PUERTO ESPERANZA. La angustia y la desazón marcan a fuego cada una de las palabras que provienen del otro lado de la línea. “No tengo esperanzas de hallarlo con vida; a mi hermano lo mataron. Ojalá Dios quiera que me equivoque, pero después de seis meses las esperanzas se me terminaron”, dice con la voz entrecortada y el peor de los presagios.La voz de Antonio (46) es un reflejo del dolor que la familia Estepa sufre desde hace seis meses, cuando vieron por última vez a Andrés, protagonista de uno de los grandes misterios que sacudieron a Misiones en los últimos años. Es que medio año después, el paradero del cazador sigue sin tener respuestas.“Yo digo que lo llevaron lejos y lo tiraron al agua. No creo que lo hayan enterrado porque buscamos por todos lados y si fuera así lo ibamos a encontrar. Ojalá me equivoque, pero realmente es muy difícil que esté vivo, porque ya pasó mucho tiempo”, reiteró Andrés en diálogo telefónico con PRIMERA EDICIÓN ayer, medio año después del comienzo de una pesadilla de la que la familia aún no pudo despertar.Estepa tenía 50 años y el miércoles 14 de agosto de 2013 fue la última vez que sus familiares lo vieron. Aquel día salió temprano de su casa en el barrio San Cayetano de Wanda en compañía de un amigo, que lo llevaría hasta el Paraje Esperanza Centro, a unos 25 kilómetros del casco urbano de Puerto Esperanza, hacia el centro de la provincia.La idea de Estepa, criado en el monte, era aprovechar el día para cazar y regresar con el último rayo de sol. Por eso quedaron en reencontrarse con ese amigo en horas de la tarde en el mismo punto donde se habían despedido por la mañana. Sin embargo, eso jamás sucedió.Como Estepa no aparecía, luego de buscarlo por algunos minutos, el sujeto condujo hacia Wanda y le avisó a uno de los hijos de Andrés que su padre no aparecía.La situación era inesperada. Pese a su conocimiento de la zona, Estepa sabía que no era conveniente pasar la noche en el monte. Por eso siempre estaba en el lugar y a la hora acordada donde debían recogerlo.El hijo de Estepa no lo dudó un segundo y junto a familiares y amigos montó una búsqueda por la zona. Al otro día regresó por la mañana. Y también por la tarde. Sin resultados, dio entonces aviso a la Policía. El “caso Estepa” comenzó entonces a trascender.Las búsquedas se profundizaron en la zona cercana a Colonia Lanusse, “una selva tan espesa por la que no se puede ni caminar”, como le contó a este diario una fuente en su momento. Hasta el Grupo de Operaciones Especiales participó del trabajo, que jamás tuvo resultados.El único rastro de Estepa se conoció días después de su desaparición, cuando se supo que dos “ñandúes” -como se conoce a los cuidadores de la empresa privada a la que pertenece ese sector de tierras- lo cruzaron en medio de un “sobrado”, una suerte de “balcón” improvisado instalado en los árboles cerca de los “saleros”, utilizados para atraer a los animales.Ante la Justicia, los “ñandúes” reconocieron haberse cruzado con Estepa. Aseguraron que le pidieron amablemente que se retirara del lugar, a lo que, pese a resistirse, finalmente accedió. En medio de ese supuesto diálogo, los cuidadores le tomaron varias fotos. Son las últimas que se conocen del cazador.“Nosotros apuntamos a esos ‘ñandúes’ porque que ellos en principio no dijeron que tenían esas fotos; y porque son los últimos que lo vieron con vida. Ellos algo tienen que ver, otra cosa no hay. Ellos tienen que saber dónde está mi hermano”, asegura Antonio, clamando por llegar a la verdad.Con respecto a esa última imagen, que acompaña este artículo, Antonio asegura que la parte del codo que se observa en la esquina inferior izquierda corresponde a “una posición de encañonamiento”, en relación con la hipótesis que sindica a los “ñandúes” como los autores de una supuesta agresión.Antonio repite que buscaron por todos lados a su hermano Andrés, pero que no hubo pistas y ya no saben qué hacer. “Vivimos tristes, se lo extraña mucho. Queremos que la Justicia y las autoridades sigan con la búsqueda, porque no puede ser que a mi hermano se lo haya tragado la tierra”, reclama junto a su familia, que de una u otra manera quiere cerrar ese círculo doloroso: “el tiene que aparecer, vivo o muerto, pero tiene que aparecer”. Algo vinculadoa un terceroCon el paso del tiempo las autoridades de la investigación descartaron que la desaparición de Estepa se haya producido por un accidente o el ataque de algún animal.“Queda suponer que le pasó algo vinculado a un tercero”, le confió una fuente del caso en su momento a este periódico. Es que, al decir de los detectives, el ataque fatal de un animal habría dejado rastros en la zona.Por eso es que los familiares apuntan contra los dos hombres que lo vieron por última vez, los “ñandúes”, a los que la Justicia en su momento llamó a declarar. Sin embargo, ante la ausencia de elementos en su contra, ambos fueron desestimados de la investigación.El misterio continúa aún hoy sobre lo que pudo haberle ocurrido a Andrés Estepa en el medio del monte misionero. Mientras tanto, su familia pide que el caso no se olvide y que las búsquedas continúen.





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