LA PAZ, Bolivia (Agencias y diarios digitales). La baja de 700 suboficiales que protestaban para acabar con la discriminación entre militares agravó la crisis castrense en Bolivia, en un año electoral en el que el presidente Evo Morales busca su tercer mandato.El conflicto fue un golpe inesperado para el gobierno, que cuenta con el firme apoyo del sector militar.Este viernes, pese a las sanciones impuestas, grupos de militares volvieron a tomar las calles vestidos de combate en La Paz y otras ciudades bolivianas, una imagen que no tiene precedentes en los últimos 30 años, desde que en los 80 protagonizaban golpes de Estado. “Vamos a seguir, no vamos a rendirnos; no lograrán intimidarnos. Si hemos llegado a esto es por la inoperancia de los jefes”, dijo el suboficial Freddy Sujocayo, uno de los líderes de la protesta.“Ha ocurrido una fractura interna en las Fuerzas Armadas entre jefes y suboficiales, probablemente la más grave que ha conocido el país en mucho tiempo ya que se trata de una ruptura en la base de la institución”, dijo Jorge Lazarte, sociólogo y analista político de la universidad San Andrés.La cúpula militar respondió a los reclamos con una baja masiva para huelguistas que rompieron la estructura de mandos y el gobierno de Morales decidió apoyar hasta el momento la decisión.“Abandonar el cuartel es traición a la patria”, dijo ayer Morales. “Unas Fuerzas Armadas sin disciplina dejan de ser Fuerzas Armadas”, apuntó.El mandatario boliviano tiene un firme apoyo en las cúpulas militares ganado a fuerza de responder a sus requerimientos, indican los expertos. “Ha habido pocos gobiernos que han dado tantos beneficios a los militares”, indicó Lazarte. Así, en los últimos años, las Fuerzas Armadas recibieron más recursos, mayores ingresos a los altos mandos y hasta beneficios como el pago de bonos sociales.Pero en los últimos días, aferrados al concepto de “descolonización” que pregona el gobierno para todos los sectores desde la nueva Constitución de 2010, los militares de bajo rango, que suelen ser aymaras y quechuas, salieron a denunciar la discriminación y excesos que imponen jefes y oficiales, mayoritariamente de origen mestizo o blancos.La inédita protesta de suboficiales, que son un 30% de los casi 38.500 efectivos de las Fuerzas Armadas bolivianas, reivindica el acceso a estudios superiores, ascensos de rango, mejoras salariales y atención en hospitales militares en similares condiciones a los uniformados de alta graduación, entre otros aspectos.Los expertos destacan que la llamada “descolonización” tuvo en este caso un efecto búmeran.“La descolonización es un caballito de batalla de Morales en todos los ámbitos, pero en el caso de las Fuerzas Armadas el invento le está reventando en la cara”, explicó Lazarte. “El gobierno quedó atrapado entre mantener esa consigna y su lealtad a la cúpula militar, que le es fiel y de la que necesita cada vez más”, precisó.Ayer, por quinto día, se han replicado las marchas callejeras de los uniformados, quienes vestidos con trajes de combate han recorrido las calles en varias ciudades del país.Crisis inoportunaEsta crisis militar ocurre poco antes de que Morales inicie su campaña para las elecciones generales de octubre en las que buscará un tercer mandato hasta 2020. Y el impacto puede sentirse. Aunque de momento, la oposición tiene pocas posibilidades de arrebatarle el poder al mandatario izquierdista, según recientes sondeos. “El gobierno puede perder el apoyo de un sector amplio de las Fuerzas Armadas y la oposición puede pretender mostrar que el gobierno es débil y que no tiene control del aparato militar”, opinó el analista Marcelo Silva, docente en la privada Universidad Nuestra Señora de La Paz.Incluso, varios expertos advirtieron que el conflicto podría extenderse y agravarse rápidamente porque los suboficiales y sargentos son la base estructural de las fuerzas. “Ellos conducen los tanques, los camiones, son los que siempre están en contacto con la tropa. Son la base esencial”, recordó Samuel Montaño, analista de asuntos militares, consultado por el diario La Razón.“Podríamos hablar de que la situación se encamina a un motín”, indicó al recordar que se trata de un reclamo interno que no ha sido atendido ni por los jefes militares ni por el Ministerio de Defensa.Si bien es una de las peores crisis castrenses de la historia, tanto analistas como los propios militares descartan un golpe militar.“Nosotros estamos reclamando justicia, que se acabe la discriminación, no estamos promoviendo un golpe”, señaló el jueves el suboficial Erick Magne, uno de los principales líderes de los rebeldes, para responder a las acusaciones de “sedición”.





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