MADRID, España (Agencias y diarios digitales). Con el uniforme de gala militar y luciendo el fajín de seda roja correspondiente a su nuevo papel de capitán general de los ejércitos, Felipe asumirá hoy el trono jurando fidelidad a la Constitución de 1978 en el Congreso, ante los diputados y senadores.Sin invitados extranjeros y en ausencia del propio rey Juan Carlos, que quiso ceder el protagonismo a su hijo, la jornada, exclusivamente laica, intentará combinar la sobriedad requerida por los tiempos de crisis con la proximidad con una ciudadanía que empieza a cuestionar la institución.Tras pronunciar su primer discurso como rey y presidir un desfile militar, Felipe y la reina Letizia recorrerán en coche el centro de Madrid, que se engalanó en su honor.Cerca de 16.000 geranios, crisantemos, lirios y petunias decorarán las calles de Madrid junto a centenares de banderas españolas de color rojo y amarillo. Una pantalla gigante retransmitió en directo la ceremonia desde la plaza de Oriente, donde se agolparán unas 10.000 personas.Alrededor de 7.000 policías garantizarán la seguridad de la jornada. Pequeñas manifestaciones prorrepublicanas fueron convocadas en señal de protesta pero las autoridades las prohibieron.Una recepción con 2.000 invitados y embajadores extranjeros cerró la jornada para celebrar el primer cambio en la jefatura de Estado desde la muerte del dictador Francisco Franco y la coronación dos días más tarde de Juan Carlos, quien había sido nombrado su sucesor en 1969.El crédito de la monarquía, fundamental en esos inestables años para impulsar la transición democrática, decayó en la última parte de su reinado por escándalos como la imputación judicial de su hija Cristina o la costosa cacería a Botsuana del monarca, en plena crisis económica.Recuperar el prestigio perdido es el difícil reto que se abre ante Felipe VI que, aunque dispone de una buena imagen ante los españoles, tendrá poco poder de decisión para abordar los principales problemas del país.El más urgente parece ser el desafío independentista catalán, donde al Gobierno autonómico convocó para el 9 de noviembre un referéndum al que Madrid niega cualquier validez legal. Este conflicto puede ser la primera prueba de fuego del nuevo rey, que conoce bien la región y habla fluidamente el catalán.Felipe VI será proclamado hoy rey ante las Cortes Generales en una ceremonia que se celebrará en el Congreso ante los casi 700 diputados y senadores, el Gobierno y más de un centenar de invitados.No habrá discursos ni palabras del rey Juan Carlos ni de su hijo, tan sólo una alocución a cargo del Ejecutivo para dar cuenta del contenido de la ley orgánica de abdicación aprobada mayoritariamente por el Parlamento.Antes… la abdicaciónEl rey Juan Carlos firmó ayer la ley de su propia abdicación en una ceremonia solemne, en lo que fue su último acto como jefe de Estado español y de sus 39 años de reinado.La ley de abdicación en favor su hijo, Felipe de Borbón y futuro rey de España, fue aprobada el martes por el Senado, último trámite parlamentario tras ser refrendada mayoritariamente la semana pasada por el Congreso de los Diputados.La firma tuvo lugar en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid y ha consistido en una ceremonia corta y solemne. Al acto asistieron unos 150 invitados, además de la reina Sofía y los príncipes de Asturias, el Gobierno y representantes de las altas instituciones del Estado.Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias y Sus Altezas Reales las Infantas Doña Leonor y Doña Sofía fueron recibidos por el presidente del Consejo de Administración del Patrimonio Nacional, José Rodríguez-Spiteri.Posteriormente, en la Saleta de Gasparini, Sus Majestades los Reyes, Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias y Su Alteza Real la Infanta Doña Elena fueron saludados por los titulares de los Poderes del Estado, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; el presidente del Congreso de los Diputados, Jesús Posada, el presidente del Senado, Pío García-Escudero, el presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos, y el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes.Fue la misma estancia donde en 1985 se firmó el tratado de adhesión de España a las entonces Comunidades Europeas, el rey Juan Carlos formalizará su renuncia a continuar al frente de la Jefatura del Estado y pasará el testigo a su hijo.Automáticamente, la infanta Leonor, hija mayor de los príncipes, ha pasado a ser princesa de Asturias y, como tal, heredera de la Corona española.Sancionada la ley, quedará lista para su publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE), momento en que Felipe VI será rey de España. Desafíos Más allá de los desafíos concretos que resalta el mundo político, el problema de fondo de don Felipe consiste en conectar con las generaciones de personas que culpan a las instituciones del desbarajuste económico y político de España.Para corregir ese efecto, don Felipe cuenta no sólo con esa preparación que le brindó su padre, sino con el arma de la edad. A sus 46 años, sólo cuatro más que la media de los habitantes de España, tendrá que demostrar que se acerca igualmente a la media de las preocupaciones ciudadanas, el paro, la precariedad, la falta de expectativas para los jóvenes, la corrupción, la sanidad, la educación, sin limitarse a los círculos de las élites políticas y empresariales.La debilidad de los principales partidos acentúa el peligro de descargar sobre el futuro rey la responsabilidad de arreglar las goteras de la democracia. Es muy positivo que conozca la lengua catalana y haya anudado discretamente una serie de relaciones en Cataluña, porque eso puede facilitar un clima favorable al diálogo. Pero todo depende de si los políticos están dispuestos a un pacto federal o se empeñan en sostener el statu quo hasta que una de las partes se rinda. De don Felipe se espera que mantenga la unidad social y territorial de España, pero eso será muy difícil si los líderes emanados de las urnas continúan enrocados, aguardando a que el Rey circule por el tablero en solitario.El jefe del Estado, tal como está configurado en la Constitución, carece prácticamente de poderes. Su margen consiste en arbitrar y moderar. Hay quien ve ventajas en ello: un monarca parlamentario tiene más posibilidades de mantenerse por encima de las confrontaciones partidistas y territoriales que el jefe de Estado de una República, según los argumentos de Roberto Blanco, catedrático
de Constitucional, expresados en la revista Claves. Republicano de convicción, este experto sostiene que “cualquier presidente de república imaginable lo sería de partido y, por tanto, de una parte del país frente a las otras”. Es una razón de peso para que muchos pragmáticos respeten la Monarquía como forma política del Estado.La espina más grande de la Corona es la situación en que se encuentra el edificio democrático, construido a finales de los años setenta y durante los años ochenta, cuyo mantenimiento deja mucho que desear. Si los resultados del férreo control de los principales partidos hubieran sido buenos, el edificio aguantaría, por más goteras que presente. Pero esto no es el caso de un país en el que millones de personas se quedaron sin empleo en cinco años, cientos de miles fueron expulsadas de sus casas y las clases medias han visto bruscamente interrumpida su prosperidad económica, mientras proliferaban la corrupción y el despilfarro del dinero público. Mucha gente ha empezado a dudar de todo, incluidas sus instituciones.





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