Nunca sacó fotos de los miles de trajes que confeccionó. En cambio, prefirió no perderse una sola noche de la Estudiantina posadeña en los últimos 35 años, porque allí, sobre el onírico asfalto, entre lentejuelas y redoblantes, todo su esfuerzo cobra sentido. Isabel Ansaldi es una artesana de la costura que desde hace más de tres décadas le da rienda suelta a la fantasía. Desde que decidió estudiar costura con “la japonesa” (una diseñadora muy renombrada en décadas pasadas en la capital provincial) su vida transcurrió entre el bullicio y las demandas de los chicos y chicas que, generación tras generación, llegaron a su taller de la calle Catamarca para que transformara lo imposible en un bello traje lleno de brillos. Hoy tiene 66 años y más de cuarenta sobre la máquina de coser, pero en sus ojos brilla una energía muy especial que seguro se retroalimenta del contacto permanente con la juventud de sus clientes. Nació en Santo Tomé, por lo que siempre disfrutó de los carnavales. Y cuando llegó a Posadas recién casada, vio en la Estudiantina la posibilidad de desplegar todo aquel espíritu carioca que le bullía en la sangre fronteriza. Por años fue la costurera oficial de colegios como la Comercio 6 o el Santa María. Amaneció cientos de veces sobre las telas para llegar a tiempo con los encargos que sumaron hasta 300 o 400 trajes de una sola vez. Y mientras los años pasaban, ella fue testigo privilegiada de la transformación de nuestra sociedad, de nuestra juventud. “Yo no coincido con los que dicen que nuestros jóvenes son tal o cual cosa; yo conozco y conocí a miles y te puedo asegurar que el 99% de los de antes y de los de ahora son chicos y chicas buenos, educados, amables, respetuosos. Lo que cambió es el acompañamiento o la atención de los mayores, eso sí se ve. Antes al taller venían las madres y decidían todo. Hoy los chicos deciden y los padres acatan, es que por ahí por el trabajo de los papás, los chicos se crían solitos. Puede haber un grupito de chicos que no se porta bien, yo no digo que no, pero son los menos, y eso existió siempre”, dice con la autoridad de quien habla porque sabe. Para Isabel, la Estudiantina posadeña siempre fue una herramienta poderosa y única en el proceso de madurez de los adolescentes. “Cada chico que interviene se compromete y se hace responsable de su parte. Aprende a cumplir horarios y a aceptar un orden jerárquico que ejerce un compañero que se ganó ese puesto. Siempre digo que la Estudiantina es una escuela de líderes, porque va destacando al que se esmera y no al que espera que lo pongan a dedo. Yo creo que si le diéramos esta fiesta a un grupo de adultos, no la podrían hacer”, dice. Reconoce que hay muchos padres que acompañan y aportan desde un respetuoso segundo plano, pero que hay otros que “entienden todo mal, arman líos enormes, y eso con los chicos prácticamente no pasa”. Como contrapartida, destaca un punto a favor de los padres de hoy: “Veo muchas más chicas que entran a los ensayos recién después de junio o julio porque los padres esperan ver la libreta primero para autorizar que participen. Eso es bueno, muy bueno”. Más cambios, la misma esenciaA lo largo de las cuatro décadas que Isabel compartió esta pasión posadeña con las distintas generaciones de estudiantes, también vio que hay fórmulas que no fallan. La pasión fue, es y será el gran motor de los logros de la humanidad, y la pasión de los estudiantes por su fiesta es la que mantiene viva una tradición única en el país. “En la Comercio 6 hay chicos con grandes carencias económicas y vieras todo lo que hacen para poder hacerse los trajes y participar; trabajan vendiendo empanadas, alfajorcitos, van pagando de a cincuenta, de a diez pesos, y más desde que disminuyó la cantidad de chicos que pueden viajar a Bariloche. Es como que ante la imposibilidad, le ponen mucho más energía a la Estudiantina porque va a ser el gran recuerdo que les quede del secundario, cuando antes era el viaje de egresados”. Qué placer escuchar a esta mujer experimentada que comprende tan profundamente el corazón de nuestros chicos, incluso más de lo que algunos padres conocemos. Ahora ya no puede amanecer cosiendo y las horas que le dedica a los trajes son menos, pero sigue involucrada la Estudiantina, los trajes de las tres mejores escuelas de danzas de la ciudad y sus festivales, los disfraces de obras de teatro y hasta de los fanáticos del cosplay, chicos y chicas que se disfrazan de sus personajes preferidos del manga y el animé y que la obligan a ver videos y a mantenerse “a tiro” de las tendencias. Por la mañana sigue yendo al Ministerio de Turismo, donde trabaja desde hace años en atención al público, y por la tarde se sumerge de lleno en ese pequeño espacio en el que reina la máquina de coser y en el que flotan los gnomos y duendes de la fiesta mayor de Posadas. Como aquel personaje misterioso y apasionado de Cortázar, la maga nada en mundos metafísicos y transforma una y otra vez los pedazos de tela en un conejo que, oh sorpresa, vuelve año a año a salir de la galera. Por Mónica [email protected]




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