Pesadilla. Solamente de esa manera se puede calificar lo que vivió la treintena de clientes que aguardaban su turno en el Banco Macro de esta localidad cuando entraron los delincuentes. Uno de ellos es Roque Soboczinski, presidente de la Asociación de Plantadores de Tabaco de Misiones (APTM), quien dialogó con PRIMERA EDICIÓN y brindó detalles estremecedores.“Entré al banco a eso de las 8.05, estuve unos cinco minutos y enseguida entraron cuatro tipos con uniformes militares, entre blancos, celestes, azules y negros, similares a los que usan en el Ejército de Brasil”, relató la víctima, quien aseguró que los ladrones se presentaron al grito de “¡Policía Nacional! ¡Policía Nacional!”. Todo en un marcado portugués.El primero de los maleantes entró a cara descubierta. Los otros tres tenían medias de mujer que les cubrían el rostro. “Ahí uno le apuntó con un fusil al primer policía y le pidió el arma. Como tardó en reaccionar, le dio un ‘culatazo’ que lo echó al piso. Ahí le sacaron la pistola y dijeron que se trataba de un asalto”, recordó.“¡Al piso! ¡Abajo! ¡No miren! ¡El que se mueve, muere!”, gritaban los ladrones, que entonces fueron por Ballesteros, quien estaba en la garita de seguridad. “Se ve que no quiso abrir la puerta, entonces uno de ellos disparó al aire y ahí sí, entregó el arma y salió. Menos mal que no se resistió, porque hubiese sido mucho peor para todos”, explicó el dirigente tabacalero.Acto seguido, los maleantes fueron por el gerente del banco. “Lo agarraron del cuello y le pusieron un fusil en la nuca. Le pedían por la caja fuerte y, ya en el fondo, le gritaban por el código. Ahí también se escuchó un disparo de escopeta”, relató Soboczinski. Mientras tanto, uno de los ladrones intentó romper una cámara de seguridad con las manos. Como no pudo, la destruyó con la culata del fusil.“En un momento, uno de ellos me miró, se acercó y me apoyó el fusil en la espalda. ‘¿Sos policía? ¿Dónde tenés el arma?’, me preguntaba, yo le dije que no tenía nada”, añadió el entrevistado. A su alrededor, el terror podía tocarse con las manos: “La gente rezaba y temblaba; al lado mío había una madre con su bebé, que no paraba de llorar”.El golpe duró unos veinte minutos, hasta que los ladrones que habían ido con el gerente salieron con aquel hombre y con varias bolsas de dinero. Entonces sucedió lo peor: “Nos dijeron ‘abrácense que van a hacer de escudo humano para nosotros’. Ahí yo temí por lo peor. Salimos con ellos atrás, que se fueron hasta una camioneta con el gerente. Era una sola balacera, como más de treinta tiros ahí en segundos. A esa altura el policía Ballesteros ya estaba tirado en el asfalto. Pensé que se pudría todo. Ahí se fueron mientras tiraban clavos ‘miguelito’ para que no los siguieran y nosotros quedamos sin poder creer lo que había pasado”.Soboczinski aseguró ayer por la tarde que aún no podía recuperarse del shock, que no le había permitido poder descansar. Como él, en El Soberbio nadie parecía ayer poder recobrar la paz perdida después del violento golpe que conmocionó a la zona.





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