocí a mi esposo”. María es mamá de otros dos chicos, de once y siete años. Un recuerdo para atesorar La medicina es una profesión que demanda mucho tiempo y María aseguró que, como a muchas otras médica mamás, “pasé por muchas situaciones donde no pude estar con mis hijos. Me acuerdo que cuando estaba en segundo año de la residencia mi hija actuaba en la escuela y la que era jefa en ese momento de residentes no nos dejaba hacer absolutamente nada pese a que ella misma era madre. Me acuerdo que no me dio permiso para ir pero me fui igual, eso me costó después dos días de encierro (una guardia castigo de 48 horas). Pero hasta el día de hoy tengo la foto de ese acto como un tesoro”, evocó con picardía. “Tantos recuerdos… en los viajes de estudio todos los padres se quedan para despedirlos, menos nosotros que siempre tenemos que irnos antes”, indicó. ¿Recriminaciones? “Recibí unas pocas de mi hija mayor. Creo que ahora, con los más chicos, estoy en otro momento de mi carrera y puedo organizarme mejor. Cuando uno es joven si echa más la culpa por haberse quedado embarazada antes de terminar la carrera. Pero después uno se da cuenta que nada es tan importante como los hijos. Ahora puedo priorizar más los tiempos con mi familia. Tengo una relación muy linda con mi hija mayor que hasta ahora vive conmigo, somos muy pegadas y compañeras”, contó.





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