POSADAS. Con una fotocopia del documento y una factura de servicio, donde conste el domicilio, ya estás dentro. El fenómeno de las mesas de dinero, que entró tímidamente a los barrios de la periferia en la Capital provincial, ahora son un “boom”. Se trata, principalmente, de la iniciativa de particulares quienes ofrecen créditos con fondos propios a tasas elevadas. Quienes los toman, que generalmente trabajan en la actividad informal, deben pagar por día y dentro de un plazo máximo de un mes. En un sondeo de PRIMERA EDICIÓN, vecinos consultados en Villa Cabello, Itaembé Miní y barrio Fátima explicaron el mecanismo con el cual se manejan cuando adquieren un préstamo personal con estas personas. La dinámica de la mayoría de estas “mesas” de operaciones de divisas empiezan con la persona prestándole 500 pesos.“Para iniciar vienen a ver tu quiosquito, tengas o no habilitación. Te sacan fotos y piden documento y alguna boleta donde conste el domicilio. Pero si demostrás cumplimiento después ya te dan el dinero sólo con ir a pedirlo”, contó Ignacio, un jubilado del barrio Fátima que entró en la dinámica ante la urgencia de surtir una pequeña despensa con cuyos ingresos mantiene a su familia. “Te hacen firmar un pagaré en blanco”, contó Alicia, una vecina de Villa Cabello que conoció a estas personas con quienes consigue efectivo a través de una amiga del barrio. “Cuando pagás todo, te lo devuelven (el pagaré en blanco) y la verdad que te lo hagan firmar hace que te sientas obligada a cumplir con los pagos diarios. Yo no quiero que me cobren más de lo acordado”, dijo muy segura.“Si vas ganando la confianza con los pagos en término, el próximo préstamo que te pueden dar es de 700 pesos, luego 1.000, 1.200, 1.500 hasta llegar a un máximo de cinco mil pesos. Más de eso no conseguís”, explicó Feliza sentada detrás de un precario puestito de venta ambulante en Villa Cabello.“La persona a la que yo recurro te da 33 días para pagar. Devuelvo todos los días. La verdad nunca supe de alguien que no haya pagado”, explicó.Dependiendo de los montos, la tasa de interés que van aplicando en estas mesas son distintas. Los que menos interés cobran rondan el 20% del valor prestado. En estos casos, por ejemplo, quien percibe un préstamo de 500 pesos deberá devolver 20 pesos por día, en un plazo máximo de 33 días. El deudor devuelve la cifra de 660 pesos. Por 700 pesos, la devolución es de 32 pesos con lo cual se paga 1.056 pesos.Para el economista porteño Bruno Barrios, consultado por este diario para entender el fenómeno desde un punto de vista especializado, “estos ya son casos extremos. Se trata de personas que buscan una ganancia grande y rápida, que se enmarca más dentro de la usura que otra cosa. Pero esto, para no alarmar, tiene dos partes: yo no puedo decir que esto esté mal, porque una persona puede tener una necesidad urgente de dinero y la única manera que tiene de cubrirla es con este mecanismo. Ahora bien, entrar en uno de estos créditos sólo para consumo, yo ya no lo recomendaría. La persona tendrá que decidir, porque después de que entra es muy difícil de salir de la espiral de deuda. Lo que hay que tener en claro es cuáles son las ventajas reales, si no la persona puede llegar a caer en una espiral de endeudamiento tal que llega un momento que ya no puede hacerlo”; insistió Barrios.En la experiencia capitalina, no todos estos prestamistas, que se “impusieron” en los barrios a fuerza de necesidad de efectivo trabajan de la misma manera con los plazos. Si bien en general se aseguran un cobro rápido, también hay quienes alargan los plazos a 60 días, con un interés mayor.“Acá estamos todos enganchados. No conozco a quien no haya tomado un crédito”, contó Felipe, un hombre de 60 años que vende al menudeo en la feria de Itaembé Miní para mantener a los hijos y nietos que viven con él.“Yo no quería renovar más porque te engancha y es muy difícil de salir después. Pero ahora tuve que volver”, contó Alicia, del mismo núcleo habitacional. Ella tiene un puesto de quiniela, que también es punto de venta de cosméticos con distribución por cartilla.“Empece a sacar mil pesos para pagar mi caja (aludiendo a la deuda de la factura de los cosméticos que vende) y no me iba tan mal, porque devolvía con la plata que hacía de la quiniela. Un tiempo dejé, pero se me hizo imposible y tuve que volver. Ahora estoy enganchada de nuevo”, contó con aire de resignación.En tanto, desde su análisis, el economista sostuvo: “En un caso de gran necesidad, un préstamo usurero puede llegar a ser una solución. Pero una persona tiene que tener en claro cómo cubrir el pago. No lo veo como algo malo en estos casos, pero es necesario tener una planificación personal de gastos, porque si no entra en el incumplimiento”. Una explicación aproximada“Hay un tema que hay que tener claro y son las tres funciones que tiene el dinero a nivel de economía”, señaló el consultor Bruno Barrios: “primero facilita el intercambio, segundo es una medida de valor (algo que no tenemos muy claro en el contexto actual) y tercero que es una reserva de valor. Esto último, en Argentina, está un poco debilitado y tiene una repercusión”. Al menos en la historia reciente de Argentina, no se “premia” al ahorrista. Si vemos la economía Desde 1989 al corralito de 2001 y la inflación actual, junto con el cepo cambiario, la moneda pierde su reserva de valor y esto hace que la gente tenga una propensión mayor al consumo, tal vez diferente a la que tendría en un contexto de mayor bonanza económica.“Si hoy no gasto este dinero, mañana lo voy a perder. Entonces ante apostar a un ahorro que puede no se beneficioso, la persona prefiere incurrir en un consumo”, analizó el economista, para quien “con el dinero se pueden hacer dos cosas: se ahorra o se consume, no tiene otras alternativas. Ante esto, en nuestro contexto económico de país, la opción es consumir, ya que ahorrar no es redituable como lo esperaría el ahorrista”.Montos pequeños, altas tasas“Algo que se impuso mucho en los últimos años fue esta cuestión de atraer inversores que corren el riesgo de prestar el dinero en montos relativamente pequeños a tasas de interés muy altos (muy por encima de las tasas de interés que aplica una entidad bancaria) para quienes lo tomaban, que generalm
ente estaba dirigido a docentes o jubilados, terminaban entrando en un consumo de crédito del que después no podían salir”. Dijo Barrios: “No hay una fórmula para evitar el endeudamiento, por ahí algunas pautas, como por ejemplo tener un control claro de sus ingresos. Si la persona contrae grandes deudas, lo que tiene que hacer es frenarlo y empezar a liquidarlo. Ahí está el problema, por falta de conducta, la gente torna impagables sus deudas”. “Esto pasa mucho con el consumo de tarjeta de crédito. La gente compra de más porque paga el mínimo y después termina con una deuda impagable. Ahí la solución es dejar de usarla”, concluyó.





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