CANDELARIA. Cuando los investigadores llegaron a su domicilio, Diego Andrés Espíndola tomaba tereré sentado en un sillón, sobre la carpeta de cemento con que cubrió el hoyo donde enterró a su mujer Érica Fabiana Macedo. Era el mediodía del jueves pasado y los últimos minutos en libertad de este hombre de 33 años.Ayer quedó al descubierto la macabra y terrible historia que rodeó el homicidio de esta joven, mamá de tres pequeños menores de siete años que quedaron huérfanos de madre y con el padre arrestado, sindicado como único sospechoso en el femicidio que sacude por estas horas a la sociedad misionera.Las primeras pericias indican que la víctima murió por politraumatismo cráneo encefálico, aunque se tendrá certeza con el resultado de la autopsia ordenada por el juez de Instrucción 2 de Posadas, César Yaya.En un principio, el homicidio habría ocurrido el sábado, al filo de la medianoche, y en esa misma secuencia el autor habría enterrado el cuerpo en un hueco situado a un costado de la puerta de acceso a la vivienda.Érica Fabiana se encontraba desaparecida desde el sábado. Cerca de la medianoche la vieron con vida por última vez. Caminaba rumbo a su casa luego de visitar a una amiga.Testigos aseguraron que iba decidida a cambiarse de ropa para salir, porque quería celebrar el Día de la Mujer. Pero la vida y la mano asesina de su pareja le tenían reservado otro destino.Una vez en su domicilio, probablemente frente a los ojos de sus tres hijos, algo pasó, la situación se salió de control y todo acabó en un crimen atroz.La mayor de las hijas habría visto cuando el hombre la llevó hacia el patio posterior de la vivienda, posiblemente a los golpes. Quizás haya sido la última imagen que tenga en vida de su madre.A Érica Fabiana le gustaba salir a bailar, divertirse y disfrutar de la vida. A la par, era una madre comprometida, nada la separaba de sus hijos, contaban ayer los vecinos. Y esa circunstancia, sumada a su misteriosa desaparición y renuencia del concubino a efectuar la denuncia, terminó por convencer a los familiares y allegados de que algo malo había sucedido.Más por presión de la familia que por motus propio, Espíndola concurrió a la comisaría de Candelaria el miércoles pasado para denunciar la desaparición de su mujer.Pero dio una versión que luego terminó por despertar las sospechas de los investigadores. Afirmó que Érica Fabiana lo había abandonado por otro hombre con el que se fue en auto.Tras las primeras averiguaciones, los detectives comprobaron que el año pasado la Justicia de Familia había librado una orden de exclusión de hogar y prohibición de acercamiento a su familia contra Espíndola.Al día siguiente, es decir el jueves, el magistrado ordenó el arresto de este hombre en averiguación del hecho.La medida se efectivizó en horas del mediodía. Cuando los uniformados arribaron al lugar, el sospechoso tomaba tereré sobre el piso de cemento que había hecho encima de la fosa donde sepultó a la madre de sus hijos.Nadie la había visto salir de su casa la noche del sábado. Tampoco la amiga con quien iba a festejar el Día de la Mujer.Sin embargo, se sumaban los testimonios que aseguraban haber escuchado, esa noche, una fuerte discusión en el interior de la casa, gritos, golpes y de repente, un silencio sepulcral.Ningún término más acertado para describir la situación. Ese silencio ensordecedor habría marcado, tal vez, la agonía y muerte de Érica Fabiana.Como nadie la vio salir del domicilio, la búsqueda se circunccrbió ayer a la propiedad ubicada en el barrio San Jorge de Candelaria. Después de peinar sin éxito tres pozos en el fondo del terreno, porque el domingo el sospechoso había efectuado tareas de limpieza, los peritos observaron extrañados que una parte del cemento del piso en el ingreso a la casa era más claro que el resto. Hicieron un hueco y el olor nauseabundo explotó en el aire. Allí estaba el cuerpo de Érica, sediento de Justicia. Los elementos que terminaron por derrumbar la coartada del maridoCANDELARIA. La cronología de los hechos indica que la víctima desapareció el sábado a la noche. El concubino, Diego Andrés Espíndola, denunció esa circunstancia el miércoles, muy a pesar suyo; al día siguiente lo arrestaron y ayer se encontró el cuerpo, a un costado de la puerta de acceso a la casa ubicada en el barrio San Jorge, de la ex capital provincial. La versión que brindó en sede policial fue que la joven, de 24 años, lo abandonó con otro hombre y que ambos se fueron en un coche.Sin embargo, con el devenir de las horas, desde el miércoles a las 18, cuando efectuó la denuncia, los investigadores ataron cabos y recabaron indicios que comenzaron a derrumbar la coartada.Vecinos y familiares se refirieron a Érica Fabiana como una madre comprometida con la crianza de sus hijos, a los que jamás dejaría abandonados.Pero no era el único dato que despertó sospechas en los investigadores. En la vivienda del barrio San Jorge hallaron el DNI y otras documentaciones personales, lo que resultó llamativo.Además, ella debía cobrar un plan social por hijos, el miércoles pasado, y no lo hizo.Cómo podía moverse sin dinero, se preguntaron.Las dudas y sospechas comenzaron a cerrarse definitivamente en torno a Espíndola cuando trascendió que la Justicia le había prohibido el año pasado acercarse a su familia.Los detectives ahondaron en esta línea y establecieron que en noviembre pasado la pareja decidió darse una nueva oportunidad.La relación desde entonces fue bastante particular. Ella lo habría dejado regresar porque él le dijo que no tenía dónde ir; además uno de los hijos se habría enfermado y requería al padre.Sin embargo, se trataba de una relación en que ella tendría la libertad de poder salir sin objeciones.Al parecer, el sábado pasado, Espíndola no lo entendió así y habría decidido dar por terminado aquel acuerdo que le permitió regresar a la casa.La mató y enterró en la misma propiedad porque no encontró otra manera de deshacerse del cadáver.Dicen que el domingo, después de cometido el brutal crimen, efectuó una limpieza profunda de la casa y del amplio patio, con quema de pastizales y otras basuras.Quizás buscaba mantener distraída su mente, su cargo de consciencia.Dicen que el tiempo que permaneció preso en la comisaría de Candelaria, desde el jueves al mediodía, se mostró imperturbable, frío e inocente.Lo &
;uacute;nico que hacía era repetir que la mujer lo había dejado por otro.Ahora deberá rendir cuentas ante la ley, en una causa que se instruye en el Juzgado penal 2 de Posadas, a cargo del magistrado César Yaya. A la par, tres niños menores de siete años quedaron huérfanos de madre y con el padre que llegará, probablemente, a la ancianidad tras las rejas. Dónde estaba el canteroEl homicidio de Érica Fabiana ocurrió el sábado y todo indica que al filo de la medianoche. Al parecer, la ultimaron a golpes.El autor aguardó que las horas pasaran y bien entrada la madrugada del domingo, probablemente, enterró el cuerpo.La teoría tiene lógica. A falta de un vehículo con el cual deshacerse del cadáver, lejos de la propiedad donde estaban sus hijos, no tuvo alternativa que enterrarlo.Para ello era necesario que nadie lo viera, lo que finalmente habría ocurrido. Al menos hasta anoche la Policía ni la Justicia tenían un testigo que lo hubieran visto cavando la fosa donde dejó el cuerpo.El lugar que escogió fue el hall de acceso a la casa, justo donde había un cantero, al lado de la puerta principal.La tarea no habrá sido sencilla, aunque un poco menos que para el común de la gente, habida cuenta de sus conocimientos en albañilería.La madrugada del domingo retiró el cantero y en ese lugar, cavó el hoyo donde enterró a su mujer.No se desesperó. Aguardó hasta el martes, un día antes de efectuar la denuncia por la desaparición de la joven, para completar el macabro plan.Fue hasta la casa de un vecino y le pidió prestado la hormigonera (“trompito”).Con ella efectuó el cemento para cubrir el hueco en que sepultó a la madre de sus hijos.Los investigadores se entrevistaron con el vecino que le prestó la máquina y entre otras cosas les contó: “no encontré nada raro porque estaba construyendo su casa y solía pedírmela”.Los testigos con los que PRIMERA EDICIÓN pudo hablar coincidieron en catalogar a Espíndola como una persona “introvertida, poco sociable, que se ganaba la vida con changas, como albañil y hasta de camionero. Pero solía tratar de buena manera a sus hijos”.En la misma senda indicaron que Espíndola mantenía una relación tormentosa con su pareja, casi de amor-odio, que llevó a la Justicia a ordenar, el año pasado, que se mantuviera lejos de su familia.





Discussion about this post