BUENOS AIRES. El ilusionista René Lavand, considerado uno de los mejores del mundo en la cartomagia, falleció ayer, a los 86 años, en una clínica de la ciudad bonaerense de Tandil, adonde había ingresado el viernes.Lavand, que decía sentirse “amparado en la sutil mentira del arte” al realizar sus trucos, quien pese a contar con una sola mano era un experto en el manejo de naipes y en realizar trucos de ilusión, había ingresado horas antes a la clínica de Tandil, cuya municipalidad decretó tres días de duelo por el deceso de su embajador cultural.Nacido como Héctor René Lavandera, una tía suya lo llevó con siete años a ver un espectáculo, en el que quedó asombrado con la presentación de un mago llamado “Chang”.Pese a vivir desde su infancia en Tandil, estuvo unos años con su familia en la ciudad bonaerense de Coronel Suárez, donde sufrió un accidente de tránsito en el que perdió la mano derecha a los nueve años.A pesar del siniestro, Lavand practicó la cartomagia obsesivamente desde su infancia con la única ayuda de la mano izquierda hasta alcanzar un completo dominio de las barajas, gracias a un camino de autodidacta porque, “todos los libros y técnicas son para magos de dos manos”, solía decir.Tras trabajar como bancario hasta los 32 años, en 1961 ganó una competencia en la especialidad llamada manipulación y se lanzó como profesional actuando en la televisión y en teatros como el Maipo, Nacional y Tabarís. Desde 1983, viajó y obtuvo reconocimiento en Estados Unidos, Europa y Japón y llegó a realizar conferencias para sus colegas.Una de sus frases recurrentes fue “no se puede hacer más lento”, con la que desafiaba a los espectadores a descubrir sus trucos.El ilusionista acuñó incluso el término “lentidigitación”, en contraposición al de prestidigitación. Otra frase usada en la televisión ante un plano cercano fue “la cámara implacable no me deja mentir”.Sin embargo, la atracción de los espectáculos de Lavand no radicaba exclusivamente en la asombrosa manera en que superó su discapacidad, sino en las historias con las que acompañaba sus ilusiones, y en su manejo de la pausa y el silencio como recursos dramáticos.





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