COLONIA CARLOSCAR, Santo Pipó. Un sinfín de caminos sinuosos, rodeados de cerros verdes y chacras son el escenario donde se erige la Escuela 368, una humilde institución a la que concurren 38 alumnos y que sólo cuenta con un cargo de director y un maestro de grado.Dentro del predio de la institución se levantan tres pequeñas casas. La de madera es lo que queda del edificio en el que se fundó la escuela, allá por 1956. Por delante aparecen las nuevas construcciones de material, en donde todos los días los alumnos aprenden a sumar, restar y analizar oraciones. Hay dos turnos y grados múltiples. En el turno mañana funciona cuarto, quinto, sexto y séptimo grado, sumados al primer y segundo año de secundaria. Por la tarde, el nivel inicial, primero y segundo. “Los chicos son muy educados, nada que ver con el pueblo”, aseguró el maestro Saúl Coutinho a PRIMERA EDICIÓN. Durante la jornada de escuela los chicos también se encargan de la huerta y el invernadero en construcción. Conocen los pormenores de ese trabajo porque lo ven en sus casas. “El año pasado plantamos perejil. Este año estamos por plantar de nuevo, porque nos dio mucha rentabilidad. Con los alumnos preparamos los macitos y vienen a buscar las camionetas. Los productores los llevan a Posadas, para venderlos en el Mercado Central. Así tratamos de fomentar la cultura del trabajo”, dijo Coutinho. No es nada difícil, porque los chicos la tienen bien incorporada. Muchos trabajan en las chacras con sus padres y, en varias ocasiones dejan de ir a la escuela porque es temporada de trabajo. “Cuando llueve los chicos no vienen porque viven todos en la chacra. Hay muchos chicos que se ponen a trabajar y dejan de venir a la escuela. Llamamos a los padres y hacemos todo lo que está a nuestro alcance, pero no vienen igual porque están trabajando”, se lamentó el docente. Colaborar entre todosLa escuela no tiene más que el director y el maestro de grado. No tiene cocineras ni porteros ni profesores o maestros especiales. “Se ha hecho el pedido de una maestra de nivel inicial para diez alumnos, han quedado en mandarnos pero aún no ha llegado nadie”, aseguró Coutinho.Cocinan los docentes y limpian entre todos, con la ayuda de padres que se acercan a colaborar. “Hay ayuda de toda la comunidad: la Municipalidad de Pipó manda a cortar el pasto, la gente trae leña, los grupos de padres o los chicos ayudan a baldear”, indicó el maestro. El nuevo piso cerámico de la escuela se hizo vendiendo rifas y empanadas entre todos. “Se compró todo el material necesario y desde la Municipalidad enviaron albañiles para colocar la cerámica”, contaron. Un poco de historiaHay discrepancia en cuanto al año de su fundación: los más viejos de la zona dicen que funciona desde 1952, pero una placa en la pared de la institución indica que su fundación fue en 1956. Lo cierto es que fue Olinda Caballero de Regalado quien dio el puntapié inicial para esta escuela. Esta vecina de la zona se quedaba muy preocupada cuando sus siete hijos se iban solos caminando siete kilómetros que los separaban de la escuela más cercana. Entonces escribió al Consejo General de Educación (CGE) solicitando una escuela para la zona. La respuesta fue positiva y comenzaron a construir la escuelita de madera. “Entonces la institución tenía 290 alumnos”, cuenta su nieta, María Araldi. Con el paso de los años fue perdiendo ese caudal de alumnos, pero no la calidad. “El nivel de los egresados es muy bueno. Muchos continúan con su formación en la Escuela 420 de Colonia Yacutinga, ubicada en Gobernador Roca, y tienen uno de los mejores promedios”, rescataron los maestros. Es la escuelita rural en la que crecieron y se formaron cientos de habitantes de la zona durante los casi sesenta años que tiene de vida. “Estamos orgullosos de nuestra escuelita”, repiten todos al unísono.




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