BERNARDO DE IRIGOYEN. Una madrugada de terror fue la que vivió ayer el jefe de la dependencia Bernardo de Irigoyen de la Aduana Nacional, cuando desconocidos arrojaron dos bombas molotov a su vivienda, mientras descansaba junto a su familia.El episodio, de tinte claramente mafioso, es el segundo que se registra en la zona en apenas tres días. El último martes un gendarme de San Antonio, a 30 kilómetros, perdió su automóvil, su vivienda y los ahorros de toda una vida en un episodio de similares características.“El miedo existe, pero tenemos que seguir cumpliendo nuestras funciones, tratando de sobrellevar todo de la mejor manera”, le dijo ayer a PRIMERA EDICIÓN en diálogo telefónico Luis Alberto Galeano (43), quien reconoció el temor que genera el hecho y aseguró que “hay gente que no puede entender el compromiso” de la función que cumple.Galeano le contó a este diario que todo comenzó alrededor de las 3.50 de ayer, mientras dormía junto a su esposa e hijos en su vivienda de calle Libertad, a unos 500 metros de la frontera seca con Brasil, nada más y nada menos.“Sentimos un ruido fuerte en el techo que nos hizo despertar. Nos levantamos de inmediato para ver si no les había pasado nada a nuestros hijos”, relató el administrador sin esconder la amargura y la angustia por el momento vivido.Galeano atinó luego a “espiar” por el ventanal de su casa con el fin de dar con los autores del hecho. Como reconoce, “en ese momento pensamos que podía ser una broma pesada”. Sin embargo, unos cinco minutos después la familia volvió a sentir una explosión, ahora en el fondo de la vivienda.“Fui hasta una de las ventanas y entre las persianas vi las llamas y una especie de botella con una llamita pequeña. Fue un momento de completo nerviosismo”, relató.Galeano comprendió entonces que se trataba de un atentado y, por miedo a que la situación se agravara, permaneció en el interior del inmueble varios minutos. Luego, uno de sus cuñados salió por una ventana y alcanzó a apagar una de las botellas, “que aún no había explotado”, detalló.Entonces todo volvió a la calma y, mucho más tranquilo, el dueño de casa dio aviso a la Policía. No pudo observar a los autores del hecho, que claramente escaparon de la escena a toda velocidad.Ya en el lugar, la Policía secuestró dos botellas, una de vino y otra de cerveza, utilizada por los delincuentes como artefactos explosivos. “No sé si el fin de esta gente fue el de alertar, intimidar o causar daño. De una u otra manera, lo cierto es que yo tengo que seguir cumpliendo con lo que me exige la institución para la que respondo”, dijo Galeano.Sobre los probables autores del hecho y al ser consultado sobre si puede provenir de una de las denominadas “mafias” que operan en la zona, el encargado de la Aduana local aseguró no poder “apuntar directa o específicamente a alguien”. De todas maneras, reconoció que en su opinión, “tiene relación con lo laboral, con el cumplimiento de mis funciones; soy administrador de la Aduana de Irigoyen desde octubre de 2012 y venimos haciendo operativos con resultados positivos que pueden haber molestado a alguien”.Aunque admitió la preocupación por el episodio, Galeano dijo que aún no habló con su familia sobre un probable traslado, aunque deslizó que puede llegar a considerar esa opción en el futuro. “Tengo el acompañamiento de la administración, de mis superiores. En 22 años de servicio es la primera vez que me sucede algo así”, aclaró.El caso sucedió apenas tres días después de otro violento “mensaje” de tinte mafioso vivido por Thiago González, sargento de Gendarmería Nacional, quien quedó prácticamente en la calle luego de que ardiera su vivienda en San Antonio.Fue alrededor de las 2.15 del último martes y bajo el mismo “modus operandi”, salvo que en esa oportunidad, mediante testigos, se pudo saber que los autores del hecho eran dos y escaparon a bordo de una motocicleta.Ese no es el único antecedente de amenazas contra autoridades y funcionarios públicos en la zona. El más grave sucedió en la noche del 29 de febrero de 2008 en el barrio Soberanía Nacional de Irigoyen, donde vivía Gabino Sánchez (52). Aquella vez, desconocidos entraron y mataron de un tiro en la cabeza al por entonces administrador de la Aduana de Irigoyen, quien días antes había recibido amenazas.Galeano conocía a Sánchez y era “su” jefe de Resguardo cuando todo sucedió, como se lo confirmó a este diario. Vivió de cerca aquel hecho y conoce los riesgos de la función que ocupa. Los riesgos de una frontera caliente que ahora parece volver a despertar en su peor faceta.





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