Hace tiempo que el impulso de globalización evolucionó desde la apertura de comercio absoluta hasta variantes más o menos solapadas de proteccionismo. El proceso significó la entrada de grandes masas de población de países como China o India, olvidadas por sus propios gobernantes y por el mundo desarrollado. O imperialista, dirían algunos.Todos felices. Hasta que Europa y los Estados Unidos comenzaron a notar que la teoría clásica económica que funcionaba tan bien para medio mundo, tenía una falla si se aplicaba a toda la humanidad: en términos de empleo era un juego de suma cero. La simetría de Lerner, que mostraba que las exportaciones e importaciones de los países tendían a ser iguales debido a la nivelación automática del tipo de cambio, no era tan conveniente ni válida si todos los países hacían lo mismo y además manoseaban sus tipos de cambio. Y descubrieron algo más: que el bienestar no era infinito. El empleo de unos era el desempleo de otros. No era tan fácil mantener los altos salarios, como está viendo hoy mismo los Estados Unidos. El ingreso individual terminaba siendo un promedio entre Tailandia y Alemania. La apertura comercial hace rato que viene parándose. Y del peor modo. Con mecanismos extra tarifarios. Sin contar que las materias primas alimenticias nunca fueron beneficiadas con la libertad. El Tratado entre Países del Pacífico (TPP por sus siglas en inglés) es el resultado de una nueva concepción, la integración regional. O para ser más sinceros, la protección aduanera con alguna excusa. Lo que este acuerdo significa es que sus miembros se comprarán entre ellos, sobre todo porque, además de eliminar recargos, se han eliminado a aliviado las restricciones no tarifarias. También unifica reglas en la resolución de disputas, marcarias, medioambientales y expande el dominio comercial de los Estados Unidos sobre los once países e impone normas unificadas a cambio de asegurarles su mercado. La Argentina se queda afuera de estas posibilidades por varias razones: a) no pertenece al Pacífico; b) su unión paralizante con el Mercosur y c) las commodities alimenticias siguen expresamente excluidas de las reglas globales de libre comercio. Es el momento ideal para repensar el posicionamiento geopolítico y también de política internacional de la Argentina. El Mercosur, estúpidamente desviado a ser un monigote de politiquería interna barata, con un ridículo Parlasur, debe ser repensado o eliminado si no se puede transformar en un mecanismo útil de negociación e inserción mundial.




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