POSADAS. Otra vez los arroyos El Zaimán y Estepa arrasaron con las 180 olerías del barrio El Porvenir I, llevándose adobe, herramientas, lonas, esteras y demás insumos para la producción de ladrillos. Las intensas lluvias registradas en el sur de Misiones durante el domingo y el lunes se llevaron también la posibilidad concreta de que las familias tengan con qué subsistir durante los próximos tres meses, ya que no podrán cumplir con los compromisos con sus compradores ni lograron salvar las huertas que servían de refuerzo nutricional. Son 300 las familias, con un millar de chicos, las que volvieron a ser protagonistas involuntarias de un drama social que se reedita cada vez que el clima se muestra implacable, pero que se supone que no debieran padecer porque la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) los relocalizó en este paraje para evitar, justamente, que la elevación del embalse los dejara bajo agua. La “crecida” mostró un particular encono con las esperanzas de los oleros. El agua llegó de noche y subió más allá de los límites anteriormente registrados. Los vecinos del asentamiento -ubicado a diez kilómetros de la ciudad, al fondo de la avenida Fernando Elías Llamosas, que pasa por el costado del Club Tacurú- creen que las obras de canalización y entubamiento del arroyo El Zaimán generan un “embudo” que impide el escurrimiento de todo el volumen que se viene desde los terrenos más altos buscando la salida al Paraná. “El agua llega a la parte de obras, se tranca y vuelve”, describieron los afectados.Tres meses sin nadaLas pérdidas que sufrieron son totales, según calcularon al ver el despojo de cada unidad productiva. Pero, a diferencia del tratamiento que da el Estado a los productores agropecuarios cuando sufren afectaciones por causas climáticas, para ellos no habrá ayuda oficial si se repite la actitud indolente de los funcionarios, que ya el año pasado los dejaron esperando. “La inundación grande del año pasado también nos llevó todo, nos pidieron un relevamiento y llevamos todo a Desarrollo Social. Declaraciones juradas, listados, todo hicimos. Nos prometieron una ayuda pero no pasó nada”, contaron en el barrio, desesperanzados de antemano. Con la mirada cansada, Julio Lima evaluaba el tiempo que le llevará recuperarse: “Tres meses hasta que pueda volver a comprar las herramientas, la materia prima, las lonas si no llueve más… Nosotros pagamos la arena y el aserrín a cambio de ladrillos, así que se va a poner duro porque si no quemamos ladrillo, quedamos debiendo. Voy a tener que hacer changas hasta que pueda recuperar aunque sea una parte”, calculaba. Ayer tuvo que olvidarse de sus ladrillos por un rato cuando la urgencia golpeó a su puerta. Con el agua tapando las calles de entrada al barrio, no le quedó otra que sacar en carro a su esposa y a su nieto de 30 días para que llegaran al hospital. Tras volver del nosocomio, la esposa, Beatriz Pérez, resumió: “Tenemos la producción más antigua, pero ninguna ayuda. Hay muchos chicos y todos somos trabajadores. Necesitamos que nos consideren”.





Discussion about this post