EL SOBERBIO. La vecina prefiere no dar nombres. Es que los disparos aún retumban en sus oídos. Atiende un comercio a diez metros del Banco Macro y su madre estaba en la sucursal junto a su sobrina cuando todo pasó. Su relato es estremecedor.“Fue la gente la que nos avisó. Pasaban corriendo y gritaban que estaban asaltando el banco. Empecé a temblar porque mi mamá y mi sobrina acababan de entrar”, relató la mujer, quien enseguida atinó a cerrar con llave las puertas del negocio y esconderse en la terraza. Antes de hacerlo, vio desde la caja a uno de los ladrones que copó la avenida San Martín.“Tenían armas de esas que se ven en las películas. Se escuchaban los disparos. Ahí estaban los policías, eran hormiguitas contra elefantes, pensé que los mataban a todos”, contó la comerciante, quien recién recuperó parte de la tranquilidad cuando sus familiares llegaron y golpearon a la puerta.La entrevistada abrió, volvió a cerrar y regresó a la terraza. “La tienda temblaba con los tiros. Ellos gritaban en portugués que, al que se movía, le ‘explotaban’ la cabeza. Se reían y decían que el 2 de marzo iban a volver”, rememoró. Al borde de las lágrimas, pidió que algo así “nunca más vuelva a pasar”.Paola y Lourdes coinciden. Madre e hija atienden un restaurante en la esquina de San Martín y Rivadavia, que recibió un balazo de grueso calibre que destruyó la puerta vidriada de acceso. No fue un proyectil cualquiera: ese mismo fue el que rozó la cabeza del gendarme que se salvó de milagro.“El peritaje dijo que la bala es la misma que casi impacta en el gendarme, y que se disolvió en el vidrio. Por fortuna el negocio no estaba abierto”, relató Paola, quien aseguró que en determinado momento temieron que los bandidos invadieran los comercios de la zona. “Podían haber tomado el pueblo. Nunca nos esperábamos algo así. Hubo mucho temor”, sentenció la encargada que, como todos en la zona, ayer trabajaba para poner nuevamente en condiciones el comercio. El luto que no fueLa intención era colocar la bandera argentina a media asta, en señal de duelo por la muerte del cabo Ballesteros. Emplazada en la rotonda de las avenidas San Martín y Rivadavia, hubiese sido un gesto correcto.Hubiese sido. Sucedió que, cuando intentaron hacerlo, fue imposible. Sin mantenimiento desde hace años, la enseña patria no se pudo mover y todo quedó así. Es un detalle, sí, pero quizás también sea el mejor ejemplo de la desidia municipal que afecta a El Soberbio hace décadas.





Discussion about this post