BUENOS AIRES. La figura de Ramón Ayala, referencia singular y plebeya de la sonoridad del litoral, llegará al circuito cinematográfico porteño con el estreno de una película que lleva el nombre del músico, en el Malba. Tras esa exhibición, la cinta dirigida por el fotógrafo y artista plástico Marcos López continuará en cartel en el Espacio Incaa Km0 Gaumont, a partir del 12 de junio. “Hay una especie de descubrimiento con mi obra. O tal vez todos me están cargando”, bromeó Ayala, en una entrevista, en la previa del estreno de la película, que ya se proyectó en Misiones y en el Festival de Cine Independiente (BAFICI). Cantor, compositor, guitarrista, poeta y pintor, Ayala nació el 10 de marzo de 1937 en Garupá, Misiones. Creador intuitivo, maceró una métrica particular -el gualambao, con un compás de 12 por 8-, además de cultivar el rasguido doble y la galopa. “Es, quizá, el momento más feliz de mi vida. No sólo en la parte musical -editó un nuevo disco, ‘Cosechero’-, sino en lo personal. Uno simplemente intenta aportar al pueblo y reflejar en la música la experiencia vivencial”, agregó, ya en tono de reflexión. El sábado, además, Ayala presentará junto a Los Nuñez su último disco “Cosechero” con un concierto que desde las 21 tendrá lugar en el ND Teatro (Paraguay 918). El álbum incluye canciones más emblemáticas como “El cosechero”, “El mensú” y “Posadeña linda”, entre otras, así como el inédito “Señor de los campos”. “Un día me llamó desde el Machu Pichu alguien medio esotérico (por Marcos López) y me propuso filmar. A los diez días empezamos a proyectar cosas, fuimos a Paraguay, a San Javier -la tierra de Horacio Quiroga-, a todos lados, y quedó muchísimo material que quizá pueda ser usado más adelante”, apuntó Ayala. La película “Ramón Ayala” es un filme irreverente en donde predomina el color chillón de las fotografías, pinturas o esculturas del músico. “Lo que me gusta de Ramón es la sencillez que tiene como artista y la predisposición y energía vital que mantiene siendo un hombre de 86 años. Está siempre conectado con el proceso de seguir creando y por eso me interesó hacer la película”, resumió el director López. “Ramón es exagerando, siempre está declamando el instante de la fragilidad de la existencia, es místico, podría ser como un Walt Whitman pero en la selva guaraní, una especie de monje y filósofo”, lo describió. Ayala es el autor de obras populares como “El cosechero” y “El mensú”, en las que describe con profundidad y lirismo la vida ardua del trabajador misionero y su explotación a manos de grandes terratenientes. “Pienso que los temas y personajes vienen a uno, es un encuentro. A Ramón lo conocí hace años, porque vive a cinco cuadras de mi casa. Y a partir de allí pensé en él para hacer un viaje imaginario desde Plaza Constitución, que para mí es un epicentro energético, hacia la América profunda que sería la selva guaraní”, recordó López. Caótica y desordenada como él mismo se reconoce, la película le permitió a López “profundizar en una experimentación estética” sobre su Pop Latino, a través de “la experiencia de mezclar el caos urbano donde vivo con el hecho de filmar y transmitir la sensación de la selva, que es muy difícil. Así -explicó- muestra el deseo y la fascinación urbana por el misterio de la selva a través de las canciones de Ramón”. Al igual que sus fotografías tomadas en la vida, “la película ofrece personajes de ficción mezclados con la realidad. Nadie sabe si es documental o está armado. Genero situaciones de interacción dramática con la gente”.





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