BUENOS AIRES (NA). Tras detectar un deterioro del clima social en barriadas pobres de zonas metropolitanas, el Gobierno aumentó 40% el monto de planes sociales e inyectará otros 15.000 millones de pesos anuales al consumo, pero existen problemas de fondo que continúan irresueltos.El incremento aplicado está más en línea con la “sensación térmica” inflacionaria del último año, que si bien para el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) había sido del 10%, según distintas canastas estuvo más próxima al 40%. En especial entre los sectores pobres, donde alimentos y bebidas -los rubros con mayores ajustes- tienen un peso mucho mayor en la ponderación de las compras.La jugada de la Casa Rosada no apunta sólo a mostrar un intento de mejora de redistribución del ingreso, sino a calmar cierto hastío social ante un ataque despiadado contra el bolsillo por parte de los formadores de precios, en medio de la impotencia oficial.La disparada de precios de los últimos meses golpeó en la línea de flotación de unas 10 millones de personas que viven en la pobreza, según datos de la Universidad Católica Argentina (UCA).Para colmo, la mayoría de esos sectores no está bancarizado, por lo que no pueden montarse sobre los descuentos que realizan los supermercados.Aquí también funciona el mundo del revés: en lugar de premiar el pago en efectivo, que les otorga mayor liquidez, las grandes superficies cierran acuerdos con bancos y continúan beneficiando a sectores medios y sobre todo altos, con acceso a servicios bancarios.Así, para el sistema financiero no quedan ya dudas de que esta fue una “década ganada”.Los 15.000 millones de pesos anuales que el Estado inyectará para dinamizar el consumo tampoco son todo costo.Buena parte de esos fondos volverá al Fisco en impuestos: 21% de IVA, 4% de ingresos brutos, más otras tasas municipales, y el propio Impuesto a las Ganancias, engordarán aún más las arcas de una Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) que ha aprovechado el impuesto inflacionario como pocos gobiernos pudieron hacerlo en las últimas décadas.Buena parte del aumento en las recaudaciones récord que se suceden mes tras mes están vinculados con el alza de precios, las retenciones y el siempre defenestrado impuesto al cheque, algo así como un gravamen a la nada por el cual no existe contraprestación de servicio alguno por parte del Estado.Al contrario, la Administración Federal de Ingresos Públicos le debería devolver parte de ese gravamen a los contribuyentes, porque le permite ejercer un control total y automático sobre los movimientos de fondos en los bancos, lo cual achica la burocracia estatal.El impuesto al cheque es considerado el colmo de los gravámenes distorsivos, y perjudica en especial a pequeños contribuyentes, que no pueden descontarlo ni de Bienes Personales ni de Ganancias.No son los únicos problemas: la actividad económica marca un claro retroceso en marzo y la caída en los niveles de producción de la industria automotriz ya se ubica en niveles catastróficos.Este fin de semana se conocerá otro dato que refleja el mal momento del sector automotriz: las ventas de vehículos usados cayeron 17% en abril. El futuro del dólarEn la semana que pasó el Banco Central dejó que el peso se devaluara 0,9% y llegara a 8,08 por dólar.Lo hizo a través de microdevaluaciones que promediaron los 2 centavos diarios, y encienden un interrogante sobre cuál será la estrategia cambiaria de las próximas semanas.En el mercado marginal el panorama se recalentó y la semana cerró con un dólar blue por encima de los 11 pesos, un nivel que no alcanzaba desde dos meses.La brecha cambiaria de tres pesos entre la divisa oficial y la paralela parece un problema imposible de resolver para las autoridades económicas.Es que si se abriera ahora el cepo cambiario las reservas se evaporarían en pocos meses, en parte por la desconfianza pero también por la emisión desmesurada de pesos, que guarda relación alguna con los fondos atesorados en el Banco Central.Como se ve, las inconsistencias se multiplican y lo peor es que el escenario contractivo empezó a hacer blanco en el empleo, donde se duplicó la cantidad de grandes empresas que prevén achicar sus plantillas este año.A esto se suma la delicada situación en las automotrices, que prometen no despedir operarios, al menos hasta mediados de año.





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