MONTEVIDEO (Agencias-Medios Digitales). No hubo sorpresas en Uruguay. Los primeros resultados de boca de urna confirmaron un cómodo triunfo de Tabaré Vázquez, que volverá a ocupar la presidencia cinco años después de haber cedido el poder a José “Pepe” Mujica. Al término de su mandato, que se inicia el 1 de marzo de 2015, el Frente Amplio, una agrupación de partidos de centroizquierda e izquierda, habrá completado quince años en el poder.“Los uruguayos nuevamente hemos dicho sí a más libertades y más derechos, mejor democracia y más ciudadanía”, dijo Vázquez en sus primeras palabras como presidente electo. “Nuestra tarea será mantener los principios del Frente Amplio y nuestra propuesta programática”, afirmó.“Hoy ganó Uruguay, que es lo que nos une e identifica como comunidad nacional. La historia la hacen los pueblos día a día, y nuestro Gobierno no será fin ni principio de ninguna historia, será una etapa de la misma”, agregó.Vázquez prometió “más integración interna y externa”, durante un mensaje escrito que leyó con parsimonia. “Nuestro agradecimiento a Lacalle Pou y nuestro profundo agradecimiento a quienes con su voto expresaron su confianza en nosotros”, agregó.Su oponente, Luis Lacalle Pou, ha reconocido su derrota en el ballotage, sin esperar los resultados oficiales, previstos recién para pasadas la medianoche en Uruguay. “Hace diez minutos llamé al doctor Tabaré Vázquez para reconocer y felicitarlo por su triunfo”, dijo.Su caída ha supuesto un duro golpe al bipartidismo que ha dominado la política uruguaya desde el siglo pasado. Su agrupación, el Partido Nacional o Blanco, poco pudo hacer para desplazar al Frente Amplio, pese al apoyo explícito del Partido Colorado, su enemigo histórico.Tabaré ha anticipado que ahora llamará a un gran “encuentro nacional para analizar (con los otros partidos) temas económicos, políticos y sociales para entre todos diseñar el Uruguay del futuro”.El presidente electo ganó las elecciones con la mayor diferencia desde que se instauró el ballotage en 1996. El secreto de los partidos uruguayosDos cosas distinguen a ese sistema del promedio de los países de la región. En primer lugar, que quienes compiten no son personalidades ni líderes autoritarios, sino partidos que tienen a sus referentes. En segundo lugar, que a pesar de no ser gobierno desde hace una década, la oposición se mantiene organizada en dos fuerzas políticas con una identidad definida, que no han variado sustancialmente a pesar de las derrotas.“Sin dudas es un sistema de partidos institucionalizado y firme. La política uruguaya es profundamente partidocrática. Son los grandes canalizadores de las demandas públicas, y otros actores políticos, como los corporativos, sociales, sindicales y empresarios, se expresan a través de los partidos”, señaló el politólogo e historiador Camilo López, investigador del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República.“El sistema de partidos uruguayo es altamente institucionalizado y estable, con partidos que tienen raíces profundas en la sociedad, y que han sabido renovarse de acuerdo con los diferentes cambios producidos”, explica Antonio Cardarello, doctor en ciencia política de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul e investigador del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República.Uno de los secretos del éxito de los partidos uruguayos es su tolerancia al disenso interno. Albergar posiciones contrapuestas, con mecanismos institucionalizados para la resolución de conflictos, permite que las fuerzas se mantengan unidas y sean estables, sin caer en el sectarismo ni en el autoritarismo. Vuelta al poder El Frente Amplio (FA), una coalición de centro izquierda que se formó en 1971 y llegó al gobierno por primera vez hace diez años, con el triunfo de Vázquez, logró su tercer período consecutivo, algo que no pasaba en Uruguay para un mismo partido desde la década de 1950.Vázquez se retiró del Gobierno en marzo de 2010 -porque en Uruguay no está permitida la reelección directa- con una aprobación de su gestión del 75%. Uruguay vive una bonanza económica que comenzó en el final del gobierno de Jorge Batlle y que se extendió con fuerza en las dos administraciones de la izquierda, cuando la economía creció a un ritmo de 5% anual acumulativo.





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