POSADAS. Mario Alvarenga (63) se desempeña como enfermero en una empresa de emergencias médicas y desde hace seis años conjuga su trabajo con el rol de capacitador, instructor y evaluador en el área de Seguridad Vial de la Escuela Municipal de Tránsito y Educación Vial con el propósito de ir revirtiendo la cultura del tránsito, a la que considera una problemática mundial. Es un apasionado del tema al punto que lo lleva “bajo la piel” y hasta el año pasado se ocupó de transmitir con igual énfasis esta enseñanza a niños de cuarto grado de las escuelas de la ciudad porque cree que a esa edad los chicos ejercen una fuerte presión sobre los padres y pueden ayudar a corregir ciertas conductas erróneas. “Comenzamos a ‘atacar’ a los de cuarto tratando de enseñarles sobre la propia seguridad y todo lo relacionado a la seguridad vial porque es una etapa donde el niño empieza a formarse y es muy controlador, a diferencia de los de doce o trece años que entran en una fase de rebeldía”, relató. Buscaba que la charla fuera divertida, con proyección de imágenes, dibujos animados o caricaturas. Y si bien es cierto que trataba con chicos de ocho o nueve años, “era un trato un poquito adulto”, enseñándoles que como usuarios de la vía pública hay reglas que se deben respetar. “El peatón no está exento de la responsabilidad o de la seguridad del tránsito, y es el primer transgresor, por eso hay personas que cruzan una arteria a mitad de cuadra. Fuimos hablándoles, haciendo tomar conciencia, que el paso del peatón es por la senda peatonal que a veces no está marcada pero es la esquina o la prolongación de la acera”, explicó Alvarenga que, además, se desempeñó como policía durante 25 años. Insistió con que a esa edad son “muy participativos y se comprometen” y contó que el trabajo se concretó mediante el juego y a través de formulación de preguntas como, por ejemplo, ¿qué edad tiene que tener un niño para jugar en la calle? Algunos apostaban 8, 12, 18, cuando en realidad el niño nunca tiene que jugar en la calle. Para eso están los lugares de esparcimiento porque la calle no es un lugar de juego sino de tránsito y como tal requiere de responsabilidad y conciencia. Otra de las cuestiones planteadas era ¿cuantos años tiene que tener un niño para ir sentado en el asiento del acompañante? “Le hacíamos ver que hasta los diez años tienen que ir atrás y con el cinturón puesto, explicándoles las razones”. Insistían que no permitieran que el papá o la mamá utilizara el celular mientras condujera y que invitara a que detener el vehículo para contestar la llamada. El trabajo giraba, fundamentalmente, en torno al uso del cinturón, del celular, el respeto por las reglas, comportarse como un buen peatón. “Creemos que a los ocho o nueve años da muy buen resultado porque recogíamos alguna información que con calidad, respeto, sutileza, le decíamos que traten de hablar con los padres”, acotó Alvarenga, que a pesar de los años sigue haciendo cursos en la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), asistiendo a capacitaciones y congresos.En la Escuela de Tránsito esos temas también se trabajan con los adultos porque se acostumbra a dejar todo a las autoridades, al inspector, al control y a las leyes. “¿Y nosotros qué?”, se preguntó, y recordó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera al siniestro vial como una endemia mundial lo que quiere decir que esta problemática requiere del compromiso de todos los sectores. Cada uno tiene un rol que cumplir. Cuando la mujer conduce ¿por qué el acompañante permite que atienda el teléfono mientras maneja y no dice nada? O ¿por qué no se pone el cinturón cuando va de acompañante? “Es porque no existe conciencia que un individuo suelto dentro del habitáculo de un vehículo es un proyectil capaz de ocasionar la muerte a quienes van con el cinturón puesto en caso de un impacto o detención en cero de un auto en un siniestro. Entonces ¿qué cuesta comprometernos un poquito más y tratar de corregirlo?”, cuestionó. Enfatizó que conducir viene de conducta, no de manejante o manejador. “El que toma el volante tiene que tener una conducta capaz de respetar todo lo que está afuera pero controlar lo que está adentro. Tratar de no tener nada suelto dentro del vehículo: una computadora, un bolso, una mascota, un niño. Hay padres que llevan a su niño al volante, parejas que van con su niño parado en el medio, suelto. ¿Ese es el producto de nuestro amor y lo cuidamos de esa manera? Cuando impactamos contra algo o frenamos por un obstáculo determinado ¿qué pasa con ese niño que viene parado en el medio? Pasa el parabrisas y deja su zapatito en el torpedo. Es por eso que de alguna manera hay que empezar a cambiar. Pero para poder hacerlo se necesita primero que conozcamos, nos informemos, capacitemos, y empezar a trabajar al respecto”.“Estoy muy contento con el trabajo que hago. Sé que es la única forma de hacer un aporte a la comunidad y cuando uno trabaja con amor a la vocación como el que yo siento, los honorarios pasan a un segundo plano. A veces la recompensa no es tal” pero con el tema de seguridad vial o primeros auxilios recorrió el país capacitando a choferes de empresas de transporte, forestales, y “es muy reconfortante”.Alvarenga, que se recibió de instructor de primeros auxilios en La Plata, es un referente en la materia pero no espera títulos ni reconocimientos “porque sencillamente hago lo mío, cumplo con un deber, veo las cosas en la calle y trato de corregirlas”. Al borde de las lágrimas, admitió que con 63 años y nueve nietos tiene ganas de “parar un poco” porque “estoy todo el día afuera y tengo una deuda con una gran parte mía que es la familia”. Se habla pocoSegún Alvarenga, a través de la Escuela de Tránsito se trata de revertir lo que pasaba hace unos años donde con dos o tres señales que se respondían bien, obtenían el carnet y “así está nuestro tránsito, ocasionando una infinidad de víctimas”. A los cursos vienen personas que conducen hace 40 o 50 años y, “a veces, nos miran como diciendo qué nos van a enseñar si hace tanto manejo, pero cuando se retiran, nos aplauden, nos felicitan y dicen que realmente se van sorprendidos por haber aprendido cosas qu
e en 50 años nunca escucharon porque no había una escuela de capacitación”.Como enfermero, se desempeña en la estación de peaje de Fachinal y su corredor es la ruta 105 donde contó que se producen innumerables lesionado y víctimas. “Hay personas que mueren pero muchas quedan lisiadas y así, quienes eran sostén de la familia, pasan a ser la carga, y de eso no hay registro ni estadísticas. Muchas veces se calcula que hay una víctima diaria de accidentes en Misiones y terminó la historia pero ¿y los que quedaron con discapacidad a consecuencia del siniestro?, ¿y los daños materiales? ¿y las víctimas con lesiones permanentes?, ¿o transitorias que no pueden trabajar por seis meses?. Son cosas de las que se habla poco y a las que hay que prestar atención”, sostuvo.





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