POSADAS. Don Rodolfo Renar Cardozo, sanjuanino de Ley, aterrizó en la capital misionera hace más de cincuenta años y dejó en el aire toda la dulzura del aroma a garrapiñada. Es que él fue el responsable de que grandes y chicos se dejen vencer ante la tentación de un exquisito maní, bañado en el más delicioso caramelo y, a pesar de que hace poco más de un año de su partida, su recuerdo continúa vigente.Trabajó de lunes a lunes en la esquina de la disquería de don Celio Klausen, en Córdoba y San Lorenzo, para sostener a su familia, acompañado, en los últimos tiempos, por sus esposa, la mujer que supo estar a su lado durante 49, María Ester Metz. Así, mientras ella vendía quinielas, “Don Rolo” endulzaba a quienes pasaban.Según quienes tuvieron el placer de delitarse con sus garrapiñadas, nadie pudo ni podrá robarle la receta mágica que inundaba la zona de aroma a vainilla, sin importar el frío, la lluvia o el calor.Y de la que sus hijas, Adriana y Patricia, profesionales “gracias a la formación estricta de Rolo y Mary”, están orgullosas y, a poco más de un año de su partida lo recuerdan como lo que fue, un hombre que dejó su huella en el centro posadeño.





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