PUERTO ESPERANZA. “Vivimos porque Dios es grande”, afirmó Lucía Justina Cano, que, junto a su hija Carla, vive en medio de un bananal en el barrio Primavera de esta ciudad, en una humilde casita de retazos de madera de dos metros por tres, cubierta por un plástico negro. Las dimensiones de la casa les permite tener dentro sólo una cama y un pequeño armario y su endeble estructura es totalmente permeable a las inclemencias climáticas y a todo tipo de alimañas. En primera personaA través del pedido de unas vecinas preocupadas por la situación en que sobreviven ambas, PRIMERA EDICIÓN se acercó hasta el barrio Primavera. Desde la estrecha callecita de barro y en medio de un bananal, apenas se divisa la pequeña casilla donde madre e hija pelean día a día para poder seguir. “Hago changas” confió Cano. Luego agregó: “Limpio, cocino, lavo, hago pan, hago todo lo que puedo. Casi todos los vecinos son tareferos y yo me ocupo de ayudar en sus casas porque las familias enteras, cuando hay yerba, van a trabajar. Ellos me ayudaron a juntar las tablas para hacer la casa hace ya dos años. Es que mi marido me dejó y yo quedé sola con mi hija. Cobramos la asignación, que son 500 pesos, y con eso no podés pagar un alquiler y comer, con eso no podés vivir”. Dijo que armaron la casita y “gracias a Marcelo G., que nos donó el plástico, pudimos poner el techo”, agradeció la mujer, que, señalando la vivienda, agregó: “Como puede ver, apenas entra la cama, en ella dormimos junto con mi hija, porque tenemos sólo un colchón, pero además otra cama no entra”.A la intemperieDada la fragilidad del techo de plástico y el estado de las maderas de la casa en general, las mujeres viven prácticamente a la intemperie. “Cuando hace frío, sufrimos; cuando llueve nos tenemos que arrinconar para no mojarnos mucho. La última lluvia se me arruinó una bolsa de harina y ¿sabe usted lo que cuesta comprar una bolsa de harina?”, interrogó. “Tampoco podemos cocinar porque acá dentro no tenemos dónde, así que a veces los vecinos me dejan ir a hacer un pan y les pago haciendo uno para ellos. Por mi trabajo recibo yerba, harina, mercaderías y algunas veces algo de plata, pero no alcanza, estamos a la buena de Dios, porque hasta ahora los políticos siempre me mintieron. Llevo más de un año pidiendo al Municipio y siempre me dicen ‘mañana, mañana’ y nunca vienen. Una vez sacaron fotos y me dijeron que me vino un techo, pero fue hace más de un año y no volvieron nunca más”, recordó. Que entiendan la necesidad“He matado víboras, tarántulas, la casa es muy abierta y los bananos traen muchos bichos, es peligroso y, si llega a pasar algo, ¿cómo aviso al hospital? Van a tardar y cuando lleguen, ya es tarde”, dijo.“Eso me provoca mucho miedo por mi hija, por eso es que pedí y sigo pidiendo ayuda, sólo necesitamos unas tablas y un techo. Ojalá que, a través de este diario, algún funcionario vea y nos ayude. O la gente, alguien que entienda nuestra necesidad, por mi hija que tiene diez años y va a la escuela para tener un futuro mejor, por nosotros. Soy una mujer trabajadora y valiente, pero a veces siento que las fuerzas se me van”, concluyó.




Discussion about this post