PANAMBÍ y ALBA POSSE. El agotamiento y el desánimo se reflejan en los rostros de los pobladores de ambos municipios, conscientes de que una inundación como la de junio pasado puede repetirse en cualquier momento. Se mantienen despiertos, alertas, tratando de evitar que el agua los sorprenda. El río Uruguay los convoca. Reunidos en grupo, miran a lo lejos y sacan sus conclusiones. Si bien no se produjeron situaciones críticas, sostienen que todo está supeditado al comportamiento del caudal, que se ensancha con el paso de las horas. El secretario administrativo de la Municipalidad de Panambí, Héctor Boschetti, estimó que esta vez no tendrán que mudar el edificio comunal, como sucedió hace meses cuando la corriente se hacía sentir a la altura del techo y debieron evacuar a quince familias del Barrio 14. De todos modos, “estamos expectantes por lo que pueda suceder. Rogamos que se estabilice porque volver a mover las cosas del edificio y asistir a la gente no es tarea fácil. En junio tuvimos que sacar todo, incluso los aires acondicionados. Y al regresar, no hicimos grandes inversiones porque sabíamos que esto se venía”. Dijo que, de acuerdo a la información que maneja Defensa Civil, “esto continuará la semana que viene. Y hasta fin de año habrá varios picos, esperemos que no tan graves. Esta fue una creciente bastante alta, no es muy común que esto suceda”.Ayer a las 3, funcionarios municipales evacuaron a la familia Dos Santos, que reside en el paraje Sargento Cabral, a unos tres kilómetros del centro, y la trasladaron a casa de un familiar. En las primeras horas de la mañana, se cortó el paso sobre el arroyo Ramón, que une Campo Ramón con Panambí, y aguardaban tomar una medida similar con el puente sobre el arroyo Segredo (secreto) que ya se encontraba al límite, haciendo que el municipio comience a aislarse del resto. En el Kilómetro 8, por la intensidad de las lluvias del martes, se inundaron varios barrios por el desborde de arroyos. A esto se agrega que la semana pasada “hubo una fuerte granizada y un tornado que tumbó galpones”.“Si bien estamos habituados, es difícil de aceptar. Genera mucha tristeza tener que retirarse”, sostuvo Boschetti, al tiempo que aseguró que “todos los empleados municipales estamos en alerta, esperando”. En junio el agua llegó a los 16 metros y ayer mantenía el registro en doce. Por el momento, “la gente sigue en sus lugares, incluso aquellos que habían sido afectados anteriormente. En caso que se deba evacuar, tenemos el edificio de la Escuela Nº 608 a disposición. Se los trasladará ahí, como se hizo la vez anterior. Tenemos todos los medios y tenemos la experiencia. Como se dice en la zona, estamos curtidos”, manifestó.De todos modos, “esperemos que no pase, pero la particularidad el Uruguay es que llueve en la cuenca durante la noche entera y se levanta. Es muy grande la posibilidad de que esto se repita. Pero si ocurre vamos a seguir prestando la asistencia a las familias que lo necesitan. Venimos de una creciente, un tornado y un granizo que afectó a unas 50 viviendas del municipio. Venimos sufriendo las consecuencias del clima”, pero continúan en pie.Al cuidadoAl lado del Barrio 14, Vilma María Donel tuvo que quedar al cuidado de las pertenencias de sus vecinos, que debieron abandonar la casa por el desborde del río. “Salieron anoche, sacaron sus cosas y dejaron las ventanas abiertas, justo cuando el Iprodha había traído materiales para la construcción de un baño instalado”, relató. En la ocasión anterior el agua llegó hasta el horno, “pero lo más triste es que perdimos 300 peces del tajamar que tenemos en el potrero. Por suerte ya no sembramos más peces”, dijo y recordó que la inundación de 1983 “fue un poquito menos que la de junio”. También confió que el puente sobre el arroyo Doradito, que comunica con una zona de colonias, ya había sido inhabilitado para el paso de vehículos. Sin balsas, hay pérdidas cuantiosasPaulo Zoia es el encargado de la balsa que une Panambí con Puerto Veracruz (Brasil). Contó que el martes a las 10.30 se hizo el último viaje y el servicio se suspendió por la crecida, hasta nuevo aviso. El río registraba 7,30 metros de altura, cuando la balsa y la lancha pueden pasar hasta con un máximo de siete. “Quizás mañana o pasado se reabra porque dicen que a la tarde se detendrá la crecida”, acotó preocupado por que no le suceda lo que en la creciente anterior, cuando quedó más de un mes sin trabajar. Hace tres meses “estuvimos parados por 33 días y para nosotros es una pérdida enorme”, dijo el hombre que hace 26 años desarrolla la misma tarea, con cuatro frecuencias por la mañana y otras cuatro por la tarde. Por seguridadPara el marinero Luis Machado, de Alba Posse, la situación es similar: el martes hizo su primer viaje a las 8.30 y se cortó el paso cuando el río llegó a los nueve metros, por cuestiones de seguridad. Hace 14 años que trabaja de marinero y en junio estuvo sin trabajar por 31 días y medio. Y como si fuera poco “cuando el agua bajó no funcionaba el sistema migratorio, entonces no se podía realizar la actividad”, que registra mayor movimiento durante los fines de semana y los primeros días de cada mes. Como en Panambí, el comercio es el objetivo más frecuente de los viajes. Para comunicarse, estilan explotar un par de cohetes“Si el agua sigue detenida, nos vamos a quedar. Estamos acostumbrados”, comentó Sara Anderson, propietaria de un comercio ubicado sobre la costanera de Alba Posse, mientras saborea un “chimarrão”, preparado en uno de esos mates espaciosos que invitan a tener paciencia. Es que si esta vez debe abandonar su comercio por voluntad del agua, contabiliza que será la octava. Como ayer el líquido amarronado cubrió toda la parte posterior del terreno y empezó a introducirse en la cocina y en otros compartimentos, en familia decidió sacar buena parte de las cosas, en particular las mercaderías, contando con la experiencia que en la ocasión anterior “fueron muchas las pérdidas”. Las llevaron hasta un espacio que le cedieron en la Iglesia católica, donde su hijo quedó al cuidado.Karina Lovera, hija de la comerciante, lamentó la falta de información para saber cómo manejarse en estos casos. Dijo que en junio los medios de Brasil informaban constantemente, pero esta vez no sucedió lo mismo. De todos modos, “todo lo que sabemos proviene de allí”. Unos comerciantes de apellido Taffarel son los encargados de pasarles la posta. “Ellos nos dijeron que crecía medio metro más, q
ue luego se estaciona y que luego todo vuelve a la normalidad. La vez anterior nos avisaron de que subió a 16 metros y que después pasó a 20 metros, y así sucedió. Lo que ellos dicen es preciso. Ahora estamos esperando, como toda la gente de la costa. Pero nos faltaría un poco más de información”. Como si no pudiera borrar de su memoria ese momento amargo, Lovera repitió que “la vez anterior, el 26 de junio, a las 19, el agua entró y tuvimos que salir. A las 12 de ese día, los Taffarel tiraron varios cohetes para avisar que se venía la creciente, es la forma que utilizan para comunicarse. Y como en junio perdieron mucho, hoy ya cargaron casi todo. Hoy cuando llegué, a las 9, todavía pude caminar por la costa y ahora está toda tapada”. Anderson insistió que en junio “tuvimos muchas pérdidas en el negocio y por el deterioro de los materiales. Tuvimos que cambiar los machimbres, limpiar a fondo y pintar de nuevo, todo por cuenta propia. Nadie nos ayudó en nada. Hasta hoy estamos pagando los machimbres. La Municipalidad colaboró solamente para poder realizar la mudanza”. Además del agua, su preocupación radica en que hace tres días “que estamos prácticamente sin energía eléctrica, porque viene cinco minutos y se corta”. Señaló que dependen de la cooperativa de electricidad de 25 de Mayo y que “no podemos poner nada (en heladeras). Lo que había ya se descompuso”. “Sacaron fotos de mi casa inundada pero nunca nos llegó la ayuda”El nombre de Atalivio Da Silveira figuraba ayer en la lista de la comisaría de Alba Posse como responsable de una de las cuatro familias que se encuentran como “evacuados preventivos” debido al avance de las aguas. Ayer cerca del mediodía hizo una pausa en su trabajo de remisero y junto a la familia empezó a sacar las pertenencias y a trasladarlas a una propiedad que su cuñada posee en un lugar más alto.Visiblemente agotado, explicó que el agua estaba llegando otra vez. “Y yo no quería salir porque fui a reclamar al intendente la casa que nos había prometido y dijo que no había nada. Pero supe que dio a gente que no resultó inundada”, denunció. Lamentó que durante la anterior inundación tanto el Gobernador de Misiones como el ministro de Gobierno “vinieron a sacarse fotos a mi casa, que estaba totalmente cubierta por el agua cuando ellos hacían la recorrida por la zona, y hasta ahora no recibí nada, ni un clavo para los arreglos”.Si bien el hombre vino desde Brasil cuando tenía 18 años, “ya tengo 53 y un DNI para extranjeros, y mi familia es íntegramente argentina, y no me dieron un clavo”, reiteró indignado el único remisero del pueblo, que asegura que “soy muy querido por los vecinos”.En la vivienda a la que volvió tras el desastre viven seis personas, pero en la casa de al lado, también construida con sus manos, reside su hija con un pequeño. “Desde el Iprodha vinieron a hacernos un censo, pero si nos prometieron ayuda ¿por qué no la dan? Al final de tanta promesa no pasó nada, no sé qué es lo que hicieron”, cuestionó Da Silveira, que estima que perdió unos 50 mil pesos durante el fenómeno de junio pasado.“Trabajé mi vida entera para tener esas casas. No las gané robando, sino que las hice trabajando. Sufrí mucho para tenerlas. Construí una de 9×14 y otra de 6×9”, contó el damnificado, extenuado por tener que volver a realizar una mudanza no deseada y porque “no dormí nada por esta situación que nos toca vivir nuevamente. Si bien llevamos las cosas, las que teníamos, hay que quedar a cuidar la casa”. “Que brinden ayuda a quienes necesitan”Antonio Machado (65) también sabe que si el río sube un poco más deberá abandonar su casa nuevamente. Mientras observaba cómo el agua pasaba de manera acelerada, contó que la vez anterior tuvo que pedir asilo en la casa de una hija y que después se trasladó hasta Santa Rita. “La mitad de mi mudanza permaneció un tiempo en un predio de Migraciones porque ellos me ayudaron a llevar parte de las cosas. A los 20 días volví a la casa y la limpié a fondo, pero solo, nadie me dio una mano”, comentó.Tampoco fue incluido en censo alguno, “con el agravante de que soy empleado municipal desde hace casi 30 años, los cumpliré el 2 de enero, y tengo categoría 19. Lo único que me gané fue una frazada que me facilitaron desde Cáritas. Me da bronca que recorren donde no es necesario y no se ocupen de los que necesitan”.Según Machado, que se dedicaba a construir muros y cordones cuneta para el Municipio, “muchas cosas perdí porque no pude sacar a tiempo. Y eso que Migraciones me sacó parte en una camioneta y el padre de la iglesia católica de Santa Rita también nos prestó su ayuda”.Sostuvo que no le preocupa “que no me hayan tendido una mano en un momento tan complicado, pero lo que digo es que ayuden a quien necesita porque ayudan a gente de afuera que no fue damnificada por la creciente. Por ejemplo, hay personas que viven en el cerro, a unos cinco kilómetros de aquí, y están cobrando la ayuda por estos tres meses. Mi señora tiene 65 años y no tiene beneficios. Padece artrosis y presión alta y nadie le trajo siquiera un medicamento”. En esta oportunidad el agua regresó y está a unos pocos metros de su casa. “La vez pasada empezó a llegar al oscurecer, y a las 22 ya estaba adentro. Enseguida pasó la calle. Fue desesperante”, dijo como queriendo olvidar el momento. Pero enseguida se repuso y acotó que “igual yo ya estoy acostumbrado. Salí de mi hogar en tres oportunidades y las tres veces volví y arreglé los destrozos”. Desafiante, confió que reside en una zona donde “ahí si que corre el agua. En mi terreno tenía mil plantas de mandioca y no quedó una sola raíz. Ahora planté de vuelta”.





Discussion about this post