APÓSTOLES. Diminuta de tamaño pero enorme de actitud, Paz Ferreyra ha convertido a la palabra en un arma de destrucción masiva. Destrucción de la discriminación, de la pacatería, de la explotación y cosificación de la mujer, y de las convenciones a las que nos tienen acostumbrados géneros como la cumbia y el reggaeton. Miss Bolivia, su alter ego artístico, le puso contenido político y social a estos estilos históricamente criticados por sus vacíes de mensaje, misoginia o apologías de dudosa conveniencia. “Claro, si bien no toda la cumbia y reggaeton responden a esa descripción, seguro que son terrenos fáciles para la misoginia o vaciamiento de contenidos, abuso de género, homofobia y discriminación en general”, expresó la también licenciada en Psicología, “pero ante estos síntomas, ¿qué mejor que medicarlos transformando esa mierda en medicina. Es resistir contra la misoginia desde adentro del propio estilo?”.La artista reconoce que, ya sea consciente o inconscientemente, hay una conexión entre el mensaje de sus canciones y su anterior profesión… “Creo que nunca dejé de practicar la psicología, siento que hay muchas formas de practicarla. El dispositivo no necesariamente tiene que ser el diván, también puede ser un micrófono, una canción o una fiesta. Una pista de baile puede sanar, ni siquiera soy la que lo hace, yo soy sólo el canal. Creo que en el baile y en la fiesta podemos encontrar una psicología preventiva. Un pueblo que baila y se hace preguntas es un pueblo más fuerte. Psicológicamente, a nivel comunitario, podemos, a través del arte como herramienta transformadora, sanarnos a nosotros mismos como pueblo”.La historia previa de Paz Ferreyra es tan intrincada como sus rimas a la hora de cantar; aún adolescente, recorrió parte de Estados Unidos siguiendo las interminables giras de Grateful Dead y vendiendo sandwiches en los shows; volvió a Buenos Aires, cursó Letras un tiempo, dejó y se pasó a Psicología, donde se recibió.




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