POSADAS. El maestro Hugo tiene hoy en día 85 años y en una visita a PRIMERA EDICIÓN recordó cada día de su larga vida como docente, que comenzó allá por 1947, cuando con tan sólo 18 años ya era docente de grado en la colonia Aristóbulo del Valle. Encina es uno de los docentes más reconocidos por sus pares, recibió en los últimos años numerosos reconocimientos a su trayectoria y a su voluntad de trabajo, porque nunca descansó, incluso ahora continúa enseñando. “Nosotros, los docentes, nunca dejamos de enseñar, ni de aprender, porque en cada situación de nuestra vida aplicamos lo que nos dejó tantos años de estar frente a los alumnos”, indicó Encina en un recorrido mental por todas sus andanzas en distintas escuelas de la provincia. Pero hay una anécdota que pinta de pies a cabeza lo que significaba el maestro en las escuelas rurales de antaño. “Una vez le pregunté a una nena que pasaba con su hermana Elvira, que no venía a la escuela y ella me respondió está por quedar ciega de un ojo, le dije que venga a verme y al llegar le pregunto qué tenía y ella me respondió que el médico le había puesto eso. Lo abrí y vi que tenía una ura, ahí nomás tomé una pinza y empecé a curarlo, saqué la ura, le puse en una bolsita, le cerré la herida con unos trapos y le dije al chico que vaya al médico a mostrarle lo que le había sacado, yo le había puesto en un sobre con una nota que decía: doctor le saqué una ura a su paciente. Además le indique que tenía que curarle la herida para que no se infecte. Al otro día, veo que se acerca una persona a caballo, era un hombre joven, quien al bajarse me gritó: Maestro enséñeme lo que hizo con ese niño, se bajó, vino hacía mí y empezamos a conversar”, relató Hugo y agregó que ese joven era el médico del lugar, quien hace poco tiempo había llegado desde La Plata y que todavía “estaba muy fresquito, después con los años se convirtió en un reconocido profesional Waldemar de la Cámara, que fue el primer médico de allí”. El docente había estudiado como “docente educador sanitario”, y con estos conocimientos tuvo la oportunidad de hacer campaña contra los parásitos, administrando los remedios que le eran facilitados por Salud Pública, y que él mismo le aplicaba a los niños de las escuelas, cabe recordar que en esa época funcionaban sólo dos escuelas en esa zona, la 299 que estaba en la entrada de la Picada Propaganda y cuyo director era José Octavio Durán y que tenía un maestro. Mientras que la otra era la 319, ubicada en el ingreso al Salto Encantado y que tenía al frente a Alberto Camaño, y dos docentes más. El amorLa estadía en esta localidad, no sólo le trajo muchas satisfacciones en lo profesional, porque Hugo también conoció en la Escuela 299 a quien luego se convertiría en su esposa: Lilia Elisa Tognola, con quien lleva 62 años de casado y con quien tuvo tres hijos, quienes a su vez le dieron nueve nietos y siete bisnietos. “A Lilia la conocí en el año 50, cuando ella vino a trabajar a Misiones y dos años más tarde nos casamos. De mis hijos, ninguno siguió la tradición de ser docente, todos ellos son profesionales, pero solamente un nieto que es profesor, es decir que se inclinó por la profesión de su abuelo”, aseguró. “Esos años fueron hermosos, en todo sentido, porque estábamos todo el día con nuestros chicos y sus familias, la mayoría de ellos eran de origen de extranjeros que vinieron a vivir a Aristóbulo del Valle y éramos importantes porque el maestro servía para todo. En mi caso me vino muy bien el curso sanitario que realicé porque muchas veces los chicos venían a verme a mí nomás, porque la salita médica les quedaba muy lejos”, manifestó. Luego, a principios del año 60, la recorrida le llevó, a este hombre nacido en Azara, hijo de docentes y con nueve hermanos, a San Ignacio donde tras haber ganado un concurso de ascenso llegó a ser director de la Escuela 74, también en esta localidad trabaja como profesor en la escuela Normal, que funcionaba en el mismo edificio. “Siempre fui de colaborar, por eso en esta ciudad trabajé con un cargo no rentado en la Municipalidad, allí organizábamos actividades con la Gendarmería, Prefectura y las escuelas que estaban destinados a los niños y jóvenes de la ciudad”. Posadas y Consejo de Educación“En el año 1964 llegué a Posadas como director de la Escuela 106, que por ese entonces funcionaba en tres turnos y con una matrícula de más de mil niños. En este lugar y debido a que sus alumnos necesitaban una secundaria cercana, ya que se trataba de jóvenes de bajos recursos, comencé los trámites para ceder la mitad de la hectárea a la provincia y allí se creó la Normal 10”, contó el docente, quien además se desempeñó en el Consejo General de Educación, primero como supervisor y luego como funcionario. En esa labor, Encina tiene los mejores recuerdos, en una pasaje de la entrevista contó que “una vez encontré a un hombre en la plaza San Martín, quien me dijo que tenía un gran afecto por mí. Y resulta que este hombre era un docente a quien una vez tuve que hacerle un sumario por supuesto abandono de sus funciones. Según pudimos averiguar, el director (no importa el nombre, expresa) tuvo que llevar a un alumno de urgencia porque había sufrido una lesión, en eso le avisan que su mamá tuvo una descompensación. Entonces el hombre llamó a la mamá de su alumno y fue a ver por su madre, quien ya estaba mal”. “Luego hablé con él, me explicó lo que ocurrió, pero no pude hacer nada porque había fallado en sus funciones, pero cuando lo veo de nuevo en Posadas me recordó tan bien y de buena manera que me dio la pauta que, en ese momento, hice las cosas bien”, aseveró. Con respecto a la actualidad de la educación, el docente jubilado señaló que “ha cambiado mucho, se nota la falta de acompañamiento por parte de los padres, lo que le da un mayor grado de responsabilidad al docente. Antes nuestras madres estaban en casa cuidándonos, ahora también tienen que trabajar y los infantes se forman solitos, entonces los docentes deben ser m&a
acute;s madres y padres que antes”. “Uno nunca deja de enseñar, porque una vez que me jubilé también tuve la posibilidad de seguir enseñando. Por ejemplo en el Rotary (Hugo fue presidente y sigue en la comisión) me llevó a dar clases, instruir, gracias a este organismo estuve en todo el mundo realizando cosas, y en la mayor parte de las veces tuve que dar charlas a la gente nueva para que puedan ser útiles”, relató Hugo, para quien en una gran alegría reunirse con sus colegas jubilados y charlar de la vida.





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