PUERTO IGUAZÚ (Sergio Alvez y Juan Carlos Marchak, enviados especiales). Cerca de 1.200 personas habitan la comunidad mbya guaraní poblacionalmente más grande de la provincia: Fortín Mbororé. Sus 230 hectáreas de territorio, pocos rastros albergan ya de la selva que supo ser para ellos ancestral fuente de sustento, sanación y espiritualidad. La supervivencia hoy, a falta de otro tipo de oportunidades reales, está fuertemente ligada a la producción y venta de artesanías, lo que obliga a la comunidad a ligarse con el espectro turístico que rebalsa la ciudad. Hay 7 kilómetros de distancia entre Fortín Mbororé y el ejido urbano de la ciudad de las Cataratas. Desde hace unos años, una entidad privada regentea paseos turísticos diarios por dentro de la comunidad. Todos los días, visitantes de todo el mundo ingresan aquí para observar por dentro la vida indígena. La antropóloga e investigadora de la Universidad Nacional de Misiones, Ana Gorosito Kramer, describió en uno de sus textos que “Fortín Mbororé es una aldea guaraní muy cercana a la ciudad turística de Iguazú, cuya expansión ha terminado por integrarla como un suburbio de la traza urbana, al menos en lo que hace al impacto que las actividades de la ciudad ejercen sobre la vida de quienes residen en la comunidad. A su vez, tanto la ciudad como la aldea se encuentran en el corazón de lo que se denomina “Triple Frontera”, un espacio donde los negocios lícitos y los que no lo son forman sólo una parte de una conflictividad social a la que se suman cuestiones que hacen al plano internacional: el contrabando en sus más variadas formas, la influencia de los capitales que movilizan esas transacciones y, eventualmente, su señalamiento como lugar de refugio de redes fundamentalistas”.La antropóloga completa la mirada señalando que “Fortín Mbororé aparece cada tanto en la crónica periodística, aficionada a las noticias fuertes. Así, por ejemplo, fue centro de interés nacional cuando sus registros de mortalidad infantil fueron tan alarmantes que motivaron hasta la visita de autoridades nacionales para imponerse del asunto. Lo que ese tema inicial desnudó, es que los habitantes de la aldea sufrían de niveles alarmantes de desnutrición, especialmente entre sus niños y ancianos, lo que resultaba paradójico como contraste con el polo internacionalizado, dolarizado y eurizado de la ciudad”. A principios de este mes, Fortín Mbororé volvió a ser eje de una noticia negativa. Esta vez, del plano judicial: cinco personas con residencia en la comunidad, fueron procesadas por “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización”. Ante este episodio, PRIMERA EDICIÓN acudió a la comunidad y dialogó con educadores y jóvenes, para conocer a través de sus voces, la situación real en torno a estas cuestiones que, según aseveran con énfasis, atañen a una porción sumamente minoritaria de la comunidad, mientras que la gran mayoría, permanece en la lucha cotidiana por hacerse del sustento y los conocimientos necesarios para subsistir y desarrollarse, en una sociedad que a base del turismo invasivo y la depredación de recursos naturales- en mixtura con políticas abandónicas- desde hace rato no permite que la cultura mbya se desarrolle de acuerdo a su tradición. “Los procesados no son de acá”En la entrada al Fortín Mbororé, lo primero que se ve es la Escuela Bilingüe e Intercultural 807, creada por Ángela Sanchez en 1987. Cuando abrió, la escuela tenía 15 alumnos. Hoy son casi 400. En sus más de 25 años de historia, el Estado provincial no aportó un solo ladrillo: toda la construcción y las mejoras fueron hechas con colaboraciones de organizaciones civiles y otras ayudas externas. Recién este año, luego de una lucha y reclamos que parecían interminables, se inaugurará parte del nuevo edificio (entregarán la obra por la mitad), lo que abre buenas expectativas para la comunidad escolar, en cuanto a la posibilidad de tener un lugar cómodo donde abordar el proceso de escolarización. Llegamos justo para el recreo. Un enjambre de niños corre y juega en el patio. Aprovechamos para dialogar con la directora y parte del plantel docente. Petrona González fue la primera maestra de esta escuela y hoy sigue dando clases aquí. “En las primeras épocas, como no contábamos con materiales didácticos, íbamos creando textos, en guaraní, para incentivar a los chicos, porque la lectura y la escritura no formaban parte de su vida cotidiana, y entonces nosotros teníamos que crear cosas de esa vida cotidiana en textos”, recuerda Petrona. Tanto esta docente, como los demás consultados, con respecto al tema de los procesamientos por narcotráfico, coinciden en ser cautos y respetuosos de las decisiones judiciales, pero al unísono aclaran algo que para ellos es esencial: “Los procesados no son de esta comunidad. Estaban viviendo acá desde hace poco, vinieron de Paraguay, se asentaron acá, pero no forman parte de la comunidad”. Educación formalRicardo Blei lleva 14 años enseñando – “y aprendiendo más”, según dice- en la escuela de Fortín Mbororé. Para él, “si ellos pudieran vivir como antes, en la naturaleza, manteniendo sus costumbres, la escuela estaría intrusando su medio natural; pero hoy necesitan sí o sí una educación formal, no hay vuelta atrás, porque ya no tienen más selva y perdieron ese entorno natural de supervivencia; se ven obligados a salir a ganarse la vida afuera”. La maestra Petrona coincide en que “hoy les resulta imperioso aprender a leer y a escribir, adquirir conocimientos extras a su modo de vida tradicional, poder seguir la secundaria y la universidad”.Frente a este desafío, las cifras siguen siendo desalentadoras. Cuenta la directora del establecimiento, Estela Obregón, que “en este momento hay unos 10 chicos y chicas en la secundaria, y los que egresan de la secundaria este año son cuatro”. Es decir, permanece baja tanto la cantidad de ingresantes en la instancia secundaria, como el egreso de la misma. “Es un tema que nos preocupa. Los jóvenes tiene muchos problemas para ingresar y continuar con la escuela secundaria y eso se da por varias razones, y una de ellas es que en la escuela secundaria, ya no tienen el idioma, ya no hay auxiliares docentes indígenas que los acompañen, es un entorno totalmente nuevo y a pesar de las aperturas que se han dado en los últimos años, no es suficiente”, observó el docente Blei. “Juventud sana y respetuosa”A la hora de caracterizar a sus alumnos, los docentes coinciden en tildarlos de “especia
les”. Ricardo Blei, que fue maestro en otras escuelas “blancas”, sostiene que “si tuviera que elegir me quedaría aquí. Los chicos son sumamente respetuosos y protectores entre ellos. No hay peleas. Es muy raro que en un recreo haya una pelea o que se golpeen. Y comparten todo, tienen un sentido de la solidaridad y el compañerismo que traen desde las casas”. Por su parte, Petrona expresó que “es una juventud sana y respetuosa. Son niños maravillosos que se esfuerzan para aprender. Lo que sucede es que también son muy independientes, y tienen una forma de vida tradicional por la cual forman pareja y suelen tener hijos en la adolescencia”. Necesitan una escuela secundaria interculturalIgnacio, adolescente mbya de 16 años que vive en la comunidad, opinó que “en realidad hoy ya no es como en la época de nuestros abuelos, porque hoy todo el tiempo entra el blanco, nos mezclamos, y lo que tenemos que hacer es no tomar lo malo que viene de ese mundo, sino cuidarnos, mantener nuestra espiritualidad y tratar de buscar sobrevivir en este mundo nuevo, que ya nunca va a volver a ser como era cuando teníamos la selva que nos fueron sacando”. María, de 17 y madre de un niño de ocho meses, nos cuenta que “intenté seguir la secundaria pero no pude. Dejé a los tres meses. Allá todo es nuevo, no nos tenían paciencia, no entendíamos. Acá en la primaria, cuando algo no entendemos nos explicaban en nuestro idioma y allá es muy difícil. Necesitamos una escuela secundaria que sea bilingüe como la primaria”. La semana pasada, trascendió que el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel envió una carta al ministro de Educación de la provincia, Luis Jacobo, solicitando la creación de una Escuela Secundaria Acelerada para Adultos para la comunidad Fortín Mbororé, de Puerto Iguazú.Un proyecto con apoyo “Cuando me enteré de la presentación en el año 2011 de un proyecto sobre la creación de una escuela secundaria Intercultural Bilingue en la comunidad Fortín Mbororé de Iguazú, me pareció de mucha trascendencia. Porque la propuesta incluye la terminalidad educativa del nivel medio para adultos, con una modalidad presencial acelerada (3 años) que tendría una preinscripción de más de 60 interesados. Me parece que esto contribuirá a cimentar aún más el patrimonio educativo y cultural de la Nación Argentina, y estaríamos en consonancia con otros países de América Latina que están avanzando con este tema”, indicó Adolfo Perez Esquivel. “No es verdad que haya un alto consumo de drogas en la comunidad”Pascual Pereyra nació y se crió en la comunidad guaraní Fortín Mbororé. Estudió y desde hace cinco años es uno de los cinco auxiliares docentes indígenas de la Escuela Bilingüe e Intercultural 807, que son los maestros encargados de apoyar el trabajo de los demás docentes. Son además los responsables de dictar una materia especial vinculada con la tradición y las creencias propias de la cultura mbya. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Pascual contó que “si bien es algo que a través de la oralidad, y por medio de los ancianos, se transmite de generación en generación, lo que hacemos es reforzar esas nociones por medio de la palabra escrita y otros elementos”. Consultado sobre los supuestos casos de consumo de drogas por parte de integrantes de la comunidad, el maestro aseguró que “no es verdad que haya un alto consumo de drogas en la comunidad. De hecho nunca hemos visto a nadie consumiendo acá. Y si hay casos donde sabemos que pueden estar en contacto con algo raro afuera, estamos siempre acercándonos, preservándolos, fomentamos el deporte, el estudio, queremos que cada vez haya más alumnos de nuestra escuela que puedan seguir y terminar el secundario”. Una de las problemáticas que tiene esta comunidad es la permanente llegada de sus hermanos guaraníes desde Paraguay. Muchos vienen en forma transitoria o corridos por la necesidad de una vida mejor. Aunque la movilidad de la población guaraní es una característica de su cultura, lo cierto es que la comunidad Fortín Mbororé es la que más paisanos recibe del país vecino.





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