SAN VICENTE. La Justicia dispuso la prisión preventiva del hombre acusado de rociar con combustible y prender fuego a su mujer frente a sus tres hijos, en un lamentable episodio ocurrido el 24 de noviembre de 2014 en la localidad de Colonia Fracrán.La víctima, identificada como Yolanda Noemí, de 40 años, falleció el 2 de enero de este año en el sector de cuidados intensivos del hospital Escuela “Ramón Madariaga”.La acusación fue formulada por el fiscal de Instrucción 3 de San Vicente, Rodolfo Andrés Cáceres, quien acusó al atacante del delito de “homicidio agravado por el vínculo”.Esta calificación podría llevar a Rafael Arcángel (se omite el apellido para no revictimizar a los menores de edad), de 44 años, a una condena a prisión perpetua.En su resolución, el juez obereño, Horacio Heriberto Alarcón, dispuso el traslado del hombre sujeto a proceso a una unidad penal de mayor seguridad. El calvario que vivían los tres niños y su madre era de tal magnitud que después de que los menores contaran detalles de su vida, vía Cámara Gesell, nadie pudo contener las lágrimas. Ni los funcionarios más avezados, acostumbrados a estas lides, en las que son testigos de situaciones que ni Hollywood podría reproducir, soportaron tanta tristeza.El accionar de Arcángel fue cruel, impiadoso. Tras la espeluznante agresión, este hombre, si merece esa calificación, dejó a la víctima en su casa, tirada en la cama, pese a la gravedad y complejidad de las lesiones que padeció.Sólo Dios sabe cuánto sufrió antes de recibir las primeras curaciones y después también.Las declaraciones de los niños en Cámara Gesell resultaron de una importancia clave para la resolución de la situación procesal del imputado, porque los instructores tuvieron una idea clara de la conducta y accionar del monstruo que habitaba con los niños.Dicen que el arrepentimiento es un estado emocional, pero la culpa es una carga insoportable llevar. Un historial de violencia y vejacionesEl testimonio que brindaron los tres hijos de la pareja, todos menores de edad, fue clave para comprender la magnitud de la crueldad con que actuaba el padre.A través de ellos, que declararon en Cámara Gesell, se supo que las golpizas eran habituales hacia la madre. Pero no terminaba allí la funesta historia. La violencia impiadosa se extendía hacia ellos.Uno de los chicos relató que en una ocasión, incluso, llegó a atarlos con una soga al cuello y amenazó con ahorcarlos ante la desesperación de la madre que imploraba que no lo hiciera.No trascendió con quiénes crecerán y se criarán, pero es de esperar que sea en un ambiente mejor. Sobre sus espaldas llevan la cruz de haber visto el inicio del final para su madre, todo por la maldad de un femicida.





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