POSADAS. “Villa Blosset, no te mueras, que mi canto enviudará, / si te vas de mis recuerdos a vivir a otro lugar. / Ahora todo se demuele y nadie podrá pagar, / las lágrimas de don Chemes, cuando se tuvo que mudar”. La letra es de Joselo Schuap, el cantautor misionero que en “Villa Blosset en tu corazón” dejó plasmado el sentimiento que genera este barrio posadeño, uno de los primeros de esta ciudad. Pero Posadas creció de espaldas al Paraná, hasta que llegó la costanera. La construcción de semejante obra fue, sin dudas, un avance de la modernidad, que se acompañó con la exposición de imponentes estructuras arquitectónicas. Tampoco hay dudas de que cambió la percepción turística de la ciudad, la cual comenzó a ser reconocida y apreciada por argentinos y visitantes del mundo como uno de los principales puntos atractivos en la provincia.La bellísima postal que entrega el río Paraná, la calidez de sus paisajes y el movimiento constante que deja la muchedumbre al pasar. Pero, como siempre, la modernidad trae aparejada consecuencias a los lugareños.Ni bien se comenzó con la construcción de la costanera, empezaron a desfilar por las calles del barrio representantes de inmobiliarias, funcionarios municipales y hasta individuos particulares, soltando al aire precios para los terrenos de todo aquel que quedaría con la costanera como vereda de frente. Muchos aceptaron el dinero y con la tristeza que da dejar atrás la calle donde se corrió de chico, la pared donde se jugaba a la escondida o los amigos que da la vecindad, juntaron sus cosas y aceptaron el destierro. Otros, se resistieron al exilio y aguantaron como pudieron los embates de la modernidad, como el caso de la casita de madera que se encuentra en la esquina de Costanera y General López, cuya dueña no aceptó las ofertas por su cotizado terreno y hoy vive en un lugar privilegiado de la arteria, en lo que es casi una postal de lo que fue un barrio que vivió del río. “El desarrollo urbano, como la construcción de escuelas, plazas, obras públicas y privadas, avance de la construcción, creación de accesos, obras de asfaltados y empedrados, llegada de servicios como agua, cloaca, luz, cambios demográficos, cambios en la configuración del territorio, etc. aumentan el valor de los terrenos y las propiedades. Por ejemplo, con la llegada de la costanera, los precios de las propiedades tuvieron un salto hacia arriba en muchas zonas con aumentos de hasta el 100%”, aseguró Federico Villagra, licenciado en Economía y Sub-Gerente de Carlés Casas & Terrenos. Al respecto, Juan Maidana, presidente de la Cámara Inmobiliaria de Misiones, reconoció que “la costanera fue algo novedoso, hubo terrenos que quedaron de frente al río y la gente que allí vivía y pudo quedarse, se quedó. Los que no, se fueron porque no podían mantener impositivamente sus propiedades porque el valor cambió notablemente. Hubo un aumento en los impuestos de las propiedades, porque comenzaron a tener otro valor fiscal. Rentas y Municipalidad se fueron más arriba de lo que estaban”.Pese a estas contingencias, muchos, aunque quisieran, no podían vender sus propiedades por el valor sentimental que tienen con ellas. Aldo Rodríguez, por ejemplo, presidente de la Comisión Vecinal, aseguró que su padre le prohibió vender la propiedad que heredó y donde vivió toda su vida. “Es un patrimonio familiar. Mi viejo me dijo ‘acá vas a vivir vos pero ni ahí lo vas a vender’. Incluso hubo una persona que vino a querer comprar mi terreno, yo le dije un precio y me contestó ‘esto no vale eso’. Yo le dije ‘para usted no vale, para mí vale mucho más porque es una parte de mi historia la que está en esta casa’”. Similar caso es el de la familia Rojas, que vive sobre la calle General López y también desiste de irse de su propiedad. Le contaron a PRIMERA EDICIÓN que fueron muchos los que se acercaron a poner un precio, no sólo al terreno, si no también a un pedazo importante de su vida. “Vinieron y nos ofrecieron 250 mil pesos por la esquina, más una casa. Mi papá dijo que no iba a vender y siempre que vinieron agradeció la oferta pero les dijo que no. No tenemos pensado irnos. Acá crecimos”, afirmó la hija de don Rojas. “Algunos vendieron y se fueron del barrio. Porque hubo mucha gente de inmobiliarias y particulares que cuando vino la costanera nos ofrecieron comprarnos o que vendamos los terrenos”, dijo Rodríguez.“Muchos disfrutan de la casa que tienen y que les quedó en la costanera, pero generalmente son de clase media. Las de menores recursos fueron las que vendieron los inmuebles. Fue gente muy pobre que muchas veces no tenía documentación y vivía de la pesca, entonces les decían ‘te doy 300 mil pesos por tu terreno’’ y la gente vendía, mucho de ellos intrusos o que estaban instalados. Es una cuestión social y económica, depende de cada uno porque hay gente que no quiso irse”, indicó Villagra. Maidana, por su parte, afirmó que “había mucha informalidad en los títulos, entonces la gente se desprendió de sus casas porque eran ocupantes precarios. Llegó el progreso y quienes pudieron regularizar la situación se quedaron y los que no, se fueron”.¿Cuánto vale el terreno?“La realidad es que toda la zona de Villa Lanús o Villa Blosset, sobre la costanera, pegó un salto importante, pero la gente no quiere vender porque no sabe cuál es el valor real de su propiedad, entonces prefiere esperar a que se asiente y sacar un mejor rédito. Además, suelen creer que el terreno va a seguir aumentando y, si bien es cierto que inicialmente pega un salto, después el precio queda estable. Va creciendo con la inflación, pero no aumenta”, aseguró Villagra.La principal ventaja que trajo la costanera fueron las rápidas vías de comunicación con el centro, lo que indudablemente genera la revalorización de las propiedades. “Había gente que no quería vivir en Villa Lanús o en Garupá, zonas siempre indicadas como de una situación socioeconómica muy baja, pero cuando se habilitó la costanera comenzaron a comprar terrenos ahí. También sucede que el centro está muy urbanizado, entonces si la gente quiere terrenos vacíos tiene que irse para allá, porque comprar un terreno en el centro es casi imposible”, aseguró Villagra. Pero así como los vecinos no pueden determinar fehacientemente cuánto vale su propiedad, paradójicamente tampoco pueden hacerlo las personas instruidas en el tema. Es que no exis
ten referencias y el precio es variable. “Carlés Inmobiliaria vendió un terreno de 10×16 en 450 mil pesos hace dos años. Y hoy en día, todo lo que es la zona del Acceso Sur de la rotonda hacia la costanera, hasta el puente, vale alrededor de 800 mil pesos y estamos hablando de un terreno de 10×30, un frentista”. Pero ocurre algo llamativo con sólo adentrarse unos metros en la zona. “A la vuelta hay una diferencia del 50% en el precio. La costanera tiene un valor muy alto con respecto a lo que está a una cuadra, como hay mucha demanda, el precio sube y a la vuelta el precio baja, porque no tiene la vista panorámica al río. Entre vivir en la costanera y a la vuelta, hay una diferencia de un 50%”, afirmó Villagra.Sin embargo, los números para los vecinos de este barrio posadeño son nada más que eso: números. Si bien algunos debieron irse, golpeados por la situación económica, los que se quedaron no pueden ni quieren ponerle precio a una parte de tierra que consideran invalorable.





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