POSADAS. Gabino Sánchez tenía 52 años y era administrador de la Aduana en Bernardo de Irigoyen cuando lo ejecutaron en su propia casa, en febrero de 2008. Ese mismo año Zenón Araujo (56), primo del entonces intendente de Jardín América, fue torturado y ultimado en el acceso a los Saltos del Tabay. En 2010 fue el turno de Héctor Carballo (56) polémico ex intendente de San Vicente, baleado cuando iba camino a su programa de radio.Los tres crímenes pusieron al desnudo cómo operan las mafias en Misiones en los últimos tiempos. Son considerados “paradigmas” de la ira, de la fiereza, de la sed de venganza con la que actúan las organizaciones ilegales en la provincia. Sin embargo, en ninguno de los anteriores quedó en evidencia la saña como en el crimen del remisero Miguel Ángel Rojas (23), apuñalado, empalado, castrado y abandonado en un pinal de Mado hace exactamente un año.El sábado 29 de diciembre de 2012 la opinión pública provincial se conmovía tras el hallazgo. El caso tuvo dos detenidos y pistas firmes que señalaron al narcotráfico como trasfondo. Sin embargo, no hubo mayores elementos contra los dos acusados, que recuperaron la libertad, como lo informó PRIMERA EDICIÓN. Hoy, en el primer aniversario, la causa no tiene detenidos y tampoco pistas que puedan sugerir quién mató a Rojas, un sangriento crimen aún presente en la memoria colectiva de los misioneros.Tortura infernalAunque muchos lo quieran negar, los “peces gordos” del narcotráfico sudamericano desembarcaron en Misiones. Sólo basta con recordar los casos de los últimos años, y ni siquiera tan lejos: hace menos de un mes, un temible sicario paraguayo volvió a hacer de las suyas, esta vez en Montecarlo, para ultimar al ex edil Mario Nicanor Cabañas (43).Sin embargo, para los especialistas en Criminalística de la provincia, el crimen de Rojas fue el que dejó en evidencia la saña con la que actúan las mafias. Es que la tortura que los asesinos le infligieron no se había visto nunca en la provincia. El caso quedó en los anales policiales de Misiones.Rojas y su familia se preparaban para festejar la nochebuena del año pasado cuando alguien llamó a su teléfono. Eran las 15.30 del lunes 24 de diciembre de 2012 y el joven de 23 años partió al mando de su Peugeot 405 para hacer un viaje. El auto tenía licencia de remís y ayudaba a la familia a parar la olla mes a mes.Desde ese momento y por largos días, el paradero de Rojas se transformó en un misterio. Su padre, sus amigos y sus vecinos de Puerto Esperanza no dejaron de buscarlo, pero al poco tiempo las peores sospechas comenzaron a hacerse realidad.El viernes 28 de diciembre efectivos policiales hallaron el 405 bordó. Estaba abandonado en un pinar, a casi siete kilómetros del pueblo. No tenía el equipo de música ni las llaves.Ese hallazgo redireccionó la búsqueda, tanto de las autoridades como de sus propios familiares. Y fue uno de ellos, el tío, quien finalmente halló a Rojas al día siguiente. Estaba a pocos metros del auto, maniatado a un pino, en avanzado estado de descomposición. Con la voz entrecortada, el hombre dio aviso a la Policía.Mientras la búsqueda de los autores del hecho continuaba, el magistrado Juan Pablo Fernández Rissi, al frente del Juzgado de Instrucción 3 de Puerto Iguazú, ordenó una autopsia sobre el cuerpo de Rojas, que reveló el desesperante calvario que sufrió en manos de sus captores.El informe médico estableció que el trabajador del volante primeramente fue apuñalado varias veces en distintas partes del cuerpo. Después, sus homicidas -los autores materiales habrían sido al menos dos- lo sujetaron de las muñecas y lo “empalaron” con un elemento que no pudo ser precisado.Lejos de sentir compasión, los asesinos prosiguieron la sesión de torturas y la llevaron hasta un bestial final, al seccionarle por completo los órganos genitales. Lo abandonaron así, atado a un árbol y en medio de la nada. Rojas se desangró y murió minutos después, según el análisis forense.Bestial e inhumano. Inaceptable. Inconcebible. Para los detectives no hubo dudas de que esa “carnicería” tuvo como objetivo dejar un mensaje. Fue una venganza que sirvió también para infundir respeto o temor, según cómo se lo quiera ver. “Quisieron dejar en claro algo así como que ‘acá mandamos nosotros’. Fue como ‘marcar’ el territorio”, le explicó en aquellos días de conmoción un investigador a PRIMERA EDICIÓN.Los sospechososLa investigación alcanzó su punto más alto durante los primeros días de enero de este año, con la detención de dos sospechosos de haber sido quienes ultimaron a Rojas en aquel pinar de Colonia Mado.Sin embargo, pese a que el juez Fernández Rissi agotó las diferentes instancias, no se pudieron colectar elementos de prueba contundentes en contra de ambos, por lo que en mayo los dos fueron liberados bajo falta de mérito.Desde ese momento el caso no tiene detenidos y tampoco mayores pistas sobre los autores materiales, mucho menos sobre la mente detrás del brutal homicidio. El crimen sigue impune y marca claramente la presencia de las mafias en tierra misionera, un drama que todos los años suma muerte y sangre. La investigación, sobre “El Francés”Uno de los “capo narcos” más buscados del país fue detenido a principios de junio de este año en Eldorado. Slawmir “El Francés” Polus vivía en el monte de Mado.Las escuchas de la investigación judicial lo vincularon a numerosos cargamentos de estupefacientes en distintos puntos del país. Pero también se habló de que en una llamada se había referido a Rojas.Por eso, la Justicia provincial investigó potenciales vínculos con el crimen del remisero, aunque con el correr del tiempo las pesquisas en derredor de su nombre perdieron fuerza. Polus sigue detenido en Resistencia, sospechado de tráfico de estupefacientes.





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