PUERTO AZARA (Sergio Alvez y Oscar Ibarra, enviados especiales). Días atrás, en el marco de la presentación formal del Plan de Comunicación Social del Consorcio Energético Río Uruguay, se expresó que “las poblaciones que se verán más afectadas serían Garruchos en Corrientes y Alba Posse, más Puerto Azara, en esa localidad homónima”. Este último poblado, Puerto Azara, cobró visibilidad ya hace unos cinco años, cuando sus habitantes se constituyeron como Vecinos Autoconvocados, en defensa de su lugar e historia, ante la amenaza terminal que representa para ellos – como para decenas de pueblos de uno y otro lado del río Uruguay- el proyecto hidroeléctrico Garabí-Panambí. Desde entonces, la lucha de los vecinos ha ido afianzándose y reivindicando además del derecho a seguir existiendo, el de poder acceder a derechos elementales histórica y actualmente vulnerados: acceso a la educación secundaria; derecho a la tenencia de tierra; derecho al transporte público; y a oportunidades de desarrollarse como cualquier otro pueblo del suelo argentino. Los constantes anuncios que presagian la desaparición de Puerto Azara, se vienen efectuando sin incluir la debida participación y voz de sus pobladores: se habla de ellos sin ellos. Aquí, a 10 kilómetros del radio urbano del municipio azareño, viven familias trabajadoras, dedicadas a la agricultura familiar o el peonaje rural, que a pesar de las limitaciones propiciadas por un abandono estatal notorio y consuetudinario, disfrutan de la paz y la naturaleza existentes en el poblado. Junto al río, bendecidos por una reserva natural rica en fauna y flora; beneficiados por tierras fértiles y climas benévolos, con costumbres arraigadas y una rica tradición ligada a forma de vida propias de las fronteras rurales, los habitantes de Puerto Azara no imaginan -y se resisten a- un futuro de expulsión y desarraigo. Toda una vidaHumberto González (74) es uno de los pobladores que nació, se crió y nunca salió de la zona. Pasó su infancia en Monte Hermoso (paraje aledaño a Puerto Azara). “Fui a la primaria pasando el arroyo Concepción. Me acuerdo que una vez iba con mi hermana, pasábamos por una pinguela (puente rústico) y se desprendió y caímos al agua, creo que fue providencia de Dios que pudimos salvarnos de morir ahogados porque alcanzamos la costa”, recuerda. Tras una temprana incursión en el universo del trabajo rural -“toda mi vida fui tarefero” dice- a los 17 años Humberto decidió mudarse a Puerto Azara. “Al principio en la costa del río, me instalé junto a un tío. Siempre había una carpida o una tarefeada para hacer” cuenta. Con el tiempo, conoció a Isabel Amaral (59), con quien lleva 44 años de casados. Juntos, tuvieron nueve hijos. Humberto busca en un cajón, y muestra a PRIMERA EDICIÓN una notificación reciente que llegó a su vivienda. Está firmada por el Departamento Académico de la Escuela de Suboficiales de la Prefectura Naval Argentina. “Comunicamos que el aspirante a cabo segundo Hugo González, ha obtenido en el segundo bimestre, una calificación de 10 puntos en el rubro conducta”. Es su hijo Hugo (23), que hace dos años, ante la apremiante falta de oportunidades laborales y educativas para la juventud de la zona, decidió alistarse en Prefectura. “Acá nos cerraron la escuela secundaria y fue difícil para nuestros hijos poder terminarla; tuvieron que irse a estudiar a Fachinal, a una EFA, ayudados por una fundación. De otro modo, como tantos, hubieran quedado sin estudiar”, cuenta Humberto. Consultado acerca de su cotidianeidad sostiene que “se vive muy tranquilo, con nuestros sembrados, nuestras vaquitas, nuestros chanchos y gallinas. Ahora justo estábamos plantando caña de azúcar y siempre plantamos mandioca, maíz, zapallo, esas cosas. Se vive en paz”. Humberto dice no poder “imaginar terminar mis días fuera de Puerto Azara; de solo pensar que nuestro pueblo pueda desaparecer me agarra una sensación de angustia. Pero estamos dispuestos a luchar”. “Acá somos felices”Susana Suárez (50) nació y pasó sus primeros años en la isla San Lucas. Este cayo, ubicado sobre el río Uruguay a la altura de Barra Concepción, se inundó en 1983, en una crecida histórica que motivó un decreto que prohibió la continuidad del asentamiento que existía. “Tenía 16 años cuando vine a Puerto Azara. Ese mismo año conocí a un pescador, Mauri Alvez, me enamoré y nos casamos. En esa época había poca gente, mucho monte, los hombres pescaba o eran contratados para tarefear, nunca nos faltó nada”, dice. Madre de siete hijos, Susana rescata el hecho de que “nunca tuve que llevarlos al hospital a ninguno de mis hijos, porque nunca se enfermaron, acá el aire es bueno, se come bien porque plantamos, es una vida en paz y natural”. Además, agrega, “me gusta que podamos convivir con la naturaleza, los pájaros y sin los peligros y la contaminación que hay en las ciudades, acá nos conocemos todos, hay mucha solidaridad entre vecinos, eso no tiene precio”. Al rescate de la historiaEl año que viene, cumplirá 100 años la escuela 63. En sus orígenes, funcionó en una precaria casilla de madera, en el lote 297 junto al arroyo Chimiray. Pero desde 1981 se trasladó a un edificio de material. “Para los festejos del centenario, estamos haciendo un rescate de la historia del pueblo y de la escuela, con participación de la comunidad, que va aportando sus testimonios y recuerdos”, contó la directora a este medio. Actualmente, asisten 60 alumnos y el plantel docente está integrado por siete personas. Dilatada entrega de títulos de propiedadLa Ley de Regularización de Tierras (4502) fue promulgada en diciembre de 2009 y promueve el derecho a acceder a los títulos de propiedad a todos aquellos ocupantes que con anterioridad a 2006 habiten en tierras fiscales. Ni bien se promulgó la ley, los Vecinos Autoconvocados de Puerto Azara hicieron llegar a la Subsecretaría de Tierras de la Provincia, un pedido formal para ser incluidos de manera prioritaria en el cumplimiento de dicha ley.En marzo de ese año, la respuesta del titular del organismo, Jaime Ledesma, fue que “se iban a tener que estudiar los casos a fondo”. Sin embargo, nunca más Tierras volvió a dar una respuesta, lo que a más de un año y medio de iniciadas las gestiones, motivó una nueva reuni&oacut
e;n de vecinos en la cual se delinearon estrategias a seguir reclamando por el cumplimiento de esta ley y el acceso a uno de los derechos básicos de todos los ciudadanos. Con la singularidad de que, los habitantes de Puerto Azara, podrían ser severamente afectados por la represa Garabí; por lo que, la necesidad de los títulos de propiedad – para no ser vapuleados y estafados como miles de afectados de la EBY que vivían en tierras fiscales –; se vuelve imperiosa y el reclamo podría endurecerse si no llegan respuestas concretas de acá a fin de año. Asimismo, desde la Municipalidad de Azara señalaron que se encuentran trabajando en la temática. Fauna y flora en riesgoPor estos días, cualquier visitante que recorra las selvas en galería junto al río Uruguay en Puerto Azara, podrá cruzarse con venados, carpinchos, gatos onza y una enorme cantidad de mamíferos y aves propios de la fauna autóctona. Sumado a la vegetación autóctona, todo este patrimonio natural se encuentra seriamente amenazado por el proyecto Garabí. En toda la zona de afectación (de acuerdo a informes que datan de años anteriores), existen 26 especies que forman parte del listado de amenazadas, confeccionado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (International Union for Conservation of Nature and Natural Resources, con sede en Suiza). De estas 26, 14 presentan riesgos de extinción de máxima consideración: ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), aguará-guazú (Chrisocyon brachyurus), lobito de río (Lutra platensis), gato onza (felis pardalis), gato tigre (felis tigrina), margay (felis wiedii), yaguareté (Panthera onca), ciervo de las pampas (Ozotocerus bezoarticus), nutria gigante (Pteronura brasiliensis), yacutinga (Aburria yacutinga), guacamayo violáceo (Anodorhynchus glaucus), chorao (Amazona pretrei), yacaré ñato (Caiman latirrostris) y yacaré negro (Caimán crocodylus). Para sobrevivir, estos animales dependen significativamente de los bosques nativos que desaparecerán o se verán disminuidos si Garabí se construyera.





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