E n una repentina decisión ya al filo del fin de año, la semana pasada la presidenta Cristina Kirchner anunció un recambio en la cúpula de la Secretaría de Inteligencia, que ocupaba Hugo Icazuriaga y paso a manos del hasta entonces secretario general de la Presidencia de la Nación, Oscar Parrilli; cuyo cargo fue cubierto a su turno por el senador Aníbal Fernández.El descabezamiento es llamativo como señal de la voluntad del gobierno nacional de disciplinar un área que no tuvo hasta hoy una actuación descollante, dejando que persistieran camarillas de vieja data en el accionar del organismo, con influencia en la Justicia y una inexplicable libertad de movimientos respecto al Ejecutivo durante los gobiernos democráticos, según los especialistas.En lo sucesivo se verá si se trata de una movida meramente defensiva de un gobierno en retirada, que pretende aferrarse al poder hasta el último momento, o aparecen consecuencias concretas de mayor fuste en áreas específicas, como las investigaciones sobre el atentado a la AMIA, en la que el organismo habría actuado ostensiblemente por fuera de sus prerrogativas como auxiliar investigativo del Estado Nacional.Estos cambios cerraron el año político para el gobierno, que se apresta a ingresar en un nuevo y complejo escenario el año próximo, dado el cronograma electoral previsto y que a partir del primero de enero se entiende que cambiarán sensiblemente las condiciones de negociación con los holdouts; en las que el Gobierno buscaría negociar acuerdos con todos los deudores, en principio sin abjurar exageradamente de sus premisas de “trato justo”. En este contexto, otro dato destacable y que ratificó la voluntad del gobierno de no bajar la guardia, aún bajo el pronóstico de salida obligada en las elecciones de 2015; fue el pacto firmado, a iniciativa del ministro Axel Kicillof, con todo el arco de entidades participantes en el mercado de los combustibles, para una rebaja del 5% del precio de las naftas a partir del 1º de enero.El trasfondo de esta medida inédita, se encuentra en la caída de los precios del barril de crudo que era de 110 dólares en agosto y está hoy en 54,7 y que podría bajar más aún, según analistas internacionales, si continúa la “guerra del petróleo” que se libra en el escenario internacional y apuntaría a una definitiva desregulación de los precios. El efecto en la Argentina es desparejo, ya que alivia la altísima tarifa que paga el país por la importación de energía, pero podría poner trabas a las inversiones internacionales en los proyectos de explotación de hidrocarburos no convencionales a los que apuesta YPF. Estados Unidos, líder mundial en el Fracking, y creciente socio de Argentina en esa área, sin embargo, al momento aparece como uno de los ganadores de la pulseada internacional, junto a la sociedad China-Rusia y en detrimento de las Unión Europea. Impasse expectanteEl fin del año que se aproxima, por otra parte, encuentra activas, pero colocadas en un plano más discreto a las tensiones que fueron determinantes en 2014; provenientes de dos áreas estrechamente relacionadas y a las que el modelo kirchnerista no logró amalgamar positivamente del todo en más de una década, la fuerte tendencia inflacionaria y, paralelamente, las presiones sobre el tipo de cambio. La inflación, de acuerdo a un economista moderado, como Miguel Bein, cerraría el año en el orden del 35%, una cifra que no es para cantar loas a la política económica del gobierno, pero que da cuenta de una cierta desaceleración de los precios.El gobierno, en este sentido, desde la llegada de Kicillof y la consiguiente pérdida de influencia del polémico Guillermo Moreno, consiguió remontar las peores previsiones en materia de alzas de precios y mantener, pese a las tendencias recesivas y la pérdida de poder de compra del salario, un nivel de consumo que evitó males mayores. Cabe recordar que el año que pronto llegará a su fin se inició en el país con un shock devaluatorio en enero pasado, convalidado inesperadamente por el gobierno ante las presiones de los mercados; que alentaban la suba del dólar paralelo en la creencia de que la implosión del modelo K era un hecho ineluctable y sólo había que presionar un poco la variable cambiaria, para poder sentarse en la vereda a ver pasar el cadáver del enemigo. Un dato destacable en este contexto fue, en 2014, la llegada de Alejandro Vanoli al BCRA, que frenó las fuertes movidas especulativas que se estaban gestando a través de la escalada récord del dólar blue, y que apuntaban a un nuevo y más drástico shock devaluatorio que hubiera colocado al país en un viaje directo y sin retorno a su tradición de crisis cíclicas. La llegada de Vanoli a la institución monetaria no fue, ni mucho menos, la llave del mandala para el gobierno que, desde la crisis de 2009, vive al día tratando de quitar los constantes obstáculos que le impiden soñar con un aterrizaje suave del ciclo de crecimiento; favorable a una performance ordenada en las elecciones de 2015. Chinos y buitres El pacto de circunstancias que se deduce de la “blitzkrieg” que emprendió Vanoli contra las cuevas que agitaban el fantasma del dólar blue y las entidades más beligerantes del sistema financiero, se lee como un acuerdo en sostener, de cara a 2015, un escenario menos drástico y, por lo tanto, más exigente en cuanto al recambio político que se avizora. En ese marco, cobraron protagonismo dos actores de la escena que hasta entonces se mantenían a la expectativa, los Fondos Buitre y el Gobierno de China. La inversión en los Ferrocarriles y la represa Cepernic-Kirchner y el swap de 11.000 millones de dólares otorgado por la república Popular China, que la Presidenta concretó en pleno Mundial de Brasil, con el primer mandatario de la República Popular China, Ju Jintao; consiguió dar una impensada sostenibilidad financiera a la postura argentina en la batalla judicial con los fondos buitre. Sin ese aporte, probablemente la decisión de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, del 16 de junio pasado, de no tomar el caso y convalidar el fallo del juez Thomas Griesa a favor de los fondos especulativos NML Elliot, Aurelius y otros, habría generado consecuencias mucho más gravosas para el gobierno argentino. En base al soporte chino, a tres días de la celebración de fin de año y del inicio de un mes en que las negociaciones con los holdouts ingresan en una nueva etapa; el futuro sigue siendo incierto, pero la imagen de una crisis terminal en consonancia con el fin de la era K parece alejarse en favor de una transició
n política de menor impacto. La pelea de Argentina y los Holdouts y la apuesta china del kirchnerismo son sólo dos datos de un escenario mucho más complejo, en lo económico como en lo político, en el que repercuten en acontecimientos de rampante actualidad, que incluyeron los sucesivos capítulos de los escándalos de corrupción en torno del millonario K Lázaro Baez y el procesamiento del vicepresidente de la Nación, Amado Boudou y, ultimamente, los crecientes capítulos de un preocupante enfrentamiento con la Justicia.En la provincia, el gobernador Closs otorgó a último momento un bono de fin de año para paliar, al menos parcialmente, los reclamos de los empleados públicos a los que no les alcanzan los sueldos; y de paso volcar un aliciente de fin de año hacia el comercio, alicaído por la fuerte presión fiscal, la de mayor envergadura en el país. En este marco, el ingrediente político más significativo del año estaría en las tensiones internas del Frente renovador, que, tras una década de paz romana, proyectó dos crisis de proporciones en las que se involucraron los dos principales integrantes de la cúpula renovadora.Primero fue una pelea soterrada pero pública Rovira-Closs, en la que saltó como fusible el ministro de Economía rovirista “Rulo” Hassán, y luego le tocó el turno a la escasamente ética escalada de poder que intentó realizar el diputado nacional Alex Ziegler hacia su ansiada candidatura a gobernador en 2015; en pleno período post operatorio del líder renovador. Esto ya es historia pasada, pero sin dudas tendrá consecuencias en el año que se inicia, con un panorama que, pese a las mejoras relativas, sigue planteando fuertes incertidumbres, sobre todo para los ciudadanos comunes que no cuentan con el respaldo de un salvador farolito chino.





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