POSADAS. La comunidad católica celebró ayer el Domingo de Ramos, dando comienzo así a la Semana Santa; un momento colmado de tradiciones que fueron variando con el correr del tiempo, hasta llegar a convertirse, para una gran mayoría, en una semana en la que no se trabaja y se comen los famosos huevos de Pascua. De hecho, el Domingo de Pascuas es uno de los dos días del año en el que se consume más chocolate (el otro es en Navidad); sin embargo y porque, tal como dijo Alberto Lleras Camargo, “un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir”, siempre es bueno recordar la esencia de esta fecha y, por qué no, volver a aquellas costumbres que unieron a las familias durante siglos.El origen de la Pascua se remonta al año 1513 antes de Cristo, cuando el pueblo judío emprendió su éxodo desde Egipto hacia la Tierra Prometida. Desde entonces, cada año, como recordatorio de la liberación, en la víspera del primer día se comían hierbas amargas mojadas en vinagre, para rememorar la tristeza de la servidumbre, y se narraban en tono cadencioso cánticos que hacían alusión a las diez plagas que azotaron a Egipto. Por su parte, para los cristianos, la Pascua es la fiesta instruida en memoria de la resurrección de Cristo. El registro bíblico dice que la noche anterior a su muerte, Jesús se reunió con sus discípulos para celebrar la Pascua judía. Posteriormente, instituyó lo que se conoce como la “Cena del Señor”, y dijo a sus apóstoles “sigan haciendo esto, en memoria de mí” (Lucas 22:19). Asimismo, desde los inicios de la humanidad, el huevo fue sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento. Así fue que los cristianos comenzaron a obsequiarse huevos con regalos durante Semana Santa y, al principio el siglo XIX, en Alemania, Italia y Francia aparecieron los primeros huevos hechos con chocolate. En cuanto a la decoración, siempre representó un desafío para los reposteros. En sus comienzos, eran pintados a mano, con colores estridentes, que representaban la luz del sol. En Apóstoles, por ejemplo, se llevan a cabo talleres de “Pysanka”.Es en la Ciudad de las Flores donde también, cada Jueves Santo, niños y mujeres hierven huevos en agua con yerba mate o un bulbo similar a una cebolla, que obtienen en algunas huertas, para colorearlos en los más lindos tonos de verde o bordó, respectivamente, para llevarlos el “Sábado de Gloria” en la canasta que será bendecida por el sacerdote.Los huevos duros no deben faltar en el almuerzo de Pascuas, un momento colmado de tradiciones que comienza cuando el “iaytsé” (huevo duro) se corta en tantos trozos como miembros de la familia estén presentes; el jefe familiar se acerca a cada uno y con el tradicional saludo, “Jristós Voskrés” (Jesús ha resucitado), le sirve una porción; una ceremonia que recuerda la vida y la eternidad, pues renace cada año con la Resurrección. Y este es el mensaje que debería primar el encuentro de seres queridos el próximo domingo, sin interesar que tan importante es el huevo de Pascuas. Pysanka y coloresLos colores usados en el pysanka son ricos en simbolismo. Así, el blanco, por ejemplo, hace referencia a la pureza, al nacimiento, luz, reencuentro y virginidad. El amarillo, por su parte, es el símbolo de la juventud, amor, la cosecha y perpetuación de la familia. Es el símbolo cristiano de la recompensa y del reconocimiento.El anaranjado es el símbolo de la resistencia, de la fuerza, y de la ambición. El color de una llama representa la pasión templada por el amarillo de la sabiduría. Es también el símbolo del sol eterno.El verde es el color de la fertilidad, de la salud, y de la feliz esperanza; del resorte, rompiendo ataduras, frescura, y abundancia. En la era cristiana representa bondad plena y la victoria de la vida. El verde es el color de Navidad, de la Pascua y de la Epifanía.El negro también está presente, haciendo alusión a la constancia o eternidad, el centro de la tierra, el tiempo más oscuro antes del amanecer.





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