PUERTO RICO. El sueño de 17 chicos con capacidades diferentes y sus padres, que hace unos ocho años fundaron en esta ciudad el Taller Manos Especiales, donde elaboran panificados, está al borde de la desaparición, ya que a pesar de la ayuda que reciben del Municipio, que les dona harina y almidón para que los chicos puedan hacer los panificados, no tienen otro ingreso que no sea la venta de los productos “y no podemos más”, lamentó Margarita Barraza ante PRIMERA EDICIÓN.La mujer, quien es la presidenta de la Asociación Civil Manos Especiales y madre de uno de los chicos, contó que “hace ocho años, estos 17 chicos egresaron de la Escuela Especial de Puerto Rico (la número 8) y nos encontramos con que no tenían un espacio donde desarrollar sus habilidades. Así que comenzamos con el proyecto del taller, que funcionó un año en mi casa. Ellos hacen chipas, tortas fritas, un poquito de todo, y hay tres de los 17 que pueden salir a vender, entonces, siempre bajo la supervisión de uno de los padres, salen a las calles de Puerto, la gente les compra, ya los conocen, pero esto no alcanza para mantener el taller”, explicó.Con mucho esfuerzo y dedicación, Barraza y los padres de los niños trabajaron para conseguir que Manos Especiales pudiera funcionar. “Nosotros venimos luchando, presentamos notas en todas partes, el Consejo de Educación y Gobernación, donde nunca nos recibió nadie, solicitando que nombren a la maestra especial que trabaja con nosotros y a la auxiliar. Ellas están con nosotros desde el inicio, incluso la docente estudió ya trabajando con nosotros, pero no podemos seguir manteniendo esto. Nosotros, por medio de un subsidio que recibimos del Ministerio de Acción Social de la Nación, recibimos un horno y maquinarias para panadería, mediante esto comenzamos a hacer panificados y repartir para poder juntar dinero, pero no alcanza: todo lo que producimos se paga a las personas que ayudan y no nos queda para nada”, indicó Barraza, quien junto a su marido lleva años trabajando para que los chicos con capacidades especiales tengan un espacio donde desarrollar sus habilidades. “Hay 17 que pueden quedar en la calle, todavía seguimos discriminados, hace diez años que estamos golpeando puertas y pidiendo ayuda, estamos cansados, nosotros somos padres grandes, todos con más de 60 años, y llevamos años golpeando puertas, es triste decirlo, pero nos sentimos humillados, pedimos y pedimos y no nos escuchan”, dijo la presidenta de la Asociación Civil Taller Manos Especiales. Personal para atenderlosLos chicos necesitan la supervisión de un adulto en las tareas que realizan. Barraza contó que “nosotros tenemos a la maestra y otra señora que son las que ayudan, los chicos no pueden hacer mucho, pero hacen su parte. Con la maquinaria que nos dieron de la Nación y la ayuda de la Municipalidad, realizamos panificados, que los hace un panadero y los reparte otro señor, todo esto hay que pagarlo y nosotros no recibimos ayuda de nadie, salvo como comenté el de la Comuna local. Ya no sabemos qué puertas golpear, aunque resulte difícil decir esto, lo tengo que hacer porque es lo que siento. Como nuestros chicos no suman, nos tienen olvidados”, indicó Barraza.Volvió a repetir que necesitan ayuda y que “de donde venga viene bien. Necesitamos los cargos para las personas que están trabajando con nosotros hace ocho años, porque ellos nos acompañaron todo este tiempo y no sería justo que ahora nombraran a otros, pero además ellos ya conocen a los chicos y saben cómo se manejan, nosotros no podemos estar enseñando todo de nuevo, estas personas son idóneas”, expresó la mujer. Estos chicos encontraron en el taller un espacio donde compartir con amigos y también donde pueden desarrollar sus habilidades en los panificados que habían aprendido en la escuela especial. Esperan que sus sueños y su espacio no desaparezcan y puedan seguir aportando su granito de arena a Puerto Rico.





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