OBERÁ. “¡Ya la mató! ¡Ya la mató!”, les gritó el niño de diez años a los operarios de la Cooperativa Eléctrica Limitada de Oberá que habían llegado en su ayuda. Así fue como se descubrió el horrendo crimen de María Fátima Suárez (38), asesinada de 22 puntazos por su concubino, José Da Silva (44), en medio de una pelea de pareja.Hasta esa conclusión llegó ayer el Tribunal Penal 1 de la Segunda Circunscripción Judicial, con asiento en Oberá, que cerca del mediodía condenó a 18 años de prisión al imputado, según pudo saber PRIMERA EDICIÓN.La resolución fue adoptada por el alto órgano, conformado por los magistrados Francisco Aguirre, José Rivero y Lilia Avendaño. En los alegatos, la defensa de Da Silva, en manos de la letrada María Abdolatif, había alegado emoción violenta y solicitado una pena de tres años. El Ministerio Público Fiscal, representado por la doctora Estela Salguero de Alarcón, en tanto, pidió 16.Así las cosas, el condenado purgará lo que resta de la condena en la Unidad Penal II del Servicio Penitenciario Provincial, con asiento en Oberá, hasta donde fue trasladado una vez conocido el fallo.El salvaje homicidio ocurrió alrededor de las 15.30 del jueves 6 de diciembre de 2012 en una chacra del Lote 155 de la Sección Novena de Campo Ramón, a unos doce kilómetros de la ruta nacional 14.Los investigadores creen que el crimen no fue más que el corolario de una nueva disputa verbal en la pareja, que incluso tenía una cita en el Juzgado de Familia local para los días posteriores.Habría sido en medio de ese pleito que Da Silva enfureció y tomó un cuchillo de tipo carnicero, de unos 25 centímetros de hoja, con el que apuñaló a la mujer en por lo menos 22 ocasiones. Uno de esos puntazos le atravesó el corazón, literalmente, provocándole la muerte de manera instantánea.De las declaraciones en Cámara Gesell ventiladas ayer en la sala de audiencias del Tribunal Penal 1 obereño se conoció también el calvario que vivieron los cuatro hijos que compartían techo con su madre y Da Silva.Al parecer, los cuatro fueron testigos del pleito y tres de ellos salieron a correr por la zona en busca de ayuda. “¡Quedó loco! Agarró un cuchillo y quería matar a mamá”, fueron las palabras que repitieron una y otra vez los niños al encontrarse con operarios de la CELO que trabajaban en el tendido eléctrico de la zona.Cuando los trabajadores llegaron a la casa se toparon con otro de los hijos de Suárez, de diez años, quien lanzó una dura verdad entre lágrimas. “¡Ya la mató! ¡Ya la mató!”, gritaba con la garganta desgarrada el pequeño, testigo de los últimos segundos de vida de su madre.Los operarios no podían creer lo que escuchaban, pero tuvieron que aceptar la dura realidad cuando llegaron a la cocina de la casa: allí estaba la mujer, sobre un charco de sangre, masacrada.a




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