Eduardo Krause Feliciano era considerado un criminal de extrema peligrosidad en ambas márgenes del río Uruguay; un guapo de temer en Brasil y también en Misiones, donde se había recluido después de escapar de la prisión de Santa Rosa. Dicen que era un hombre que anhelaba la libertad pero, al mismo tiempo, hacía todo por perderla.En su país fue condenado por dos crímenes y una lista interminable de robos a mano armada y delitos menores.En marzo de 2010 se fugó de la cárcel y cruzó la frontera para radicarse en Jardín América, donde formó pareja y hasta fue padre. Pero el destino quiso jugarle una broma macabra y en un procedimiento policial en busca de otro delincuente, terminó esposado y encarcelado.La Policía misionera se enteró quién era realmente el hombre que tenía tras las rejas cuando pidió el registro de antecedentes.La Justicia brasileña rápidamente informó que se trataba de un criminal de extrema peligrosidad, que había purgado condena en ese país por robo a mano armada y dos crímenes cuando se fugó de la prisión de Santa Rosa.En realidad, escapó de la cárcel en tres ocasiones: el 27 de febrero de 2010; el 6 de marzo de ese mismo año y aunque suene increíble; 72 horas después de ser recapturado.En ese contexto decidió atravesar el río Uruguay y establecerse en Argentina. Allí conoció a quién sería la madre de su hijo. Pareció cambiar pero no se puede ir contra la naturaleza. Lo único que sabía era delinquir y reincidió.Aunque en septiembre de 2013, cuando lo arrestaron en Jardín América, no fueron por él sino por otro maleante, es probable que más temprano que tarde tuviera que rendir cuentas ante la Ley. No fue necesario, murió sin confesar.





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