BRASILIA, Brasil (AFP-NA). El próximo domingo se realizarán las elecciones presidenciales en el vecino país. Los candidatos hablan de la legalización de la marihuana, la corrupción y el aborto.Economía, programas sociales, corrupción, aborto: estas son las propuestas y posiciones de las dos candidatas favoritas a la elección presidencial del domingo 5 de octubre en Brasil: la presidenta Dilma Rousseff y la ecologista Marina Silva.Economía• Rousseff (Partido de los Trabajadores, izquierda): Su gobierno ha sido criticado por cuatro años de magro crecimiento económico y por dejar que la inflación sobrepase el límite de tolerancia oficial de 6,5%. La presidenta responsabiliza en gran parte a la crisis internacional y dice que construyó las bases para una recuperación. Promete una reforma tributaria y un nuevo equipo económico si gana. Rechaza la autonomía del Banco Central. Se jacta de una tasa de desempleo históricamente baja (5%). • Silva (Partido Socialista Brasileño, centro-izquierda): Defiende el mantenimiento de las conquistas sociales del PT y un retorno a una gestión económica más ortodoxa y menos intervencionista: tipo de cambio flotante y responsabilidad fiscal, autonomía del Banco Central. Promete también una reforma tributaria. Se compromete a desarrollar energías renovables y un modelo de agronegocio más compatible con la preservación del medio ambiente. Educación y programas sociales• Rousseff: Asegura que, gracias a su gobierno, las regalías del petróleo, que serán destinadas a la educación en un 75%, permitirán dar un salto histórico, con profesores mejor pagados y escuelas de tiempo integral. Promete 100 mil becas más para brasileños en las mejores universidades del mundo, a semejanza de las impulsadas en su primer mandato. Reforzará programas sociales bandera del PT, como los subsidios para familias pobres “Bolsa Familia” y el programa de viviendas populares “Mi Casa Mi Vida”. • Silva: Asegura que quiere eliminar el analfabetismo -ella misma, nacida en la pobreza, fue analfabeta hasta los 16 años- y “fortalecer, priorizar la educación, desde la educación infantil hasta la post graduación”. Promete continuar con los programas sociales del PT. Corrupción y política• Rousseff: Se compromete a endurecer las leyes anticorrupción, entre ellas sancionar a quienes no declaren sus recursos a los órganos de fiscalización o a quienes se enriquezcan ilícitamente desde cargos públicos. Promueve una consulta popular para una reforma política. • Silva: Está a favor de la no reelección inmediata y de alargar el mandato presidencial de cuatro a cinco años, para lo cual debe modificarse la Constitución. Quiere reducir el número de ministerios (39 actualmente). Aborto• Rousseff: En abril de 2014, la presidenta defendió la interrupción de la gestación por motivos “médicos y legales” y su realización en todas las unidades del servicio de salud pública. Sin embargo el aborto sigue siendo ilegal en Brasil, salvo en caso de violación, de riesgo para la vida de la madre o cuando el feto es anencefálico. • Silva: Se declaró en 2010 contraria al aborto dada su fe evangélica, aunque dice estar dispuesta a debatir modificaciones a la ley actual en un plebiscito. Casamiento gay• Rousseff: Está a favor en nombre del Estado laico y de la Constitución, que garantiza los mismos derechos civiles para todos. El casamiento gay es reconocido por la Corte Suprema, pero el Congreso no ha legislado al respecto. • Silva: Se opone a matrimonios entre personas del mismo sexo a raíz de sus creencias religiosas. Legalizar la marihuana• Rousseff: En contra. “Aquí en Brasil no cabe la legalización de la marihuana (…) El tema no es legalización, es el combate, ayudar al tratamiento de adictos y a la prevención”, consideró en junio de 2014. • Silva: “Defiendo que se haga un plebiscito para que la sociedad debata el asunto”, dijo en 2010, aunque asegura que no cree que el narcotráfico se combata con la legalización de las drogas. Con Rousseff, a Brasil le falló la economíaLa exguerrillera Dilma Rousseff se convirtió en la primera mujer presidente de Brasil hace cuatro años, dispuesta a consolidar las conquistas sociales y promover el crecimiento. Pero le falló la economía.El 1 de enero de 2011, Rousseff recibió de su padrino político, el popular expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores, 2003-2010), un país que generaba envidia a muchos gobernantes.El PIB había crecido 7,5%, la mandataria tenía una amplia mayoría en el Parlamento y la población estaba muy satisfecha con las mejoras del nivel de vida de los últimos ocho años, cuando 29 millones de personas salieron de la pobreza.Sin embargo, las cosas cambiaron y la economía brasileña prácticamente no crecerá este año. “La media de crecimiento del período 2011-2014 está en torno del 1,5% al año, un nivel muy por debajo del 4% de los ocho años anteriores”, señala el investigador del Instituto de Economía (Ibre) de la Fundación Getulio Vargas, Vinicius Botelho.“Rousseff será la primera presidenta del período democrático (iniciado en 1985) que dejará el país peor de lo que lo recibió”, le criticó el candidato socialista a la Presidencia Eduardo Campos, poco antes de fallecer en un accidente de avión en agosto.Empresarios e industriales la critican porque no hizo las reformas necesarias para tornar más competitivo el país, así como una injerencia en la economía que no dio resultados de crecimiento.Un estudio de la Fundación Dom Cabral señala que la mayor economía latinoamericana y séptima del mundo pasó en los últimos cuatro años del puesto 38 al 54 de un ranking de competitividad entre 60 naciones.Una gerenta firmeRousseff no tiene el carisma de Lula, pero comenzó su administración con una amplia popularidad, en parte gracias a su reputación de buena administradora y a una actitud firme que apenas en su primer año de gobierno la llevó a pedir la dimisión a seis ministros acusados de corrupción.La mandataria prometió acabar con la pobreza extrema en Brasil, uno de los países más desiguales del mundo, y amplió los subsidios que hoy reciben 50 millones de brasileños
, logrando que unos 11 millones más salieran de la pobreza. También lanzó programas de viviendas populares, importó del extranjero miles de médicos para las áreas pobres y aisladas y creó un programa de formación técnica y 100 mil becas para brasileños en las mejores universidades del mundo.Todo eso “la ayuda en la campaña a la reelección y a sustentar su evaluación positiva”, señala Ricardo Ribeiro, de la consultora MCM.Sin embargo, no consiguió mantener su popularidad, que se quebró en 2013 con el alza de la inflación -que hoy roza el tope de la meta oficial, 6,5%- y las multitudinarias protestas callejeras en reclamo de mejores servicios públicos.Expectativas elevadas“Este Gobierno comenzó con una expectativa muy elevada del electorado, con la economía creciendo un 7,5%. Cuando Lula dejó (el poder), las personas creían que la vida mejoraría a una velocidad mucho más acelerada. Eso no ocurrió y produjo mucha frustración”, señala Renato Meirelles, presidente de Datapopular, instituto de análisis de la opinión pública.Otra prioridad de Rousseff fue poner al día el enorme déficit de infraestructura en este país de tamaño continental. “Ése podría haber sido el gran legado de este Gobierno y hubo éxito en concesiones de carreteras y otras áreas. Pero dejó una sensación de que los proyectos se atrasaron mucho y que la participación pública es excesiva, con un costo económico muy alto en el financiamiento”, destaca Botelho.La presidenta, de 66 años, que en la dictadura (1964-1985) fue torturada y pasó casi tres años en la cárcel, enfrentó dos megadesafíos en su mandato: las masivas protestas en 2013 y la Copa del Mundo de fútbol de este año, que fue un éxito pero implicó inmensas inversiones públicas y un gran desgaste. “El resultado de la Copa en sí fue considerado un éxito, salió bien. Pero coincidió con un momento en que la sociedad quería más gasto público en mejores servicios. La Copa era mucho desgaste, inversión y energía en otras prioridades”, concluye Botelho.La principal rival de Rousseff en los comicios es la exministra de Medio Ambiente Marina Silva, que concurre por el Partido Socialista tras la muerte de Campos. La presidenta ha ampliado a 13 puntos su ventaja para la primera vuelta, pero ambas están empatadas en un eventual segundo turno, teniendo en cuenta el margen de error (47% para Rousseff contra 43% para Silva).





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