EL SOBERBIO. En esta localidad, el día después, prácticamente todo el pueblo tiene una historia que contar. El violento asalto al Banco Macro marcó un antes y un después para sus habitantes, que desde las 8.10 del lunes pasaron de la tranquilidad a convivir con el miedo. El robo sumergió a todos en el terror, que continuaba ayer.Entre tantos relatos, el de Mauro Golke (28) no resulta uno más. Se trata del motociclista que se cruzó con los ladrones por la ruta provincial 2 y minutos después rescató al gerente bancario cuando fue abandonado por los delincuentes. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, relató los pormenores de aquel encuentro fortuito.“Regresaba de mirar unas viviendas que están en construcción, llegué a la curva y sentí que algo andaba mal”, explicó el joven, quien percibió con su sexto sentido lo que sucedería más adelante. El destino iba a cruzarlo con los delincuentes y lo transformaría también en protagonista.“Pasé la curva y ahí vi que venía la camioneta gris, a toda velocidad. El gerente del banco iba colgado de una puerta y el colono de la otra. Tuve que esquivarla porque casi me chocan. Ellos pasaron tirando clavos ‘miguelito’. Enseguida supe que habían robado el banco”, explicó Mauro, tras divisar al encargado de la sucursal y a los hombres armados.Sin pensarlo, el motociclista detuvo la marcha. “Paré y, cuando me di vuelta, los arrojaron a los dos al camino. Ahí le agarré al gerente. Temblaba y me decía ‘por favor, llevame al banco, nos asaltaron’. Él temblaba tanto que hacía temblar toda la moto”, reveló.Mauro aceleró por la ruta provincial 2 y recorrió en pocos segundos los dos mil metros que separan el lugar de la liberación de los rehenes con el banco. Llegó y dejó al gerente en la escena. Pero tuvo otra preocupación: “Enseguida pensé en mi cuñado, que es policía y custodia el banco, pero después me tranquilicé porque recordé que estaba de vacaciones”. Como tantos otros, su familiar se salvó porque así lo quiso la fortuna.Golke seguía ayer shockeado. Reconoció que en el pueblo falta ayuda de las autoridades provinciales. “Acá los policías no tienen chalecos ni nada”, aseguró, tal como afirmaron otros vecinos. Y confesó el trauma que afecta a todos en orillas del Uruguay: “Desde ahora vamos a tener que vivir de otra manera, el pueblo ya no va a ser el mismo”.





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