AZARA. La parroquia San Antonio de Padua de esta localidad cuenta con un sacerdote con una larga trayectoria y cientos de historias que contar. Enrique Grosse-Darrelman es alemán y llegó a hacerse cargo de esta parroquia en 1999. Pero antes había pasado por muchas cosas, desde un intento de asesinato cuando era párroco en una iglesia en Colombia, en su juventud, lugar donde predicó la palabra de Dios durante 28 años, hasta un cáncer que lo mantuvo unos años en su alemania natal, alejado de la profesión que eligió como sacerdote. Y con valentía y fe, venció todos y cada uno de los obstáculos que la vida le presentó, y está al frente de la Parroquia de Azara a sus 82 años, con 50 años de sacerdocio, guiando como un buen pastor al rebaño del señor en la fe y en las obras, ya que el padre Enrique encabeza todos los emprendimientos que puedan ayudar a la comunidad, como por ejemplo, impulsó y trabaja en el Hogar Juan Pablo II, destinado a abuelos carenciados que pronto comenzará a funcionar a pleno. El padre Enrique contó a PRIMERA EDICIÓN que tras su recuperación del tratamiento de un cáncer que lo mantuvo en Alemania, le informaron que ya estaba listo para volver a sus actividades y que “mi destino era Azara. Antes de irme a Alemania, estuve en la parroquia de Eldorado cuando volví ya lo hice acá. Trabajamos muy bien con vecinos acá, y con la gente de Cáritas. Con ellos fue que nos percatamos que había muchos abuelitos pasando por situaciones difíciles y comenzamos a trabajar para abrir un hogar para ellos. Hicimos todos y cada uno de los pasos exigidos por las leyes y logramos construir y equipar el Hogar Juan Pablo II, tienen 20 camas, sala entretenimiento, cocina, todas las comodidades para los abuelos. Lo único que nos está faltando para que comience a funcionar totalmente es el personal que se va encargar de los abuelos, que también lo estamos solucionando. Trabajamos codo a codo con el Pami para lograr esto”, contó. También abrió una sala velatoria gratuita y para todos los credos en el predio de la parroquia. El sacerdote está acostumbrado a los desafíos y al trabajo, ya que tuvo que pasar por distintas situaciones, como en Colombia, en los años duros de ese país, cuando estuvo en Medellín que fue su primer destino como sacerdote. “Estuve allí 28 años y recuerdo que un día regresaba a mi parroquia y un hombre me pidió que lo acercara a su casa. Lo llevé y allí me ofrecieron café, después de tomarlo me desmayé, cuando me desperté estaba en el hospital. Me habían envenenado para robarme y me tiraron a un basurero. Me encontró una enfermera que pasaba y me reconoció, me salvé por milagro de Dios”, eran tiempos difíciles dice.





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