BUENOS AIRES. Durante la madrugada del domingo, a los 83 años, Jorge Álvarez murió en el Centro Gallego, luego de una internación de tres semanas.Cuando era chico, alentaba en el Monumental a La Máquina, esa aplanadora que fue River en los años 40. La sastrería paterna pagaba choferes y chalets, y Álvarez soñaba con ganarse la vida jugando al póquer, al fútbol o apostando en el hipódromo. En su familia lo querían contador pero, poco atraído por los números, empezó a trabajar en una librería jurídica que también editaba libros. Cuando le dijeron que no a su idea de publicar una biografía de Eva Perón escrita por David Viñas, supo que el mayor activo de cualquier editor es su catálogo. Así que en 1963 fundó Editorial Jorge Álvarez y empezó a convertirse en uno de los gestores culturales -primero en el mundo de la literatura, después en el de la música- más importantes de los años 60 y 70. Fue protagonista porque, tan atraído como por las carreras de caballos, apostó fuerte en el mundo literario: la biografía a cargo de Viñas no llegó a editarse, y su sello debutó con Cabecita Negra, de Germán Rozenmacher. Entre 1963 y 1968, publicó Los oficios terrestres, de Rodolfo Walsh; La traición de Rita Hayworth, primera obra literaria de Manuel Puig; Responso, la primera novela de Juan José Saer; Invasión, que compiló los primeros relatos de Ricardo Piglia; y Los pollos no tienen sillas, el único de libro de Copi que salió en Argentina mientras el autor estuvo vivo. Fue Álvarez quien convenció a Quino de que las tiras de Mafalda se compilaran en libros, y el primero en editarlas; quien se reunió con Roland Barthes para publicar en español El grado cero de la escritura y quien logró que en las librerías los compradores preguntaran por el nombre de su editorial más que por el de los autores.Mientras la editorial aumentaba su fondo, Álvarez le propuso a Daniel Divinsky que abrieran otro sello y en 1966 se fundó De la Flor. Por esos años, era el centro de las reuniones literarias que se celebraban en la librería que él dirigía en Talcahuano 485. Lo triste es que no pudo sostener el proyecto, su creatividad no iba acompañada de la estabilidad y el respeto que hubieran merecido los autores, traductores y colaboradores de la editorial. Fue el primero en publicar a Walsh, Saer, Piglia, Quino y Manuel Puig, pero no pudo mantenerlos más que por un corto tiempo. “Jorge Alvarez fue el editor más revulsivo e imaginativo de los 60, con él se iniciaron muchos autores de la Argentina hoy consagrados”, reflexionó Horacio González, director de la Biblioteca Nacional.





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