POSADAS. Una historia de amor, seguida de tragedia y ese notable encanto de época que traslada a los personajes en su más sublime entrega… “La traviata”, una ópera de Verdi, con el libreto basado en la novela de Alejandro Dumas (h) “La Dama de las Camelias”.Con una puesta en escena realista y ambientada en la París del siglo XIX, más de 120 músicos y bailarines recrean la tragedia de Violetta: una cortesana que debe enfrentar a dos grandes monstruos de su época, la tuberculosis (símbolo de la corrupción ajena que tortura su cuerpo) y la hipocresía de una sociedad clasista que la utiliza para luego descartarla. La excelente descripción de los personajes, mayor solidez en las construcciones dramáticas, y una orquesta más importante y rica.Para la puesta en escena realizada en el Teatro Lírico se contó con los elencos dependientes de la Dirección de Orquesta de Cámara y Coro Estable dirigidos por el maestro Emilio Rocholl, el Ballet del Centro del Conocimiento dirigido por la maestra Laura de Aira y participan también las áreas de escenotecnia y talleres de escenografía del Centro del Conocimiento. La dirección escénica corresponde a María de la Paz y María Concepción Perre, la escenografía y vestuario a Luciana Fornasari y Adriana Maestri.Fue la primera ópera en la cual los actores usaron trajes contemporáneos de la época (smoking y vestidos largos de dama a la usanza francesa o inglesa) ya que hasta ese momento, las óperas siempre usaban trajes históricos, correspondiente a siglos pasados u otras civilizaciones (tal como pasó en Aida donde usaban ropas del antiguo Egipto, Nabucco del antiguo Israel o Rigoletto que evocaba al siglo XVI del norte de Italia).Tanto el acompañamiento musical, como el vestuario, generaron ese ambiente ideal remontando al público a esa excelencia del sigo XIX, donde cada paso de la historia es contado por medio de actos y recurrentes estilos fijados en la danza clásica. Un salto impecable en el notable contraste que llevan los personajes centrales, mientras aquellos que están detrás también van marcando su lugar, con mensajes firmes desde el canto, la postura y la misma danza. Una manera de expresar que se aprecia desde el profesionalismo que componen esta interpretación, donde lo notable también pasa por ese conjunto de momentos que tiene la pieza, desde el encuentro en el patio de la casa hasta aquel impecable encuentro en el salón real.Está dividida en tres actos que respetan la estructura tradicional de presentación, desarrollo y desenlace. El eje dramático de la ópera está centrado en la protagonista, Violeta Valery, a diferencia de la novela de Alejandro Dumas centrada en su amante Alfredo Germont, y hace de ella un retrato aún más idealizado, mostrándola como un ser casi angelical. Entre esas etapas se pueden ver el relato lineal de la obra que se va interactuando por medio de la danza, sólo por momentos se puede quedar en un pleno silencio que se interrumpe con el resonar de la orquesta y ese acompañamiento de la música que da lugar siempre a la danza. El destable ballet, en puntas de pie y media punta va delineando cada paso. La pieza llega a su final, con la certeza de haber interpretado mucho más que una historia realmente reconocida, sino el relato de una pasión única contada por Verdi y llevada a notables escenarios. Indudablemente el público de pie agradece tanto virtuosismo y talento expresado en el canto y la danza.




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