
29 años pasaron ya desde aquel 29 de junio de 1996 en que la muerte se llevó de este mundo a Teodoro Cuenca, el hombre que luchó por aproximar a quienes dedicaban su vida al chotis, la galopa misionera, el rasguido doble, la polca rural, el gualambao, el chamarrón… en fin, todos esos ritmos que supieron llegar a los más recónditos rincones de su amada tierra colorada.
Su deceso se produjo en Oberá (ciudad que lo había visto nacer el9 de noviembre de 1950) y al día siguiente lo sepultaron en Garupá.
Partió, según cuentan quienes pasaron los últimos días a su lado, con la alegría de haber cumplido un sueño: grabar “Misionerita” entre uno de los 16 temas que conformaban su último trabajo, “Misiones, la magia de un sueño”.
Durante su lamentablemente corta vida de cantor popular, Teodoro Cuenca grabó seis discos: “Folclore 78″ (1978, con el Dúo Alborada), “Nombrando a mi gente” (1981), “Un día en tu vida” (1982), “Para volver a Misiones” (1986), “Teodoro Cuenca y el canto de Misiones” (1988) y el mencionado “Misiones, la magia de un sueño” (1995).
Era alguien que se identificaba con la necesidad de buscar un sonido propio y una forma propia de decir la música, confrontando siempre con quienes no tomaban en cuenta la necesidad cultural de los pueblos, sin medir las consecuencias y que con el tiempo le cerró muchas puertas.
Según explicaba hace unos años María Martínez, la mujer que supo acompañarlo en un camino lleno de logros, pero también plagado de sinsabores, que creyó en él incondicionalmente, aun cuando ir detrás de sus anhelos significara la bancarrota, “él no logró un éxito total, fue poco a poco, no se puede decir que llegó a un lugar y se hizo famoso”.
Los músicos misioneros recuerdan al cantautor obereño no sólo por su particular manera de cantar, sino especialmente por su solidaridad, su sinceridad y su mano tendida siempre a sus compañeros de profesión: fueron muchos los músicos que encontraron a su lado un consejo, una ayuda desinteresada, sin pedir nada a cambio.









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