POSADAS.- Hace un año y cuatro meses que el giro postal está en el correo en Posadas, desde que fue “rechazado” por su destinatario. Son los 1.450 pesos de la jubilación que el obereño Telmo Bazán le donó al gobernador Maurice Closs para que “pase una feliz navidad” con el fin de que “le de uso a esa plata que a ningún jubilado le alcanza para vivir”. Ayer este mismo jubilado, conmovido por la historia del abuelito abandonado en la chacra 187 de Posadas que publicó PRIMERA EDICIÓN, decidió que el lunes retirará el giro que jamás fue aceptado por el primer mandatario, y con esa plata comprará alguna mercadería, una frazada y algún abrigo para Francisco Benítez, que vive a la intemperie. “Me siento tan identificado”, dijo Bazán para justificar el motivo por el cual finalmente le cambiará el destino a su magra y vergonzosa jubilación. Es que “si tuviese que vivir con este monto, realmente estaría en la misma condición que don Francisco”. “Lo vi y me vi a mí mismo y a miles de jubilados provinciales que subsisten con ayuda de otros, porque no les alcanza para nada lo que cobran mes a mes”, agregó. Tan indignado como antes, Bazán no se permite bajar los brazos en su intención de hacer visible la indignidad en la que viven muchos jubilados. “Una sociedad que desecha a los ancianos es perversa”, expresó, parafraseando al Papa Francisco, que dijo exactamente lo mismo en marzo pasado. Dos historias que se unenPRIMERA EDICIÓN contó la historia de Francisco Benítez, un abuelo de 73 años que fue peluquero toda su vida pero que hoy se encuentra abandonado y viviendo de la caridad en la chacra 187 de Posadas. La foto de Francisco a la intemperie, el relato de la manera en que espera por horas parado bajo el pequeño toldo a que pasen las lluvias porque el espacio ni siquiera cubre el precario colchón que le sirve de cama, causaron en el jubilado Telmo Bazán un profundo impacto. Telmo trabajó toda su vida y aportó 23 años a la Provincia y más de 20 años en la industria de la construcción. Hace una década, llegó al momento del retiro con un sueldo de siete mil pesos mensuales, pero su jubilación fue muchísimo menor, porque se liquidó sobre los aportes “en blanco” y el sueldo básico. En 2013 su recibo de jubilado acusaba la lastimera suma de 1.450 pesos y hoy, casi año y medio después, apenas llega a los 1.750. Durante años reclamó una actualización, sin respuesta alguna. Agotó todas las instancias de diálogo para que revean su caso. Pasó días y días insistiendo ante el Gobierno provincial y el Instituto de Previsión Social. Horas y horas esperando afuera de los despachos, pero nadie le dio una respuesta más allá del “así nomás es” tan misionero. Con su dignidad intacta, enojado e impotente y en nombre de todos los jubilados provinciales de Misiones, antes de la navidad de 2013 decidió donarle su jubilación a Closs. Su idea fue hacer visible lo que pasa en la vida de la gente cuando los discursos van por un lado y la realidad por el otro. Y tuvo un relativo éxito, porque su caso trascendió en todos los medios de prensa del resto del país. El éxito fue relativo justamente porque el único que parece no haberse enterado fue el primer mandatario, quien jamás le contestó a Bazán, ni mandó a rever su situación, ni accedió a los pedidos de audiencia. Tampoco quiso aceptar el donativo: el giro postal volvió “rechazado” a las oficinas centrales del Correo Argentino en la capital provincial, donde todavía está. Un mejor destino“Hace cuatro días averigüé y el giro sigue ahí. Me dijeron que puedo retirarlo, pero nunca quise, no quiero tocar un peso de esa plata porque para mi está manchada con el dolor de cientos de viejos, mojado con las lágrimas de los pobres maestros jubilados a los que hace siete años que no le ajustan lo que cobran… por eso se la doné al gobernador…” contó Bazán. Pero al leer la historia de Francisco “decidí que en vez de seguir esperando, puedo ayudar a un hombre del que también se olvidó el Estado. Es un ser humano, no podemos ser el granero del mundo yque se nos mueran los viejos de hambre”.“Desde el helicóptero no se ve”Telmo Bazán no quiere politizar su lucha, pero no puede evitar la crítica descarnada a la “ceguera” de los funcionarios encargados de definir las políticas destinadas a los jubilados y pensionados. “No puede ser que todos los jueves vayan los jubilados de Marea Blanca con los bastoncitos frente a Casa de Gobierno porque de alguna forma hay que llamar la atención. Los funcionarios tienen un hermoso discurso que no se basa en la realidad, es que desde el helicóptero, estas cosas no se ven”, dijo. “Tengo 77 años, siempre di a los mas pobres y ahora el más pobre soy yo. A mi edad estoy buscando trabajo. Si alguien cree que eso es justo, si alguien cree que no va a llegar a viejo, que por favor me explique en qué se basa”, agregó.Y finalizó: “abandonar a los viejos es un acto criminal. Hay que tener demasiado alto el espíritu para no caer el un desencanto espiritual y llegar a lo peor”. Sociedad sin futuroEn marzo pasado, el papa Francisco Bergoglio fustigó en su homilía a “la cultura del descarte que considera a los mayores un peso porque no producen”, sino que constituyen una carga y a quienes se los desecha. De ahí que muchas personas mayores – dijo el Obispo de Roma – vivan con angustia su situación de abandono. Y definió “perversa” a una sociedad sin proximidad, donde la gratuidad y el afecto van desapareciendo. También explicó que la Iglesia siempre ha valorado a los ancianos, dedicando un cuidado especial a esta etapa de la vida. Por esta razón – dijo Francisco – no se puede tolerar una mentalidad indiferente y de desprecio a los mayores. Al recordar que los jóvenes de hoy serán los ancianos de mañana, el Santo Padre concluyó diciendo que donde “los ancianos no son respetados, los jóvenes no tienen futuro”. Esclavo a los 77A pesar de sus 77 años y gracias a su buen estado de salud, Telmo Bazán al final se puso un quiosco en un barrio de Oberá. Trabaja de pie quince horas diarias para ganar un promedio de entre cincuenta y cien pesos por día. Con eso vive, o sobrevive, mejor dicho. Es que “si tuviera que vivir con lo que gano
como jubilación, tendría que agrandar la carpa de Francisco porque estaría en la calle. Esto le está pasando a muchos jubilados, no soy el único”. Después de cincuenta años de aportes y por la imposibilidad de sobrevivir con la jubilación, hoy se considera “un esclavo” del quiosquito que se lleva sus horas y días, y al que por suerte acuden los vecinos para comprar y darle una mano.





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